Polideportivo Poltergeist

Una de las nuevas obras que tengo encima de la mesa es la demolición del Polideportivo Vallehermoso. Se derriba todo, se deja limpito y se construye otro polideportivo, más moderno, pero fuera de este proyecto. Me leo la Memoria, para saber más o menos de que va, como siempre, y descubro la intrigante historia del solar. En 1924 el actual polideportivo y su entorno eran un gran solar. Estos terrenos son parte de una gran expropiación para unir el barrio de Cuatro Caminos con el de Vallehermoso. Y en ese paquete de expropiaciones se incluye el cementerio de San Martín, que ocupa parte del solar, clausurado en 1927, con vistas en convertirlo en un parque. Tras la expropiación el solar, cementerio incluido, pasa a ser propiedad del Ayuntamiento. El solar es campo de batalla en la guerra y finalmente en 1957 el Ayuntamiento, en vista de que ningún proyecto le convence, lo cede al Frente de Juventudes para que ellos le construyan el polideportivo. La cesión es por 50 años. Al desaparecer el Frente con la transición la propiedad pasa al Ministerio de Cultura y tras la aprobación de la Consti y el Estatuto pasa a ser de la Comunidad de Madrid. Y hace un año, el 13 de marzo de 2007, cumplidos los 50 años de cesión, las instalaciones vuelven a ser propiedad del Ayuntamiento que, ahora sí, va a construir un nuevo complejo. Pero, qué pasó con el cementerio? Un RD de 1787 firmado por Carlos III emplazaba a enterrar fuera de las iglesias, por espacio, regulándose esta práctica definitivamente en 1809 por José Bonaparte y creándose los cementerios generales de Madrid, coincidentes con los puntos cardinales (de los que sólo queda el de la Almudena, al este). Otros cementerios, los sacramentales, una especie de privados, se crean aparte. Es el caso de San Isidro, San Justo y este de San Martín. Alguien se da cuenta en 1884 que éste está al lado de los depósitos de agua y ordena clausurarlo por salubridad, pero no es hasta 1927 cuando se publica una Orden con la clausura y la obligación de hacer la exhumación y traslado de los restos. Y parecía que no se sabía si se llegó a hacer esa monda o no, pero finalmente se afirma en una Escritura de 1931 que sí se realizó. Así que el polideportivo no es tan Poltergeist como parecía al principio de la Memoria y las máquinas excavadoras no van a encontrar esqueletos. Mola, no?

Hysteria

Llego literalmente muerto a la Semana Santa. En los últimos dos meses especialmente, la cosa se complicó y empecé a acumular trabajo en el trabajo y del otro trabajo salpicado por visados en provincias varias, visitas a obra (novedad) también en provincias varias, fríos, calores, quebraderos de cabeza varios también y demás fritanga, que llego al último día reventado. Cansado es poco. No recuerdo el olor a cloro en mis manos, no piso la piscina en semanas. Mi coche (ya con matrícula otra vez) tiene dos centímetros de polvo encima; no recuerdo lo que era conducir. Y todo llega hoy, san Yusep. El año pasado por estas fechas las cosas eran muy diferentes. Para mal. En apenas cuatro días se sucedieron una serie de extraños acontecimientos que dieron con mis huesos en la calle. Tras aquellos días, amenizados por el Absolution de Muse, me di cuenta de que todos los días se van, que los que aprovechas pasan igual que los que no. Y que las cosas no iban bien. Así que le di al botón del restart y aquí estamos un año después. Hoy le voy a dar al finish. Y el martes le daré al start. No necesito reiniciarme, sólo descansar. Feliz Easter a todos/as. [Y de regalo, y dedicado a los padres, josés, jóses, pepes y demás variaciones en género y número del santo, el Hysteria de Muse; lo mejor del Absolution después de los quince minutos iniciales]

El circo y los enanos

El martes recibí mi sexto encargo profesional freelance, el tercero de la temporada. Después de los cinco anteriores, en diferentes provincias y con contratiempos de todo tipo, ajenos y no a mí, este nuevo prometía ser rápido y concreto. No en vano el miércoles, solo 24 horas después, el Documento estaba terminado a falta de dos detalles económicos y de imprimirlo. Ayer, patrocinado por HP, las impresoras se rebelaron y la que funcionaba se quedó sin toner. Esta mañana, madrugón extra de por medio, encuaderné las tres copias y después del desayuno he ido a visar. La semana pasada para una consulta similar tardé cerca de una hora en hacer un viaje de diez minutos, cortesía de la huelga de autobuses de la EMT; hoy opté por el taxi. Peseta amable y dicharachero, desde avenida de América hasta allí 6,45 euros, cigarrito, ascensor y… planta 3 desolada, llena de cajas y solo un hombre, de la casa de mudanzas para decirme lo que después leí en un cartel: que el Colegio está cerrado hasta el lunes y el martes reabre en su sede histórica frente a Cortylandia. Fantástico. Un nuevo viaje en vano, 17 euros en taxis para nada y contra mi corto beneficio freelance, y otro retraso más en la entrega. Yo pensaba que esta vez saldría todo bien pero los enanos me crecieron antes de montar incluso la carpa del circo. Los días que quedan hasta el miércoles se me van a hacer eternos. Lo veo venir.

Tres actos

I Suena un despertador. Lo hace una hora antes de lo habitual. Lo deja sonar un par de veces y se incorpora en la cama antes de apagarlo. Es una hora antes de lo habitual. La ducha no le despeja; se viste, desayuna, la rutina normal, pero una hora antes de lo habitual. Se está poniendo el abrigo cuando suena el portero. Sale de casa. En la puerta un taxi espera. Monta en él. El taxista es frío. Hace frío. Se deja llevar y contempla las calles semidesiertas. El tráfico ha madrugado también. La carretera lleva muchos coches. Mira el reloj. Llega justo. Si el tráfico no mejora llega tarde. El taxi lo deja en la estación. Baja al andén. Cerca de veinte andenes todos casi vacíos, fríos, al pie de las cuatro torres. Y entonces me doy cuenta ¡de que son las siete y media de la mañana, estoy montado en un Alvia destino Santander y voy a ver una obra de la que no sé siquiera el nombre exacto! El tren arranca. Sólo otro viajero y yo habitamos en el coche 8. Miro por la ventana, las torres despiertan, las carreteras no avanzan, el cielo clarea. Sale el sol. El tren se para unos segundos y arranca de nuevo. Por delante 28 kilómetros de túnel. Oscuridad. Cierro los ojos. II Un día de marzo de 2003 el tiempo se detuvo para siempre en la sucursal del Banco de España de Palencia. Un día cualquiera, quizás un martes 4, como hoy, el banco pasó a ser un fantasma. Las ventanillas de atención mantienen su numeración, las bandejas pasaobjetos, el dispensador de turnos, todo está en su sitio. La cámara acorazada está vacía. Sus imponentes puertas están abiertas y todas las llaves en sus cerraduras. Parece como si de un momento a otro alguien fuera a sentarse tras una ventanilla para atender a un inexistente público. Las plantas superiores eran viviendas. El director y el cajero en la primera. Las otras dos plantas, con viviendas menos grandes, para quizás más funcionarios. Ahora esas viviendas están vacías. Aún quedan restos de vida, un calendario, dibujos de niños, algún póster, una cortina de ducha… Las palomas han colonizado estas plantas. Los suelos están plagados de escombro y excrementos de paloma. Huele a palomar. Se oyen batidas de alas por algunos pasillos, arrullos a lo lejos. III Palencia me recibe con un grado. Hace frío, corta las mejillas. He visto el sol, nubes, nubarrones, sentido el viento frío e incluso ví cuatro copos de nieve que se escaparon a media mañana. Bajo la calle Mayor buscando mi destino. Lo encuentro y busco una cafetería. Desayuno, leo el periódico. Espero. Hace frío; la gente lo comenta al entrar. La ciudad está fría pero no es fría. Ni gris. Sus edificios son altos, esbeltos, heterogéneos. Me parece sencilla, humilde, nada pretenciosa. Pero castellana. La calle Mayor tiene la mayor concentración de farmacias que haya visto nunca. Me cruzo con monjas con hábito por la calle. Varias parejas. Salgo de la visita y busco dónde comer. Antes de la una y media es misión imposible. Visito dos iglesias por el camino y cruzo la plaza Mayor. Algún reloj toca la una. Encuentro finalmente donde comer. A las dos y media llega el regional que me devolverá a Madrid, meseta abajo, entre escritorios de Windows sin iconos y otros paisajes.

He perdido

– Media hora (ayer) en «Venta de billetes». – Una hora de ida. – Una hora de vuelta. – Una hora y media entre trenes. – 26,46 euros. – Cuatro horas de curro. – Tres días de retraso en la tramitación. – Dos días de retraso en la entrega. – Media hora en bajar a correos a recoger el envío. – La paciencia con la subnormal que me atendió en el Colegio. «No vuelvo más nunca al AVE».

Pipa

Ahora que no tengo miedo a morir y que se acerca el día, no me hubiera temblado el pulso a la hora de sacar el móvil y hacer una foto si hubiera vivido algo así: ¡Voy a matar a todos los ricos! Ya no hago fotos en el metro porque el N70 tiene un pequeño flash que canta mucho y además hace clic al disparar (se puede desactivar todo, pero para la foto aquítepilloaquítemato no da tiempo). Y esa foto vale su peso en oro. Una vez vivimos una situación parecida y aquella vez, no sólo el pulso, hasta las piernas me temblaban. Llevábamos en la Escuela apenas dos meses, era la víspera del puente de diciembre, el día 5, me acuerdo como si fuese ayer. Nuestra clase era la dos y estaba en el sótano 1, frente a la salida al aparcamiento trasero. Estábamos en un cambio de clase, al lado de la ventana y algo llamó nuestra atención. Había tres personas y un coche y discutían. No recuerdo muy bien lo que pasaba pero de repente alguien de dentro de la Escuela gritó: «tiene una pipa». Yo me asusté, sobre todo porque no era capaz de ver la pipa. Me agaché, como todos, pero era mayor la incertidumbre. Al final Cásper tuvo que decirme quién era el de la pipa. A partir de ahí se formó la marimorena porque empezaron a forcejear, uno sacó la barra del coche, se zurraron, le metieron con la barra y la pipa de por medio apuntando para todos los lados y el del maletín (porque todo era por un maletín que llevaba uno de ellos) sin soltarlo ni a sol ni a sombra. Cuando todo acabó (y no soy capaz de recordar cómo) yo debía tener (yo y todos) el doble de pulsaciones de lo normal. Y me temblaban mogollón las piernas. De eso sí me acuerdo.

Charcos

El cielo llevaba un buen rato dando miedo, de lo oscuro que estaba, hasta que a las cinco y cuarto se ha caído literalmente sobre Madrid. Yo lo ví caerse montado en un Avant camino de Ciudad Real. Nunca había hecho ese recorrido de día, siempre que bajé a Sevilla lo hice de noche y el camino de vuelta, de día, siempre lo hice durmiendo, así que mientras el cielo caía sobre Madrid y nosotros nos alejábamos, alterné la sección de Madrid del periódico con vistazos al paisaje que aparecía por mi derecha y desaparecía por mi izquierda. Hoy he descubierto que hay dehesas en alguna zona entre Toledo y Ciudad Real, y que no son pequeñas. Y he descubierto que, hasta la fecha, Ciudad Real es la ciudad con más charcos que conozco. No encontré un solo paso de cebra con barbacana sin charco, ninguna intersección de calles sin charco y, lo peor, la zona peatonal, mal solada de granito tenía más de los que se pueden consentir. No me hubiera importado si la zapatilla no se hubiera despegado un poco de la suela y el agua entrara a saludar a mis deditos. También descubrí que el Colegio de Aparejadores de Ciudad Real es el más feo y menos glamuroso que conozco. Un Colegio profesional no tiene que ser glamuroso, sólo faltaba, pero en estos sitios, los profesionales (entre los que me encuentro en este caso) son muy de que el Colegio sea lo más. Tiene sentido pensarlo, qué mejor escaparate para los nuevos materiales y la buena construcción que el propio Colegio, emblema de la profesión. El de Ciudad Real es un piso. Una oficina, que prometía ser grande por dentro, en la entreplanta de un edificio, pero con todo el aspecto de ser un piso. Y aquí tirando la casa por la ventana para hacer del Colegio lo más. Me tomé una cocacola para hacer un rato y llamar a un amigo que cumplía años. Al pedirle la cuenta el camarero me pregunta por «el proyecto». No ha podido, dice, evitar oír la conversación. No sé por qué, pero le he explicado que para montar un andamio es necesario visar un documento de montaje en un Colegio Profesional y aquí estamos, en Charco Real a visar. «Que vaya bien, y no pase nada» me dice. Eso espero.

Desbordado

Desde que tengo treintaydos años mi jefe cree que soy mayor y me da curro y más curro. Tengo cinco obras encima de la mesa. En total suman más de 60 millones de euros. Y no tengo tiempo para todas. Me he tenido que hacer una planificación para poder dedicarle a cada una el tiempo mínimo que merecen. Y aún así tengo la sensación de que no voy a llegar a todas… Y ya se sabe: no quieres caldo, pues dos tazas. Ayer salió un nuevo Proyecto de andamios que hay que tener para ayer. Podía ser un Proyecto como los anteriores, y solo tendría que hacer copy-paste y cuatro modificaciones. Pero no, es un sistema de andamios que no había tocado nunca. Hasta hoy. Y luego este frío… Madrid como siempre, pasa del verano al invierno en una noche. Hace tanto frío (en comparación con hace diez días) que no me apetece nada despelotarme y meterme en el agua. El lunes estaba congelada y ni de coña estaba a los 26º que decía el luminoso. Asínque resumiendo: no nado nada, como muchísmo (empieza a sobresalir algo por encima de la cinturilla del pantalón), me paso el día abriendo planos, mandando faxes y llamando por teléfono al Colegio de aparejatas de Ciudad Real. Y leo poco, comento menos y actualizo nada; cosas del trajín. Y mañana hay una bandera, aunque creo que no voy a ir.

De visita

Esta mañana hemos hecho otra excursión; la excursión. En realidad no era tal, era una visita de obra, imprescindible para poder ofertar. La obra en sí es un marroncillo tanto para estudio como para ejecución. Tiene que estar lista el 1 de septiembre, sólo hay dos meses para ejecutarla y, por la parte que me toca, el presupuesto es ciego y las partidas pueden modificarse con variantes y mejoras. Personalmente yo haría un pasapalabra pero mi jefe no es de esa opinión. Y como nunca se sabe cuántas veces en la vida va a pisar uno un hangar de Barajas nos hemos hecho unas fotos de recuerdo muy discretamente: por parte de la Copisa iban dos tíos calvos que en lugar de cámara llevaban un móvil y se hacían fotos delante del avión decapado… siempre dando la nota, endevé.

De paseo

Esta mañana hemos estado de excursión. Nosotros semos chicos de oficina, oficinistas, pero de vez en cuando nos acoplamos con alguien que sale a obra para dar una vuelta, echar un vistazo o, como yo esta mañana, ver in situ una obra contratada por un servidor. Así que nos hemos ido donde Cristo perdió el iPod, Yebes, Guadalajara, a ver la obra del nuevo Ayuntamiento. La jefa nos dijo en las Jornadas que había que señalizar las obras para que nos conocieran, que era muy importante. El jefe de obra de Yebes se lo tomó en serio y ha forrado la valla de carteles. Y como tenía de sobra me he traído uno para colocar en el currículum de placas de obra que tengo en una pared de mi casa. Soy asín. De allí, a la vuelta, hemos pasado por Paracuellos de Jarama, donde no había estado never, a ver otras dos, de viviendas. En estas ya he sentido algo raro al ponerme el casco, al subir y bajar escalones de hormigón, al ver el replanteo del ladrillo de fachada y al oir el ruido de la grúa. Una cierta morriña; igual algún día me doy una segunda oportunidad en obra…

Supermartes

Según avanza el año las obras que tenemos para estudiar van creciendo en presupuesto, en interés y en curiosidades. Mi jefe cree que el hecho de ir a nadar todos los días me hace conocedor excepcional de estas instalaciones. Sobre la mesa tengo el tercer pabellón de deportes cubierto que estudio, éste con piscina climatizada incluida. En Las Rozas he estudiado ya: campo de fútbol, campo de rugby, pistas de pádel cubiertas, gimnasio y centro multiusos, forma elegante de llamar a una plaza de toros. Como homenaje a la fiesta puse en la portada de la técnica una sección con toritos y picadores. De momento tengo dos más en estudio. La primera es un polideportivo con piscina cubierta, como ya dije, en Marchamalo, Guadalajara. Como curiosidad hay que ofertar el equipamiento, hasta ahí bien: porterías de balonmano, redes de tenis, canastas, etc; pero también incluye el presupuesto los balones de baloncesto (a 7,51€), voleibol (21,88€), balonmano (15,03€) y fútbol-sala, el más caro (36,90€). Y la gorda, de más de 20 kilos, es la Escuela de Bomberos de la Comunidad de Madrid. Ésta aún no la he abierto, pero me muero de ganas por ver qué partidas trae: habrá que ofertar la barra por la que se tira Bridget Jones? habrá que ofertar mangueras para que practiquen los niños? habrá que ofertar los cascos de los bomberos? Cómo es una escuela de bomberos? Le prenden fuego a cosas para ver quien lo apaga mejor o cómo? Tengo ganas de ponerme con ella para responder todas estas inquietudes… De momento seguiré alumbrado por el flexo-pinza que me ha regalado una compañera:

Cosas que hacer el día de Santo Tomás de Aquino

[Siguiendo con la serie «Cosas que hacer el día de«] – levantarme una hora más tarde. – ir a sacarme sangre. Estaba citado a las 8h30. Llego a las 8h27. Me dan el número 885. El su-turno tiene en pantalla el número 808. – cogerme el metro para ir a la Delegación de Hacienda. Llego a las 8h48 y no abre hasta las 9h00. Diez minutos a 5ºC. – casi desnudarme para poder entrar en la Delegación (gracias al arco de rayos X). Comprar unos impresos, el 300 y el 390: 1,45 euros. – volver al Hospital media hora después. A dos extracciones por minuto debería ir por el número 868. Va por el 834. Me voy de allí a la entrada que hay menos jaleo y me leo medio periódico. – entrar a la sala de extracciones. 9h45. Me sacan 5 botecitos hasta arriba de sangre roja rojísima (yo de príncipe nada). 17,50 ml en total (no llega ni al 1% de la que se supone que tengo). – comprarme dos donuts, uno con y otro sin chocolate para desayunar en casita mientras relleno los impresos 300 y 390 de marras. – intentar pagar el IVA en la Cajamadrid de al lado de casa. Una cola en la caja… Me voy. – leerme más periódico en el tren camino del curro mientras me daba el lorenzo en la cara. Más bien… – intentar pagar por segunda vez el IVA en el Santander de al lado del curro. Conseguido. Al final y sin trampear más me sale a pagar 69,28 euros (todo el día pagando). – llegar al curro. La de la varicela ha vuelto y en principio nadie más ha caído. – currar un poco. – ir a la piscina. Entre catarros, mocos, pereza y demás llevaba sin ir más de 10 días. He conseguido terminar entero y sin estornudar. – zamparme un plato de lentejas para recuperar el hierro perdido con la sangre. En Hacienda pitaba sin parar y en los bancos nada de nada… – volver al curro. Esta tarde me terminaré el plan de obra de la plaza de toros de Las Rozas. Alguien sabe que vale un burladero??

Puesto

Después de un día completo encerrado en casa, superpuesto de ibuprofeno, paracetamol, oximetazolina y el turulillo de Vicks, comiendo tele como hacía mucho tiempo y con el batín de cuadros a lo príncipe Carlos, hoy he vuelto a currar. Lo mejor para reponerte es, además de seguir poniéndome (reponerte=ponerte dos veces. No sé hasta cuándo lo mantendré), currar mucho. Toda la mañana mandando faxes como un descosido y ordenando todas las ofertas que recibí ayer. Y para remate me sale una nueva obra de andamios en la calle Mayor, adonde me he ido en la hora de la comida, a hacer afotos y tomar medidas de módulos, anclajes y blablabla. Estaba tan feliz al solete, apoyado en un buzón de correos haciéndome mi croquis cuando pasa por delante el Fiti. He dudado que fuera él porque con gafas de sol y gorra apenas podía verle la cara, pero era él. El Fiti. Siempre me encuentro con la gente que menos me apetece ver… Voy a ponerme un poco, que ya toca.

Incubando

Esta mañana, apenas cinco minutos después de sentarme en mi sitio, una compañera viene contándonos que una tercera está en casa con varicela. La solución parece fácil: que se quede en casa hasta que esté completamente curada y restablecida pero, siempre hay un pero, el virus tiene un período de incubación de 15 días, esto es, durante las dos últimas semanas ella estaba incubando su virus de la varicela y nosotros por aquí, respirando el mismo aire. Yo incluso comí con ella el jueves… Sé que sólo es la varicela, que yo ya pasé de peque, pero que se puede pasar dos veces. Sé que hay cosas peores, pero no me apetece nada de nada pasarme un mes rascándome y con más granos aún de los que yo ya aporto. Vaya sinvivir que nos espera de aquí en dos semanas. A mí ya me pica. Que no nos pase nada…

Gaticidio

PARENTAL ADVISORY Este post contiene partes que pueden herir la sensibilidad de según qué lectores. Los que tengan gatos que se abstengan de seguir leyendo. Anoche fui a cenar con un amigo al que le debía una cena a la terraza del parque lineal de Butarque. A esta terraza se llega a través de una calzada asfaltada, delimitada con bordillos a ambos lados y con resaltos de estos que ponen para que no corras. Yo no corría, iba despacio porque tengo las ruedas a punto de reventar del desgaste y además me suena una amortiguador, así que iba despacito y frenando dos metros antes de cada resalto. En una de estas veo cruzar a lo lejos un gato. No sabía que hubiera gatos; de hecho era la segunda vez que iba, así que si hubiera jabalíes, linces o mamuts tampoco lo sabría… Sigo el camino y justo cuando piso el freno dos metros antes del siguiente resalto por la esquina inferior izquierda de la luna del coche aparece un gato, o eso me pareció, porque dejé de verlo para sentir pum, pum, las ruedas pasando por encima de algo que no era el resalto. David me mira con cara de «qué ha pasado?» y yo sigo de frente. Miro por el retrovisor y veo un bulto que me parece un gato tendido en la calzada. Qué habrá pasado?? Cenamos, llegan 8 Policías Municipales (la terraza más segura de Madrid, sin duda) que supongo que quedan ahí después del servicio (?), se marchan, pago y nos marchamos. Camino de vuelta voy atento para no pasarme el lugar del accidente y, efectivamente, al llegar allí el gato sigue tendido en el suelo. Aparentemente no le pasa nada, pero el reguerillo de sangre que le brotaba debajo me indica que no sólo lo he matado, sino que ha debido de ser una muerte lenta. Yo iba a 30. A esa velocidad debí aplastarle sin causarle la muerte instantánea lo que le provocaría un destrozo interior y una agonía que no deseo para nada/nadie. Pero ocurrió. Tentado estuve de bajarme a ver e incluso hacerle la foto de rigor. Pero preferí pasar. El pobre gato quedó tendido en el suelo y nosotros volvimos para casa. Me sabe mal, pero la vida es asín.