Ironic

El calor era insoportable fuera. Lo comprobé al volver del cumpleaños de mi padre, primero, y en el manguerazo diario, después. Tanto calor hizo ayer que durante el manguerazo se me presentaran tres salamanquesas diferentes, de tamaños L, M y S, detrás de diversas plantas. La familia Pelaez de las salamanquesas. Dejé la ventana cerrada, porque dentro se estaba más fresco, bastante más. Acerté. A las dos de la mañana, cuando me iba para la cama, tenía un zoo volador al otro lado del cristal. La luz de mi flexo debía ser la única que iluminaba el patio común de la manzana. Me ahorré molestias y picaduras. No voy a quejarme de acostarme casi a las dos de la mañana por terminar una obra. Ni del trajín y las carreras de esta mañana por la oficina. Ni voy a hablar de la grandísima mano que me han echado dos compañeras para terminar, ni del diagrama de Gantt valorado que no he presentado porque no había tiempo para más. Ni siquiera del dolor de estómago que se me ha encajado y que no sé si responde al pincho de tortilla del desayuno, a los nervios, a las carreras, a la presencia de mi jefe preguntando «cómo vas?» cada tres minutos o a las cuatro míseras horas de sueño de anoche. Sólo quiero irme a mi casa; salir a la calle y derretirme bajo el incesante calor del día de la Vírgen de las Nieves. Isn’t it ironic, don’t you think?

Ingenieros

Algunos se creen que por venir con chaqueta, camisa y corbata son más guays que los demás, que venimos en zapatillas, vaquero y camiseta. Yo ya he aparentado bastante en el pasado. En invierno tienen calor y bajan la calefacción. En verano tienen calor y suben el aire. Pero las mangas no se las verás subidas nunca, no vaya a ser que se les arruguen. Soluciones de Ingenieros (Técnicos, no os vayáis a creer): Qué paciencia nos da el Señor…

Camino de la cama

Cuando a las cinco de la tarde entre por la puerta de mi casa (cuyas persianas he dejado antes de salir esta mañana convenientemente bajadas para que no se me caliente) me voy a tirar en la cama. Y pienso dormirme y no despertar hasta que mi cuerpo quiera levantarse. Igual es esta tarde, esta noche, esta madrugada o, como casi espero, mañana durante la mañana. El pasado fin de semana me di una paliza con los proyectos de andamio en la que dormí apenas nada y tecleé por todo el año. La noche del lunes en la que esperaba dormir me desveló una compañera del curro con un problema en casa. Anoche, de perdidos al río, la previsible gran final de OT. Y esta mañana me dormía, de pie, en el tren. Pero quedan horas para que me vengue en forma de supersiesta-inicio del puente de Santiago y cierra España. Mañana 24 no curro, por si quedaban dudas. El convenio, ese gran invento. Y el viernes tampoco, que este año es fiesta en Madrid. Así que hasta el lunes nanai. Y qué bien, la verdad. Tengo que hacer cosas, claro; tengo que recoger los proyectos presentados, bajar a Toledo, arreglar cosas en el banco, hacer la compra, planchar, limpiar y preparar mi casa para que mis amigas celebren en ella su cumpleaños (como si fuera el castillo de Viñuelas), pero también tengo entradas para la zarzuela, el mencionado cumple, posiblemente una visita a la piscina (la descubierta) y quién sabe qué mas. Pero todo eso a partir de mañana. Hoy me espera la cama. La oigo llamarme. No me puedo resistir…

Donde todo comenzó

Llevaba folios, un par de bolis, un lápiz, el iPod, una botella de agua y una carpeta con los planos para rellenar un poco la bolsa. Cogí el alfita y me subí a la Escuela. Aunque estuve en san Cemento, hacía tiempo que no entraba dentro del edificio, unos cuatro años, desde que fui a recoger el Título y no pasé de secretaría, del vestíbulo de la entrada, vamos.  Hoy tenía que cruzarlo, enfilar el pasillo de la derecha hasta el fondo, luego el de la izquierda, bajar dos plantas y llegaría a la biblioteca. Ahí es nada la ruta. Entré. Había gente haciendo cola en la puerta de secretaría. Ahora sobre la puerta hay una pantalla para saber cómo van de llenos los grupos en la matrícula (como cuando vas al cine y en la pantalla de la taquilla te pone cuántas entradas sin vender quedan). Está bien pero es un poco agonía ir viéndolo llenarse y ver que no entras… prefería la sorpresa. Yo enfilé hacia el pasillo. No puedo evitar tener la sensación de sentir que todo el mundo me mira al entrar y me sigue con la mirada, no puedo. Seguramente nadie se dignó a mirarme, pero cada uno tenemos nuestras cosillas… Bajé al submundo que es la biblioteca que, cosas del desnivel, está al nivel de la calle aunque sea el sótano menos dos. Ni Perry. Bueno sí, el bibliotecario de turno. Le digo que «vengo a consultar una Norma» y me señala el ordenador. Le aclaro que «la buscaba en papel» para hacerle fotos con el móvil copiármela a mano (porque no se pueden sacar de allí) y me dice que si tengo un pendrive me la descarga en un plisplas. Se me para el corazón un segundo porque creo que no lo tengo. Rebusco en el bolsillo del vaquero. Llaves de casa. Llaves del coche. Aquí está. No, mierda, es el mechero. Monedas. Gota de sudor cayéndome por la frente y por fin toco… el pendrive. Ya me veía como había imaginado en casa: copiando como un hijoputa la norma a mano, echándole fotos con el móvil a los dibujos y todo a toda velocidad antes de que cerraran con la simple compañía del iPod y la botella de agua… Pero no, ahí está mi pendrive para salvarme la tarde. Y aún así me aclara el bibliotecario que de todas formas también dejan escanear la copia en papel. No sé que pensarán de esto los de Aenor… A la vuelta, porque la excursión a la Escuela estaba terminando y no llevaba allí ni diez minutos, me pasé por el pasillo donde todo comenzó, donde estaba nuestra clase y donde se desarrolló el episodio de la Pipa. Y ahora paseo por aquí como profesional liberal… me da la risa floja.

¿Verano?

El año pasado llegamos a currar el lunes 2 de julio y nos llevamos una gran sorpresa: sopresa!, nos vamos a las 3! Sabíamos que había un mes, el de agosto, de intensiva pero, de regalo y en el último momento, nos dieron julio también. Claro, lo disfruté a tope. Y por disfrutar me refiero a echarme la siesta casi a diario, comer en mi patio a la sombrita, ver tele sin más y salir, poco, a tomarme una cañita a última hora. Este año esperaba la jornada como agua de mayo, después de una primavera rara rara rara. Y llegó. Pero, al contar con ella con antelación ya había adjudicado menesteres a esas horas extra de más. Cuando no me ha tocado quedarme a currar, claro. El año pasado sólo era asalariado. Se me caía el lápiz en la Copisa a las 3 y hasta la mañana siguiente no lo levantaba; pero este año además soy profesional liberal y eso, unido a que este mes ha surgido mucho curro, me convierte en un esclavo del tiempo que va siempre con la lengua fuera. Y estoy cansado. Muy cansado, físicamente sobre todo. Y algo más gordo, porque me paso casi todo el día sentado, no nado, no consigo encontrar regularidad para salir a correr aunque sea un ratín y llevo todas las cosas, todas, arrastras. Mal fatal. Por contra parece que el verano va a prolongarse un poco más. Yo soy de los que el 15 de agosto ya está pensando en el año nuevo y en empezar con las rutinas de nuevo, pero este año voy a tener que retrasar esos pensamientos algo más allá de septiembre porque el sacrificio de este mes de julio entre estructuras metálicas, salas VIP, andamios tubulares y andamios motorizados, puede que me deje un par de meses para disfrutar de verano, vacaciones y una serie de citas y compromisos sociales y familiares que me apetecen mucho.  A ver si realmente a partir del miércoles que viene empiezo a tener conciencia de que estamos en verano. Que alguien salga y se lo pase bien, porque a mí me toca clausura con la norma UNE EN 1495:1998.

Cosas que hacer el día de la Virgen del Carmen

[Siguiendo con la serie «Cosas que hacer el día de«] – acostarme a las dos de la mañana dejando la plancha sin acabar después del maratón de anuncios interrumpido por canciones que es Operación Triunfo. – levantarme cuatro horas después. – oir tronar mientras me afeito la cabeza. – desayunar viendo relámpagos. – zamparme cuarenta minutos en las líneas C5 y C7 de cercanías y cinco en la 8 de metro. – quedarme dormido en todos los transportes públicos. – organizar una red Pert en el project para que luego no me la salve. – repetirla. – comprarme un sandwich mixto y una cocacola para comer. – comerme el sandwich para comer sin cocacola porque alguien se la ha bebido (momento Ross Geller y el humidificador del bocadillo de pavo). – salir a las 3. Viva la jornada intensiva! – zamparme cinco minutos de línea 8 de metro y 25 de la C2 de cercanías. – volver a sobarme. – ver un andamio para una piscina cubierta rarísima. – zamparme otra vez los 25 minutos de la C2 mientras hablaba con el destornilleitor y los cinco de la 8. – volver a la Copisa. Viva la jornada intesiva. Viva! – terminar los anejos de los cojones de la presentación de mañana. – salir del curro más tarde que cuando no hay jornada intensiva. – zamparme cinco minutos de linea 8 de metro, 35 de la 10 y diez de la 12. – sobarme en la 10, guanmortaim. – llamar a telepizza ipso facto nada más llegar. – sentarme a hacer un diagrama rarísimo (que no hace falta, pero bueno) para la mierda de obra de la sala VIP de los cojones del aeropuerto. – postear después de diez días. Son las 11 y cuarto. Qué hago: a) me voy a sobar (sí, sí, esa esa!) b) termino la plancha (buhh noooo fuera!) c) me hago el plano de los andamios (diablillo sobre el hombro izquierdo: «pasa de todo, vete a ver la tele…»; angelito sobre el derecho: «piensa en la pasta si te quieres ir unos días de vacaciones…»)

Infidelidad

La semana pasada me llamaron de un consulting (las palabras textuales de mi interlocutor fueron «somos una empresa de cazatalentos») para una entrevista. Quería que le mandara un CV para ver si encajaba con lo que buscaba y concertar una entrevista. Le dije que sí, porque a todos nos gusta que nos ronden y porque nunca había entrado en las Torres de Colón y era una oportunidad. La entrevista en sí fue bien. Tuve que hacer esfuerzos por contenerme en varias ocasiones. El consultor tenía frenillo y palabras como responsabilidad, obra, proceso o Dragados sonaban a chiste. En general todas las erres, pero fui capaz de guardarme las sonrisas. Resulta que me llamaron a mí porque «un antiguo compañero nos ha hablado de ti y piensa que puedes encajar». Creo saber quién es pero me hice el sueco (él tampoco quiso decirme más). De cualquier forma, y en el supuesto de que la cosa avanzara bien, va para largo; incluso me preguntó por las vacaciones para respetármelas, un detalle. Pero ayer en la entrevista me di cuenta de varias cosas. La primera es que mi CV cada vez encaja mejor en determinados puestos por lo completo que parezco (al menos sobre el papel). La alternancia obra/oficina y el rosario de constructoras grandes, medianas y pequeñas por las que he pasado han configurado una forma de trabajar que coge lo mejorcito de cada casa. La segunda me gusta menos y propició la primera crisis del verano. El entrevistador me preguntó por el futuro. «Cuáles son tus objetivos para el futuro? Cómo te ves en unos años?» «Calvo, como verás, ya no», acerté a decirle mientras improvisaba/pensaba una respuesta que no sonara a virgencita, virgencita, que me quede como estoy. Y ya toda la tarde y toda la noche dándole vueltas al molino del futuro. No soy muy futurista. Mi vida se configura de 3 en 3 meses y mirar más allá de ese período no me interesa por infructuoso; pero es cierto que en este verano, con independencia del desenlace de esta infidelidad, debo empezar a plantearme cosas. Y es algo que no me mola nada de nada.

Última semana

Por ser el pasado el penúltimo fin de semana antes de que comience el verano a los efectos laborales y personales, me tocó currar en casa. Había que entregar hoy una obra para la que no tenía más referencia que otra, en papel. Así que todas y cada una de las hojas que se incluyen en el Sobre B: Documentación Técnica, desde los A4 hasta los A1, han sido tecleadas, caracter a caracter, por estos deditos largos que teclean ahora este post. Hubo momentos en los que me sentí supersecretaria, pero el mosqueo general rebajó la sensación. Paso de hablar del CIS de Murcia, esa mal llamada cárcel para presos en tercer grado, que parece hasta más acogedora que un hotel. Me sorprendió que hubiera distinción entre presos y presos «agitados». Me sorprendió ver las salas de los vis a vis, y me sorprendió mucha de la literatura de la memoria, como aquella que pone en enfrentamiento la evacuación en caso de incendios con el régimen de «privacidad de libertad» para el que está diseñado el edificio… Entregada. Gracias a la ayuda de dos de mis compañeros (gracias!) y a pasarme un finde completo currando en casa. Pensaba tocármelos hoy, leer mucho blog y mucho análisis del gran partido que estuvo a punto de pararnos el corazón a más de uno. Pero no. Ya tengo dos más encima de la mesa. Una completa, y digamos fácil, porque repito localidad y los subcontratistas ya están localizados, y otra no tanto, que me hará viajar a Valencia posiblemente la semana que viene. Un viaje ridículo porque no llegaré a salir del aeropuerto. Sólo para hacerle cuatro fotos a una sala VIP y para que me vea el Director de Obra. Esta semana va a ser grande. Lo presiento. Lo necesito. El viernes eché cuentas por encima sobre asuntos macro y microeconómicos personales y me llevé una alegría (por fin) que tengo que concretar en los próximos días. Puede que las cosas se enderecen algo esta semana. He de afinar esos números y esperar la resolución de algunos temas más. Cuentas el lunes, reunión el miércoles, la roja el jueves (y el domingo). A ver cómo llego al domingo. Este tipo de pensamiento es raro en mí, pero espero llegar pletórico.

Prepuente

Mayo es como diciembre, pero sin cenas de empresa y sin paga extra. Se trabajan (al menos en la construcción) los mismos días que se libran, así que guay. Esta semana es de nuevo semana prepuente porque, aunque para la construcción este tampoco es un puente como tal (porque el viernes es fiesta de convenio) el hecho de que la fiesta del 15 sea local y la del viernes inexistente, sí genera sensación de puente. El jueves es el típico día en el que todo el mundo que trabaja pero no reside en Madrid aprovecha para ir al banco, a Hacienda, a comprar a saco a los centros comerciales de la periferia que sí abren y otras muchas cosas. Eso sí, siempre en coche. Esto propicia atascos como los de la operción salida, pero sin salir siquiera de tu localidad de residencia. Yo hace años que no saco el coche en la mañana de San Isidro porque es simplemente imposible. En fin, que aún quedan tres días de curro para que todo eso pase. Mis becarias y un compañero del departamento se van esta noche a Roma, así que estos dos días van a ser tranquilos por aquí. Aprovecharé para sacar trabajo, que otra cosa no, pero desde que tenemos bicefalia, abunda cosa mala. Encima de la mesa (y por el suelo) tengo cinco proyectos de diversa entidad. Tres económicas y tres técnicas (que me molan más y son más agradecidas, como dice mi madre). «Centro Social en Chiloeches» (técnica, que hay que currarse fetén para que sirva de puerta a otras que van a salir; por cierto este edificio va en una glorieta, never seen); «Adaptación de plantas 2ª y 3ª de Cardiopulmonar y Oncohematología en el Hospital del Bierzo», Ponfe (técnica también, que da un poquito de mal rollo porque hay que imaginarse las salas de espera con toda esa gente que espera para que le den quimio), «Reforma de un edificio del Ministerio de Economía en la calle Silva» de Madrid (económica, aunque la técnica se las trae: los camiones entrando por el McDonalds de Gran Vía sin semáforo y saliendo por el Nike Store; va a ser mítica esa obra); «Oficina para la Seguridad Social en Alcobendas» (económica) y, tachán, «130 VPP en Aranjuez» (económica y técnica) de 12 kilitos. No me gusta estudiar viviendas, pero alguna vez tenía que caer una de las pocas promociones públicas que aún salen a concurso. Todo esto en prácticamente 5 semanas y rezando para que no me enchufen más entre medias. Y para colmo una compañera de aquí me ha hecho una proposición indencente profesional para que le redacte un Proyecto de Segregación de la casa del pueblo… en Santander. Aún no sé si se lo haré, si me tocará subir este puente o qué, pero la propuesta está encima de la mesa… y son pelillas extra. A ver qué pasa. Mientras tanto seguiremos escuchando a los pesados del Atleti hablar y no parar. Parece que se hubieran clasificado para seminifinales de la próxima Champions y básicamente lo que están es preclasificados. Pero bueno, para una vez que llegan a algún sitio que no es segunda… Podría contar, ya que me he extendido más de lo habitual, la obra de teatro que 17 endividuos de la Copisa fuimos a ver el viernes, «Qué pelo más guay», pero voy a pasar para no alargarme más. O que ayer cuando cesó el diluvio universal descubrí que mis tulipanes que prometían salir ya no lo harán, que tengo la hiedra llena de miseria, que tengo que fumigar las plantas, que me han germinado 3 semillas por sorpresa que planté hace cosa de un mes y de las que no tenía esperanza, que el patio necesita un barrido de nivel intenso o que tengo unas margaritas naranjas que combinan a la perfección con el gris plomizo de este mayo raro. Pero me voy a quedar aquí y si algún tema interesa al público, lo ampliaré en próximas entradas.

Terminado

Hoy se termina mi contrato laboral con la Copisa. Y es una gran noticia, porque no terminaba un contrato desde 2003, justo antes de pasar a la Ciudad Financiera con Dragados donde no los terminaba porque me cambiaban de puesto cada dos por tres. Y luego he sido incapaz de terminarlos en todos los sitios por donde he pasado porque siempre había una mejor oportunidad que me llevaba a cancelarlos. O me echaban. Por lo tanto he de decir que estoy bastante satisfecho y contento de poder haberlo llevado a cabo finalmente. Así que hoy se termina mi contrato. Mi jefe me dijo ayer que le habían llamado de Barcelona para preguntarle que qué hacían, que si me lo renovaban o no. «Qué hacemos? Te renovamos?» me pregunta descojonandose. Mañana miércoles comienza el año dos, con una novedad. Desde el lunes pasado tenemos un puesto intermedio, por lo que ya no es mi jefe directo ni mi superior inmediato. Y hay mogollón de curro. Y me da miedo saltarme al nuevo porque aquí y con él todo es tan normal y taaaan fácil. A ver qué pasa. Y viva el vino!

Sobeta

Fin. El buenrrollismo se ha terminado como si a la chavala del anuncio la raparan la cabeza en el backstage. Y todo porque me he sobado como un campeón. Me revienta sobarme por dos motivos. A saber: 1. Llego al curro unas dos horas más tarde de la hora oficial de entrada. Y eso no mola nada, claroqueno. Ya me echaron de un curro por sobeta. 2. En la estación me cruzo con hordas de jovencitos llenos de piercings, crestas, peinados imposibles, zapatillas de mil colores, camisetas llamativas (y molonas) y carpetas que vienen a la Universidad. Me miran con cara de «dónde va este calvorota con cara de sobeta«. Yo ni les miro. Me hacen sentir mayor. Me hacen sentir calvo. Me hacen sentir poco moderno. Me hacen sentir que es la hora de ir a clase y no al curro. Además en cuanto que hace un poco bueno te acabas cruzando con dos o tres en bermudas y otro par de ellos en chanclas (palabra). A mitad de camino decido escribir este post en el móvil para ahorrar tiempo y descubro que me lo he dejado en casa. Feel the rain on your skin. Para más inri en este día de bofetada temporal hoy es San Cemento. Qué hago, voy? Me voy a encontrar a una generación de jóvenes aprendices de aparejadores borrachos como cubas en el aparcamiento de la que fue mi Escuela y ahora es la suya. Feel the rain on your skin. Y seguro que coincido con alguno de mi quinta que intentará contarme lo superjefe de obra que es y el miedo que tiene a quedarse en el paro por hacer viviendas mientras que yo soy un simple sobeta de estudios. Feel the rain on your skin. No one else can feel it for you. Feliz san Cemento everybody.

Chica Pantene

Hoy me he levantado dando un salto mortal contento. Cuando ha sonado el despertador he dudado si levantarme o no, pero al final he decidido deque sí. Cielo despejado y parece que sol. Me ducho, me visto, desayuno y me voy para la estación. Me he sentado a la primera en el tren. Y me he quedado medio frito, claro. Luego en Méndez Álvaro he vuelto a sentarme en el otro tren. Y me he vuelto a quedar medio frito. Al cambiar al metro en Nuevos Ministerios se rompió la racha y me tocó ir de pie y apretado, pero como venía despejado después de las dos minisiestas, no me importó. Subiendo la calle Colombia venía preguntándome cómo puedo sentirme chica Pantene si no tengo pelo. Estaba como feliz, como raro. Y hoy era un día para no estar raro. Si no hubiera llevado a Weezer sonando en el iPod seguro que a lo lejos se oiría a Natacha Bedingfield cantando la cancioncita del champú. Llego a la oficina, aún sin fumar entodavía y mi jefe me dice que nos han adjudicado una obra que estudié yo al completo: la económica y la técnica. Una piscina cubierta en Guadalajara. Engordo de la satisfacción e imagino un plano de una cabellera rubia superlarga girando a cámara lenta. Ayer me fumé sólo 8 cigarros. Hoy cierro otro pabellón cubierto en Antequera. Mañana es San Cemento. Feel the rain on your skin. Naino naino naino naino…

Sé que os gusta

Por eso os cuento la excursión de ayer. Nos invita Iberia (por enésima) a una subasta electrónica. El concurso versa sobre la adecuación de una nave existente en Barajas para volver a darle uso. El edificio está incluido en el catálogo de edificios protegidos bajo el epígrafe Arquitectura Industrial del Movimiento Moderno. Y está abandonado! Como el calvorota de instalaciones no puede venirse me llevo a su becaria. Nos hacen ir hasta La Muñoza para después, y en un desfile de coches a lo funeral, llegar hasta el edificio que está delante del aparcamiento de la T1. La nave es simple. No tiene mayor encanto que su cubierta de diente de sierra que me gustó mucho, mucho, mucho. Pero ya. Nada más. Hay que demoler muchas zonas (interiores, of course), cambiar todas las instalaciones, fresar las soleras, cambiar cristales, repasar la cubierta, arreglar goteras… pero no hay Proyecto!! Hay que redactarlo, valorarlo y ofertarlo. Y todo en 15 días. Ahí decidí unilateralmente (y sin contar con mis superiores) que pasabamos de presentarnos. Así que por no hacer un feo nos quedamos hasta el final, a pesar del frío, y cotilleamos un poco. Y descubrimos, además de un gato que salió haciendo fú como el idem de un foso, que como buen taller que se precie, tiene tetas. Aquí una muestra pero había bastantes más. Y como sin tetas no hay paraíso y aquí había bastantes pares dedujimos que la nave era el paraíso terrenal. Sobre todo cuando recibimos la bendición Urbi et Orbe en la sala de pinturas de la mano del desaparecido «Juan Pablo, segundo, te quiere todo el mundo». Amén.