48 horas

Después de 48 horas en Cork, Irlanda, ya puedo hacerme una pequeña idea de las diferencias y similitudes con nosotros.

Por similitudes, una burbuja inmobiliaria que creció hasta explotar y que hizo proliferar innumerables promociones de casitas de dos alturas con tejados a varias aguas y pendientes y jardín delantero y trasero. Allá donde vayas parece que estés en Weeds, sólo que ni esto es California ni, que yo sepa, ninguna vecina pasa maría. Me dice mi host que aquí el Gobierno también tuvo que recapitalizar varios bancos que, como los nuestros, en su día te daban dinero para casi cualquier cosa y ahora no sueltan prenda. La diferencia es que el Gobierno de aquí se quedó con todos los activos inmobiliarios que tenía la banca, pagándoselos a menos precio del debido, y poniéndolas a disposición en un mercado social, con precios más bajos que los del mercado libre. Y llamó rescate al rescate. Y como en España, me dice que cambian de tendero, pero no de ladrón.

Por diferencias muchas, sobre todo esas cotidianas que no te explicas. Por encima de todas, el sentido de la circulación. Es bastante milagroso que aún no me haya llevado un coche por delante cuando al cruzar la calle mi mente y mis ojos miran hacia la izquierda, cuando en realidad los coches vienen por la derecha. Y no digamos cruzar una glorieta. Algo complicadísimo, herencia de los británicos que mandaron aquí hasta hace poco menos de un siglo. Los autobuses solo tiene una puerta delantera por donde se entra y se sale (a la izquierda, of course). En la ciudad puedes encontrarte edificios cuya dirección es un nombre, el del edificio, seguido de la calle en la que está. Nada de números y, cuando los hay, para nada han de ser correlativos o pares o impares según la acera; supongo que para ser cartero habrá que tener un Grado en Orientación y Google Maps…

No voy a hablaros de la comida. Ahora me toca bajar a cenar (sí, a las 6 de la tarde). Las dos tardes anteriores la cena ha sido rara, pero no he dejado nada. Si sacamos factor común, la patata cocida se queda fuera del paréntesis. Lo demás, todo comestible, algunas cosas muy insípidas y otras deliciosas. Pero llena lo suficiente como para que a las 10 de la noche (sí amigos, a las 10 de la noche me acuesto, aún de día) aún no tenga hambre, ni me levante (a las 6 de la mañana, doce horas después de cenar) con ganas de comerme a mi padre. Y tampoco voy a hablar del tiempo; el domingo llegué con 12º y diluviando y hoy he pasado el día en manga corta desde que salí de casa a las 8 hasta ahora mismo. Y el sol que me da en la cara ahora mientras escribo, calienta.

3 thoughts on “48 horas

  1. Llevo una semana desconectada y ya leo que estas metido en el tema.
    Jo. Que diferente. A mi me costaría mucho cambiar los hábitos. Soy bastante maniática jiji.
    Me encantan las fotos. Que bonitas. Y que envidia de vistas!!!
    Saludetes!!

Comments are closed.