Solterón

El ‘single’ vuelve a ser un simple solterón La opción vital de la soledad que proliferó en tiempos de bonanza vive horas bajas El paro y las dificultades le han quitado todo encanto Amanda Mars 27/03/2009 – El País Se le estropea a usted la comida en la nevera. No tiene pareja, vive en una ciudad y tiene un trabajo que le permite mantenerse a sí mismo. Los estadounidenses, que lo rebautizan todo, dijeron hace cinco años que no era un solterón, que era un single, que los hombres eran metrosexuales y las mujeres freemales (libres o sin hombres). Dijeron que era usted el niño bonito del departamento de marketing de cualquier multinacional, porque gastaba un 40% más que el miembro de cualquier familia. Que es hedonista, porque como no tiene a nadie que dependa de usted, viaja varias veces al año y sale a cenar fuera cada semana. Que hace 18 años, su grupo representaba el 13% de la población española y que hoy ya son el 22%, hasta 3,5 millones de hogares. Que se iba usted a comer el mundo. Pero la crisis no perdona, y ejercer hoy de single en España es más difícil. Los solos -o impares, como se suele traducir en España-, no sufren la crisis más que los demás. Pero la sufren. Hay 155.700 hogares formados por una sola persona que está en el paro, un 74% más que hace un año. El número de quienes buscan compañeros de piso, a la vista de algunos portales de Internet, casi se ha duplicado. El crecimiento de hogares unipersonales después del incremento trepidante, echa el freno. Y las separaciones, esa fábrica de singles que trabajó a pleno rendimiento con el divorcio exprés, ha bajado ahora el ritmo, por el fin de ese efecto y también por la crisis económica. Eso sí, su consumo es el que mejor aguantó el tipo el año pasado. «Es que el del single ha sido un fenómeno económico en España. Hemos vivido 10 años de casi pleno empleo en el que la gente ha podido emprender proyectos individuales y los han llevado a su máxima expresión social. Después de haber estado estigmatizado, ha habido cierta glorificación del soltero, la imagen de que tenía el mundo a sus pies», reflexiona el profesor de marketing de IESE José Luis Nueno, experto analista de consumo. Patricia F. reniega de la etiqueta que las consultoras de consumo han decidido colgarle. Aunque por sus condiciones de vida es una single de libro. Soltera, con 40 años y 12 de experiencia en el sector, la empresa de informática en la que trabajaba dio un tijeretazo a su plantilla el pasado enero y decidió prescindir de ella, que cobraba 3.000 euros brutos al mes y podía vivir sola en su piso alquilado en Barcelona. «Porque con el paro, no tengo ni para la mitad de mis gastos. Lo he recortado todo: salía a cenar fuera como mínimo dos veces por semana, y ahora sólo salgo si se organiza la fiesta en casa de amigos. No soy de comprar mucha ropa, pero si algo me gustaba, no tenía que pensarlo. En momentos así trabajas para ti, vives como te apetece, pero ahora no», resume esta licenciada en Filosofía y Sociología, dentro de su nueva economía de guerra. De vivir sola, también ha pasado a buscar un compañero de piso para ayudarse a pagar los 600 euros de alquiler. «Pero eso tampoco es tan fácil ya como antes, porque ahora hay mucha gente alquilando habitaciones que le sobran para pagar la hipoteca, y los precios bajan», asegura. (…) Además de económico, el de los singles ha sido un fenómeno demográfico, alentado por el baby boom (nacidos durante la explosión demográfica de entre 1960 y 1975). De ahí la explosión de nuevos productos (minienvases para personas que viven solas) o negocios (agencias de viajes especializadas) a las que ha dado lugar. El de los solos es también el único sector cuyo consumo creció el año pasado, según los datos de TNS Worldpanel. Sus compras en alimentación, bebidas o droguería subieron un 2,3%, cuando el resto del grupo formados por parejas con hijos o personas solas con descendencia bajaron. Pero cuando un hogar formado por una sola persona entra en crisis, la estructura se tambalea. Una opción, en ocasiones, es regresar al hogar paterno. Y no es un trago fácil. A Rosa Alonso le acaba de ocurrir, a los pocos meses de estrenar su soltería. Dentro del microcosmos del single, ella, con 23 años, pertenece al sector más joven. Vivía en un piso de alquiler con su pareja, compañero de trabajo de una de esas firmas intermediarias de hipotecas que brotaron como setas con el boom del mercado del ladrillo, hasta que rompió hace unos meses. El pasado febrero, la compañía, caída en desgracia, cerró y dejó a ambos sin trabajo. Acaba de volver a casa de sus padres. «Y no me siento muy single ahora, claro». «Esto es algo que ocurre en las recesiones, suelen servir para la cohesión familiar. Porque al final, en momentos así, sale la familia al rescate, ésa es la red en países como España. Las otras redes, las sociales, son más para chatear», apunta Nueno. (…) A la nueva situación mundial se añade la dificultad consustancial a la naturaleza del solo: «Los costes de la vida, como la comida o el mantenimiento del hogar, son más altos por cabeza para las personas que viven solas». «Y también pagamos más impuestos que nadie, porque no nos desgrava nada», se queja Patricia. Ejercer del single prototípico requiere que a uno le vayan bien las cosas. Martín Vivancos, profesor de la escuela de negocios EADA, va a la esencia básica: «Podemos decir que hoy son dos las clases de single: el que no está afectado por la crisis y el que sí lo está, y éste ve su nivel de consumo afectado». Es uno de los motivos por los que el turismo de fin de semana, la restauración y los locales nocturnos, los lugares de recreo habituales de grupos de impares, ven adelgazar sus ingresos. Como en el caso de Patricia y sus fiestas caseras en casa de amigos. Según Vivancos, «hay una propensión a ello. Cada vez más aparece el hogar como centro de ocio, con DVD, videoconsolas Wii… Es algo muy afianzado en otros países europeos, pero en España no lo era tanto». «Y el gran peligro de éstos», añade, «es que la gente descubra que se lo pasa bien en casa. Es interesante y amenazante al mismo tiempo para el consumo». Los restaurantes han visto caer sus ingresos en general. José Luis Guerra, presidente de la Federación Española de Hostelería, explica que «no se puede distinguir entre todos esos singles y el público en general, pero la caída ha sido generalizada. En lo que va de año, el gasto está cayendo entre un 9% y un 10% mes a mes». No bajan las visitas a los restaurantes, pero sí el gasto: de los dos platos se pasa al primero a compartir, y del postre, al café directamente. (…) Vicente Pizcueta, que es portavoz de Empresarios por la Calidad del Ocio Nocturno, admite que la frecuencia de las salidas nocturnas ha bajado, de seis mensuales a una, y que las ventas -de entradas y bebidas, cuando uno habla del mundo de la noche- bajan un 10%, además de que está migrando la diversión dentro de los hogares. Pero lo enmarca en una tendencia que percibe desde la última década, no vinculada con la crisis. Pizcueta advierte de que ha trabajado muchos años en el sector de los locales nocturnos para dar una versión muy diferente de José Luis Nueno y su teoría económica de los singles. «Pero, a ver, ¿qué es in single? Es una persona que busca una segunda juventud con mayor poder adquisitivo. Y lo que ocurrió en España es que pasó de estar mal visto a estar de moda. Sin más, pero sólo son personas que buscan conocer a otras personas, así que seguirán saliendo por la noche a poco que puedan», apunta Pizcueta. Lo mismo piensa el dueño del bar Minusa, en Barcelona. «Están fallando más las parejas que los solteros; éstos salen siempre, por fuerza. Al resto hay que estimularles con precios más bajos». Pizcueta sentencia: «Algunos saldrán menos, pero para otros las noches no se pueden acabar. Con crisis o sin ella, el single sólo es alguien que sale a buscar contacto con el sexo opuesto». O con el propio.

A ciegas

La semana pasada estuve a ver The Reader. La película, y el cómo se te queda el cuerpo, merece una entrada aparte, pero lo anoto aquí porque antes, en los tráilers, empecé a ver imágenes de algo que me resultaba conocido, familiar. Hasta que giré la cabeza y decidí no seguir mirando la pantalla. Justifiqué mi extraña actitud en que estoy leyéndome un libro, ese libro, y no quiero saber nada de esa película, que desconocía hasta ese momento; hasta que lo termine al menos. Esta mañana me encuentro en El País la noticia de la presentación de la película en Madrid. Sobre el papel las cosas parecen más asépticas, sin imágenes, así que lo leí. Pero después, mientras comía, y casi a bocajarro, Ana Blanco (por la que recibo bastantes visitas, por cierto) nos ofrece esa misma noticia no sólo con las imágenes de la presentación sino con imágenes de la película. Y ya mal. Mal, porque en mi cabeza ya había creado todo un universo en torno a la historia y sus personajes y ahora, lo quiera o no, veré las caras de  Julianne Moore y Gael García Bernal en lugar de las mías cuando mañana, de camino a la piscina, vuelva a abrir las hojas de «Ensayo sobre la cegera» de José Saramago. Esto me demuestra que no se puede, por mucho que se intente, ser ciego ante determinadas cosas, noticias, situaciones o circunstancias. Antes o después, acabas por verlas, lo quieras o no.

Seminarista

La capacidad del flamante nuevo auditorio del Colegio debe rondar las 100 personas y estaba lleno, más o menos, al 80-90%. A mi me invitaron por estar dado de alta en la Bolsa de Trabajo del Colegio y desempleado, como casi todos los asistentes. Por delante cuatro horas de seminario gratuito (un detalle para las circunstancias) bajo el título Técnicas de actuación ante la nueva situación del mercado laboral, cuatro horas, una detrás de la otra. Primero nos hablaron dos abogados sobre temas jurídicos y legales que ya conocía casi en su totalidad, al menos en lo que me incumbe. Uno de ellos era externo y el otro del Colegio. Un crack este último porque gracias a frases como «la cámara de fotos es tu mejor amigo, ni perro ni nada»,  «los autónomos en teoría estáis trabajando, aunque no trabajéis. Para la Administración, no trabajáis porque no quereis» ó «para que te concedan un aval hoy en día hay que estar emparentado con el Vaticano» consiguió que no cayera roque en la delicada primera hora de un curso vespertino, que siempre coincide con la digestión. Luego habló una mujer sobre líneas de crédito y creación de empresas y, mientras, hojeé un libro que nos han editado para la ocasión, una especie de Guía para sobrevivir al desempleo en la construcción en el nuevo siglo. Cuando terminó la mujer nos dejaron quince minutos para descansar. Y fumar; casi no he fumado hoy entre curso y piscina. En lugar de bajarme a la calle, que estaba dos plantas por debajo, me subí a la azotea, que estaba dos plantas por encima. Siempre es mejor fumar viendo cosas así: Después del parón la responsable de la Bolsa de Trabajo nos contó por enésima cómo se hace un currículum y una carta de presentación y cómo se afronta un proceso de selección y una entrevista y esas cosas de siempre, aunque en el fondo fueran divertidas sus anécdotas y útiles sus consejos. Y quedaba una última hora, reservada para otra de recursos humanos que yo pensaba que nos iba a contar más de lo mismo. Pero no. Con ella tuvimos que pensar; hubo que aparcar a un lado términos técnicos, económicos y jurídicos, por otros, más difíciles de asumir y de decir en alto: frustración, incertidumbre, fracaso, culpa, decepción, miedo, ansiedad, estrés, angustia, palabras que salían de boca de gente que las sentía, como las he sentido yo. Elena nos ayudó a decirlas en alto y a afrontarlas, como el resto de problemas. Y nos dijo que habláramos, que no lo guardáramos, porque «cuando uno habla [o escribe], ordena sus pensamientos».

Ayer y hoy

No sé como llegué a ese vídeo, pero al final acabé ahí, viéndole. Entonces empecé a reirme, a carcajadas, no por el vídeo, sino por el recuerdo. El recuerdo me ha llevado a 1988, a una clase de música en el colegio. Aquellas clases consistían en intentar aprender lo que era un pentagrama, las notas, su colocación y cómo convertirlas en música con ayuda de una flauta. Y demostrarlo, claro. La demostración consistía en interpretar una pieza y había que hacerlo de uno en uno y los demás, mientras, escuchábamos. En general lo hacíamos, pero eso no era incompatible con leernos las revistas que para la ocasión las chicas se traían. Y allí estábamos, escuchando una y otra vez La canción de la alegría, mientras veíamos a las estrellas adolescentes del momento, las nuestras, y leíamos los consultorios sobre sexo, mi primera vez o el clásico «Cuéntaselo a Emma». En aquellas revistas descubrí a Jason Donovan y su pelo rubio rubísimo y su tazón. Yo quería tener un pelo así, porque por entonces tenía pelo como para poder desearlo, y para conseguirlo me lo aclaraba con manzanilla y todo. Nunca conseguí tenerlo igual, mientras lo tuve en aquellas cantidades, que ya casi ni recuerdo. No he podido dejar de recordar todo esto y reirme de ello y de mí al ver al hijoputa del Jason Donovan con casi el mismo pelo que hace más de 20 años. Ayer: Y hoy:

Documentales

Seré honesto: no veo los documentales de la 2. Ni de la dos, ni de la tres, ni de ningún sitio, porque no me llaman la atención, no me atraen. Prefiero otros documentales, de hábitats más cercanos, en los que vea cómo se desenvuelven esos otros animales con los que tratamos a diario; de nada me sirve saber cómo se comporta un oso en montañas lejanas o desiertos remotos, como decía el otro; prefiero el comportamiento de la especie que tengo enfrente. Será porque siempre que he visto alguno acaban saliendo bichos asquerosos ampliados mil veces que me provocan picores sólo con verlos. O será porque mi recuerdo más antiguo, con tres años, es el de la vieja televisión en blanco y negro, con Félix Rodríguez de la Fuente mostrando imágenes del águila real cazando un cervatillo en los Picos de Europa, cuando de repente, pum!, la tele explota delante de mi y mi tortilla francesa y se queda en negro. Sea por lo que sea no suelo verlos. Pero a veces se dan varios factores independientes entre sí que hacen que lo imposible se convierta en posible. Y esto ha sucedido con un documental de la BBC, que da la 1 los domingos a mediodía y que, gracias a mis Reyes, grabo y veo después del telediario. Claro, no es lo mismo ver un cocodrilo atacando un rebaño de ñus bebiendo en el Nilo en 32 pulgadas panorámicas, mientras el pobre ñu grita de dolor por los cinco altavoces que conforman el sonido sorround. Nada que ver. Me acuerdo de mi hermana que, cuando lo vea, que es la segunda finalidad de grabarlo, pensará «y esto cómo lo habrán conseguido grabar así?» Lo cierto es que es impresionante: cuatro años de rodaje, 200 localizaciones diferentes alrededor de todo el planeta y algo que me parece muy difícil de conseguir: no mostrar huellas del hombre, sus ciudades y su impacto en el medio ambiente; será que todavía quedan zonas vírgenes. La respuesta a la pregunta son 26 millones de euros, muy bien invertidos en mi opinión.

The day the music died

Hoy, tres de febrero, además de ser un san Blas (felicidades!) sin refrán porque las cigüeñas ya no se van, por lo que no vuelven, además de ser san Óscar (felicidades!), además de ser el día de la tortilla en Torrejón (os habréis pelado de frío!), además de ser el día después al de la marmota (que este año lo tenía chupado) y además de ser el día en el que me he visto reflejado en un número del telediario (yo soy el 1 del 3.327.801), además de todo eso, casi por encima de eso, es el día en el que la música murió. Hace 50 años morían en un accidente de avión Ritchie Valens (que cantaba «para bailar la Bamba…») y Buddy Holly, que no necesita paréntesis aclaratorios. El título de esta entrada es parte de la letra de la canción American Pie de Don McLean que hace referencia a hoy, el día en que, con ellos, murió la música. Murieron ellos y la música. La música se ha reencarnado en otras, y ellos también. De hecho, el baile de san Vito que tiene Buddy Holly en su pierna se reencarnó en la mia.

Sorpresas

Cuando a las siete menos cuarto sonó el despertador y me levanté, eché un vistazo por la ventana del salón. La calle limpia, el cielo cubierto y el alfita, aparcado enfrente de la puerta de casa, sin rastro de hielo. Una vez más las predicciones de Mónica anoche se cumplen a pies juntillas. Tres cuartos de hora después salgo a la calle camino a la estación y noto frío, aunque menos que ayer. Transbordo en Atocha, transbordo en Nuevos Ministerios y al salir a la calle en Colombia: la nieve. Nevaba copiosamente. No eran copos sueltos propios de la precipitación y de la temperatura baja: era una nevada en toda regla, y yo sin capucha ni gorro ni nada. Sólo yo y mi pericia para subir la calle Colombia, con la acera nevada, y unas Munich que ya resbalan en determinadas superficies en seco, pero ahora sobre nieve. Así luce la calle en dónde está la Copisa. Podremos salir a las tres?? O nos tocará pasar el finde aquí encerrados a lo Gran Hermano? Dos horas más tarde… El paseo de la Habana y al fondo, la torre Picasso Y el famoso muro que se iba a caer No sé el resto de la ciudad y de la Comunidad, pero esta zona está preciosa. A abrigarse y a disfrutarlo, aunque sólo sea visualmente.

Cubo

Parte del ejercicio ya está hech0. Es la que me corresponde a mí. La fui realizando a ratos, en trozos de tarde de sábado y de domingo; en ratos perdidos en la noche, con flashazos de nuevas ideas, con borrados totales y parciales y vuelta a empezar. Y así durante semanas. Ahora, igual ya desde ayer o desde el lunes, está en tu mano hacer la otra parte. Es más rápida y más fácil, depende de lo mañoso que seas. El fondo es que pases diez minutos entretenidos, sin pensar en nada más. Y que al terminar sientas satisfacción por el trabajo realizado y por el objeto conseguido. No importa la dificultad, por pequeña o grande que sea, siempre podremos ser capaces de solventarla o, en el peor de los casos, de asumirla. Si lo terminas tendrás en tus manos un hexaedro regular, un cubo: seis caras, ocho vértices y doce aristas. A veces la geometría ayuda a ver las cosas, a comprender, que una simple arista puede separar cosas que no pueden estar en el mismo plano, pero que de alguna forma han de convivir juntas. O que caras paralelas lo estarán así por siempre, lo quieran o no, porque jamás podrán juntarse. O que un vértice es el único punto entre los infinitos que suman tres planos diferentes y contiguos, el único, en común. La geometría ayuda a ver las cosas que tenemos en común y a minimizar las que nos separan. Y ayuda a ver que lo que sobre el papel es visible, en la realidad, en las tres dimensiones se nos escapa de la vista. Por eso conviene dar vueltas a las figuras geométricas, al cubo, a sus caras y a sus vértices, para no perder nada de vista, para saber que, aunque no las veamos, hay otras caras y otras aristas y que, además, todas son iguales. Feliz Navidad!

Rural

Para terminar los días de vacaciones de invierno me fui/nos fuimos unos amigos a pasar el finde a una casa rural. Yo no soy mucho de campo, de naturaleza, montes y paisajes. Yo soy más de ciudad, pero de vez en cuando no viene mal y si la compañía es grata, mejor. Es raro, de repente pasas de estar en tu ambiente, en tu salsa cotidiana, a encontrarte en una bucólica casa de piedra y madera, de pueblo, haciendo fuego en las chimeneas, preparándote para pasar dos días en una vida y en un entorno que no es el tuyo. O que no parece ser el tuyo, de nos ser porque las personas que te acompañan son tus amigos… una especie de peli americana en la que unos jóvenes se van a pasar unos días a la casa de la montaña, todo es ideal, nieva y de repente… aparece un asesino a complicarlo todo. Por suerte el asesino no vino, aunque perfectamente podía haberme liado a tiros con todos los vecinos del pueblo por consentir que no haya cobertura Vodafone. Hoy ha salido el sol, la nieve y el hielo han empezado a derretirse, yo he recuperado mi cobertura y con todo lo que me ha tocado en el reparto de los excedentes podría considerar que me traigo una suerte de cesta de navidad.