5 euros

Anoche regaba mis plantas con mi manguera pulverizadora de agua sobre mi hiedra, mis florecillas y mi molinillo cuando, al rodear la mesa y las sillas para seguir regando la parte de detrás, me encuentro en el suelo un billete de 5 euros. La primera reacción fue cogerlo, para que no se mojara. Lo guardé en el bolsillo y seguí con el manguerazo. Cuando terminé y entré a la cocina, saqué el billete y lo estiré dejándolo sobre la encimera para que se secara. De quién sería? Cómo había llegado hasta allí? En los minutos posteriores, que pasé en la cocina, recogiendo y preparando la cena, empecé a oir un trajín de puertas no habitual. Y me agobié. Empecé a imaginar que todos los vecinos, o al menos el que perdió el billete, habían estado haciendo guardia en sus ventanas para verme recogerlo y ahora empezaban a preparar un desfile por mi puerta reclamando el billete. Mucho abrir y cerrar de puertas, el ascensor sube que te baja y una sensación de malestar. Y si baja alguien? Cómo sé que es suyo? Y si alguien lo reclama, se lo devuelvo y resulta que luego viene su verdadero propietario? Al final termino poniendo yo 5 euros de mi bolsillo. El remate del tomate fue cuando sentí alguien en el cuarto de instalaciones, contiguo a mi cocina. Ahí pensé realmente que venían a reclamarme el billete. Este vecindario es raro raro raro. Finalmente cené, vi un poco la tele y me fui a la cama. Y nadie bajó a reclamar sus 5 euros. Aún siguen sobre la encimera. Me los gasto?

Gustazo

Por primera vez en unos tres meses o así he podido acostarme sin dejar un despertador/alarma/móvil al cargo de levantarme. Qué gustazo. El jueves fui a la zarzuela. Por segundo año en los jardines de Sabatini, al pie del Palacio Real, con un poquito de fresquito, vimos Un año pasado por agua, adaptación a los tiempos que corren de la revista de actualidad de la época. La roja, los túneles, Gallardón, la crisis. Bien, entretenida. Después La Revoltosa, con Felipe y Maripepa. Ésta aún mejor. Se nota de quién somos hijos porque el pie de mi hermana, el mío y el de mi madre se movían al unísono con la música. El viernes cedí mi casa para celebrar tres cumpleaños. El más reciente fue hace mes y medio. Yo ponía la casa, como si fuera una casa rural, y las celebrantes todo lo demás. Apetece reunirte con los amigos, y en casa propia más, aunque me descolocó un poco el momento pasando-politonos-de-Caillou. Comida preparada, café, helado, vaquita de mus y jugueteo con la pequeña Paula. El molinillo, con todo lo que dio de sí en su día, cumplió con la misión que le tenía encomendado y me regaló esta esperada foto. El sábado me invitaron a la final del Campeonato de España de recortes en Las Ventas. Ambiente de provincias, chonis, malotes de botellón, familias con pancartas y 15 aspirantes. Revalidó el título el dorsal 14 que era el actual Campeón. Me podía haber quedado en casa, pero al menos me dio un poco el aire, que falta me hacía. Ayer domingo planché mientras France2 nos ofrecía imágenes de París desde el helicóptero. Sólo por esas imágenes merece la pena ver la última etapa del Tour. Pero además es que ganaba uno de los nuestros, tan nuestro que nació muy cerquita de casa. Qué cosas, verdad? Yo me enteré ayer.

El otro

Un día antes de casarme ya le había puesto los cuernos. Y claro, así la cosa iba a funcionar malamente. Porque no es que se los pusiera y ya (además antes de la boda aún no son cuernos como tal); es que se los he ido poniendo mes a mes, todos, sin excepción, del primero al último. Y eso hay que saberlo llevar. Pese a todo, ella me consentía y me dejaba verle. Ninguno me exigió mucho desde un principio y, de alguna forma, conseguí mantenerles en paralelo. Pero en marzo surgieron los roces, las indirectas y los reproches. Empecé a cansarme de ella y de sus amenazas de empeorarme la vida. Y con el otro… por él nunca sentí nada especial, nunca le noté cerca; ni siquiera me llevó a la Fórmula 1. Ya no había nada. Llegué a pensar en dejarlos a los dos y empezar de nuevo… Pero entonces apareció él, el de siempre, el que ha estado conmigo desde el principio, el que me ayudó a cambiar de coche, el que nada me pide y solo me da. Y lo vi claro. Así que hoy me he cogido el alfita, ese que él me obligó a pagar de golpe, me he plantado en el barrio de Salamanca y allí, con todo el glamour, le he dejado. Y me he quedado con el holandés, evidentemente, que de vez en cuando trae maría y sí se ha ofrecido a llevarme a las carreras. Aún no quiere venirse a vivir a casa porque dice que no reúno sus condiciones y prefiere que me quede con ella. Pero dentro de un tiempo vendrá. Seguro. Y ese día entonces sí que viviré feliz comiendo perdiz. Y colorín colorado…

Camino de la cama

Cuando a las cinco de la tarde entre por la puerta de mi casa (cuyas persianas he dejado antes de salir esta mañana convenientemente bajadas para que no se me caliente) me voy a tirar en la cama. Y pienso dormirme y no despertar hasta que mi cuerpo quiera levantarse. Igual es esta tarde, esta noche, esta madrugada o, como casi espero, mañana durante la mañana. El pasado fin de semana me di una paliza con los proyectos de andamio en la que dormí apenas nada y tecleé por todo el año. La noche del lunes en la que esperaba dormir me desveló una compañera del curro con un problema en casa. Anoche, de perdidos al río, la previsible gran final de OT. Y esta mañana me dormía, de pie, en el tren. Pero quedan horas para que me vengue en forma de supersiesta-inicio del puente de Santiago y cierra España. Mañana 24 no curro, por si quedaban dudas. El convenio, ese gran invento. Y el viernes tampoco, que este año es fiesta en Madrid. Así que hasta el lunes nanai. Y qué bien, la verdad. Tengo que hacer cosas, claro; tengo que recoger los proyectos presentados, bajar a Toledo, arreglar cosas en el banco, hacer la compra, planchar, limpiar y preparar mi casa para que mis amigas celebren en ella su cumpleaños (como si fuera el castillo de Viñuelas), pero también tengo entradas para la zarzuela, el mencionado cumple, posiblemente una visita a la piscina (la descubierta) y quién sabe qué mas. Pero todo eso a partir de mañana. Hoy me espera la cama. La oigo llamarme. No me puedo resistir…

Cosas que hacer el día de la Virgen del Carmen

[Siguiendo con la serie «Cosas que hacer el día de«] – acostarme a las dos de la mañana dejando la plancha sin acabar después del maratón de anuncios interrumpido por canciones que es Operación Triunfo. – levantarme cuatro horas después. – oir tronar mientras me afeito la cabeza. – desayunar viendo relámpagos. – zamparme cuarenta minutos en las líneas C5 y C7 de cercanías y cinco en la 8 de metro. – quedarme dormido en todos los transportes públicos. – organizar una red Pert en el project para que luego no me la salve. – repetirla. – comprarme un sandwich mixto y una cocacola para comer. – comerme el sandwich para comer sin cocacola porque alguien se la ha bebido (momento Ross Geller y el humidificador del bocadillo de pavo). – salir a las 3. Viva la jornada intensiva! – zamparme cinco minutos de línea 8 de metro y 25 de la C2 de cercanías. – volver a sobarme. – ver un andamio para una piscina cubierta rarísima. – zamparme otra vez los 25 minutos de la C2 mientras hablaba con el destornilleitor y los cinco de la 8. – volver a la Copisa. Viva la jornada intesiva. Viva! – terminar los anejos de los cojones de la presentación de mañana. – salir del curro más tarde que cuando no hay jornada intensiva. – zamparme cinco minutos de linea 8 de metro, 35 de la 10 y diez de la 12. – sobarme en la 10, guanmortaim. – llamar a telepizza ipso facto nada más llegar. – sentarme a hacer un diagrama rarísimo (que no hace falta, pero bueno) para la mierda de obra de la sala VIP de los cojones del aeropuerto. – postear después de diez días. Son las 11 y cuarto. Qué hago: a) me voy a sobar (sí, sí, esa esa!) b) termino la plancha (buhh noooo fuera!) c) me hago el plano de los andamios (diablillo sobre el hombro izquierdo: «pasa de todo, vete a ver la tele…»; angelito sobre el derecho: «piensa en la pasta si te quieres ir unos días de vacaciones…»)

Nos lo debía

Después de comer me fui a El Corte Inglés aprovechando que hoy abría y que tenía casi todos los deberes hechos. Cuando iba a salir de casa me di cuenta de que no había caído en que era la final de Wimbledon. «Igual tengo suerte y vuelvo antes de que acabe», pensé. Después de ver camisas blancas con puño de gemelo, gafas de sol que me entren en el melón y comprarme en Hipercor una bolsa de fundas para organizar mis facturas y mis movidas de autónomo pobre me fui a buscar unos auriculares para el iPod. Los auténticos cuestan 39 euros, pero los hay desde 3. Elijo unos de 9 y pago. Al pasar por las teles veo que la final va bien para Nadal. «Sólo tengo cinco paradas de metro, igual sí que sí llego a verlo», volví a pensar. Al llegar a casa empezó a llover en Londres y la final se alargó tanto, tanto que casi podría haberle hecho el inventario a El Corte Inglés y aún así hubiera llegado. Por suerte, al final, y tras muchos nervios ganó Nadal, así que la tarde tirado en el sofá ha merecido la pena. Nos lo debía. Descubrí que mi barrio aún es analógico en cuanto a tele se refiere. Y muy de tenis, cosa que me sorprende. Cuando se hacía el silencio en Londres se hacía también aquí. Era absoluto. Llegó a darme miedo.

Otro susto

Anoche antes de irme a la cama entré al baño pequeño y casi se me para el corazón al encenderse la luz. Yo pensaba que con la edad me había vuelto más sensato y había conseguido «tolerar la presencia necesaria de las arañas», como dice la canción de Manolo García. Pero esto solo ocurre cuando las arañas son iguales o menores a una lenteja. Lo de ayer era un mastodonte en comparación. Salí haciendo aspavientos con los brazos tratando de contener el asco que me da sólo verlas. Ascazo. Me fui hasta el salón pensando en la estrategia. Y volví. Antes le hice la foto, tratando de no acercarme mucho porque me daba un asco tremendo. Agarré la alpargata y le dí. Estaba en un lugar jodido, en la curva del lavabo, así que seguro que había que rematarla. Le di un empujoncito tratando de lanzarla hacia el inodoro cuando empezó a mover sus siete patas y a corretear por el lavabo. «Pero si está viva la muy hija de #¿*a!!!», dije en alto al verla resucitar; es sólo recordarlo ahora y me vuelve a dar un asco tremendo… Aquí ya sin ningún tipo de miramientos, le arreé un alpargatazo que la dejó en el sitio, aplastada contra el lavabo. Y otro. Y un tercero. La quitina ya manchaba la suela de la alpargata. De dónde ha salido? Cómo ha llegado allí? Por qué mi casa tiene que tener dos baños si con uno me sobra? Por qué fui capaz de dormir con un algo desconocido en la cocina toda una noche y no puedo dejar una araña en el lavabo? Por qué le faltaba una pata? Por qué no se extinguen!!!

La noche más corta

A nadie tengo que contarle el insoportable calor que ha hecho este pasado finde. Hoy amaneció el día cansado. Se fue cansando más según corrían las horas. Gris, plomizo, pesado, casi irrespirable de no ser por alguna racha de viento. Y caluroso, no tanto como ayer, pero caluroso. Yo me lo temía y ocurrió. Hace un rato que el cielo se ha cansado de convulsiones y luces centelleantes y ha roto a llover. De repente, aunque llevaba tiempo avisando. Con viento, con ruido, con furia. Si dejas las ventanas en batiente el viento entra más sereno. Te lleva a una ventana, a otra, a mirar, a ver llover. Mece las cortinas y la casa adquiere un tono acogedor. Le dejo estar y vuelvo a los números pero la tormenta me pide que quite la música y la escuche, la disfrute. Al callar la música la escucho. Parece furiosa, pero no es de temer. Será condescendiente. También oigo a mis vecinos, andan alterados. No quieren, no saben, disfrutar de la tormenta.

En calzoncillos

Los italianos son lo peor. Marcan y atrás. Se acabó el partido. Encima son coñeros y les entra un gol de rebote. Italia, siempre Italia. No la querías, Jose? Pues ahí la tienes. Así que el domingo España jugará contra once tíos que algunos domingos salen en El País Semanal en calzoncillos. De D&G, claro. De esta Eurocopa, que sigo intermitentemente, me quedo con: 1. Carlos Martínez. Me encanta la a final que mete en las pausas. El control de-a… Zambrotta. Balón para la selección-a… de Italia. Cambio en las filas-a… italianas. Juega el balón-a… Francia. Los italianos-a… que lo celebran. Y luego los tiros al palooooooooooo. Le da vidilla. Al menos a mí me lo parece. 2. La cámara superlenta. Casi puedes oír lo que pasa por su mente. Porfavorquenoentreesapelota. Se le oía pensarlo. Ayer pusieron bastantes más. Pondría videos, pero no los encuentro. Y además paso.

Ahora las prisas

El jueves llegó la primavera el verano a Madrid, con bastante retraso, y ahora toca correr para hacer todas esas cosas que vas haciendo poco a poco durante la primavera. A mi me gusta la primavera, me gusta que los días se vayan haciendo cada día más largos y que las mañanas amanezcan con un cielo azulísimo y un sol radiante y que empieces a recuperar las ganas por las cosas, por la calle y la luz del día. Pero este año todo este larguísimo tiempo desde la semana santa (alguien se acuerda cuándo fue eso?) hasta ahora ha sido gris, esos amaneceres han sido grises, pasados por agua, con temperaturas volubles y extremas que nos han hecho caer malos a todos… me cabrea este retraso. En dos semanas podré comer a diario en casa y en mi patio, siempre y cuando deje de llover y yo haga los deberes, así que ayer sábado terminé el holocausto e hice las tareas que una tercera habitación descubierta de la casa requieren. Había por donde elegir para empezar, así que elegí barrer. Hojas, pelusas de polen, tierra, bichos, los juguetes del vecino («gracias, es que el niño lo tira todo»). En montoncitos. El calor empezaba a apretar y al sol más así que me puse unos pantalones cortos. No daba crédito. En esas recordé que quería trasplantar una cosa que ha salido en un macetero y que mi padre dice que es una morera (?¿). Lo trasplanté con una cuchara de cocina y sin haberlo hecho antes, pero ver series de médicos posibilita estas proezas. Y entonces llegó el momento de comprobar si mi plan de exterminio de la colonia de hormigas había tenido éxito o no, a pesar de las lluvias. Levantamos los maceteros donde coloqué las trampas y… Afirmativo. Las macetas pequeñas están libres de ellas, las grandes, menos una, también. Hoy es el día. Antes de terminar de barrer todo esto veo a una hormiga andando ajena a todo. Y la atraigo hacia el montón con la escoba para que vea los cadáveres, que sepa que aquí no se admiten personajes con más de dos patas, que esto no es Bichos. Una vez visto, la dejo ir para que se lo cuente a las demás y decidan huir antes de que sea demasiado tarde. Después de esto y ya en chanclas, lo más de lo más, manguera en mano, doy una pasadita y limpio los sumideros que funcionar funcionan (a la vista está) pero nunca está de más tenerlos limpios. [Recordad amigos, que la red de saneamiento de un edificio es una de las partes más importantes del mismo y que hay que mantenerla bien porque es la más inaccesible y por tanto difícil de arreglar.] Quien diga que los muebles baratos son malos no está en lo cierto. Mi conjunto de cuatro sillas y mesa octogonal de 99 euros de Verdecora ha estado expuesto a la intemperie durante un año completo, al calor, al frío (sic), a la lluvia, sobre todo a la lluvia, y ahí está, perfecto. Sin aplicarle aceites ni movidas para maderas tropicales de nombres impronunciables que se estudian en Materiales 2. Perfecta. Le pasas un pañito húmedo y coge un tono como de madera buena incluso. Lo que pasó desde aquí hasta la última foto fue dejar que todo secara, comer mientras, quedarme frito y frío en el sofá, recoger la cocina y ver ganar a la roja. (Amigos lectores furboleros: cuando ponen el cartelito Distancia y al lado del nombre de los jugadores una cifra en kilómetros, no me diréis que alguien se dedica a tomar esas medidas? En ese caso querría ver los que menos corren.) Para rematar el sábado y esta entrada rara, coloqué en un macetero un molinillo que me dio mi madre que a su vez se había encontrado un día en la ventana de casa. La parte grande gira en un sentido y la pequeña en otro. Mola o no?

Pajarillos

Generalmente los animales y yo no nos llevamos bien. Humanos incluidos. Y cuando vienen a mi casa menos. Ya he contado en este blog alguna que otra visita non grata. Hoy vinieron pajarillos. Yo tenía entendido que los pajarillos cuando se acercaban a tu casa y a tí, era para echarte una mano para hacer la casa. Pero no. Vienen, se zampan las hormigas y las plantas, y se van. A Blancanieves sí le ayudaban. Por qué a mi no?

Grados

Ayer jueves cuando volvimos de comer me encontré una desagradable sorpresa en la oficina: décimas, otra vez. Cómo habían sido capaces de llegar hasta la Copisa? Por qué habían venido si yo ya seguía la dieta del paracetamol? Cada vez con más desgana terminé lo que tenía y me fui a mi casa. Allí comprobé que me perseguían pero yo ya había quedado en ir a casa de mis amigos bolos, así que con décimas y todo, me bajé. Después de charlar un rato sobre la caída de los precios de la vivienda, el Euribor y esas cosas de las que solemos hablar como si estuviéramos en un desayuno informativo de Europa Press, nos dispusimos a preparar una cena compuesta por San Jacobos congelados del Mercadona y huevos fritos. Todo muy dieta mediterránea, claro que sí. Pero, en ese momento la vecina ucraniana llamó al timbre, así que finalmente hicimos la cena el Rodol y yo. Cuando terminamos y la vecina se marchó, cenamos, proponiéndole a Laura el concurso de averiguar quién había hecho qué y por qué lo pensaba así. Los sanjas, borrosos: Uno de los huevos fritos: Ella, después de hacerse y comerse un sándwich de huevo frito llegó a la conclusión de que los primeros eran míos y los segundos de su marido. «Cuando los he visto fritos tan homogéneamente, doraditos por igual, he pensado que sólo pueden ser tuyos. Es tu forma de hacer las cosas». Y añadió: «qué asco da cuando alguien te conoce tanto, verdad?». Después de enseñarle a montar y desmontar la Wii que se lleva a su finde rural con sus compis de curro y echarnos un desafío neuronal (en el que gané a pesar de las décimas) me fui para casa. Allí comprobé que las décimas ya no eran tales, eran auténticos grados de fiebre; así que después de lavarme los dientes y ver que las orejas me iban a explotar del calor me fui a la cama a sudarla. Y mañana de boda…

Décimas

El lunes me acosté con unas decimillas de fiebre. Se quedaron a dormir. El martes seguían en la cama conmigo cuando sonó el despertador. Me quedé con ellas en la cama un rato más. Y otro más. Pasaron la mañana conmigo pero me fui a comer con mis padres y tuve que dejarlas en casa. Alguna se vino conmigo dentro de la chaqueta, o dentro de las converse, o dentro de mí. A la vuelta seguían en casa. Por allí. Intenté esquivarlas viendo Supermodelo. Algunas se fueron. A otras les molaba y se quedaron. Cambié a OT para ver si se marchaban. Aún así quedaron algunas. Me senté a dibujar un andamio nuevo, a ver si se aburrían. Cuando terminé ya no quedaba casi ninguna pero había perdido mi oportunidad. No fui a ver a Indy. No todavía. Esta mañana al despertar volvía a estar solo. Fui al médico y le dije lo que me había pasado. Me dijo que la próxima vez probara con paracetamol. Ya era tarde y el SER es gratis esta semana, otra vez. Me fui a currar en coche. Y mi nuevo jefe me tenia preparado un marroncillo que se ha cargado el día. Pero lo terminé y me volví. Dónde está la primavera? Me aburro.