Neu

O lo que es lo mismo: principio de neumonía. Eso tengo. Yo sabía que no era un catarro ni un constipado ni un virus tipo, era algo con nombre más rimbombante, más sufrido también, y más merecedor de una baja que un triste resfriado. Así que fin al misterio. Cuando termine de tomarme las 20 pastillitas, a 2 por día cada 12 horas, que me han costado 32 euros, se supone que estaré mucho más mejor. Para entonces habré dejado de fumar sin proponérmelo y solo tendré que mantener la decisión en firme y habré superado otro de mis lastres, el último que me queda, creo. Para avivar el debate sobre si estoy o no más delgado, os dejo una foto mía enbolasya! para que saquéis conclusiones. De frente y de perfil…

Febril

Según la Wiki lo que tengo no es fiebre sino febrícula, porque mi récord está en 38,3ºC y han sido picos. Me vengo moviendo, desde el jueves por la tarde, entre los 37 y los 38, y algún ratejo (pocos) por debajo de los 36, que es lo normal. Estoy casi tan acostumbrado que ya no necesito ni termómetro, ni de mercurio ni digital, para saber como estoy de caliente. Dice mi madre que cuando era pequeño, cada vez que me constipaba y pasaba algún día con fiebre, crecía. Por eso cuando me hacía los pantalones del uniforme del colegio en septiembre siempre dejaba un dobladillo tremendo por dentro para ir sacándolo conforme yo daba mis estirones. Tantos dí que me hice superalto, pero nunca llevé los pantalones del uniforme pesqueros… Ahora que ya soy mayor en lugar de crecer a lo alto, debería crecer a lo ancho, pero la cosa es que parece que decrezco. Esta mañana el médico al auscultarme me ha dicho: «estás mas delgado?» Le me mirado con cara de tristeza, la que se me pone cuando estoy febril, y le he dicho: «últimamente me lo dice todo el mundo. Pero lo cierto es que sigo pesando lo mismo». Actualización de las once y cuarto: cuando hablo sube el pan!

Pésame

«No puede ser», me he dicho, y he vuelto a mirar. «No puede ser». Pero era. Me llamó la atención una esquela grandota, ayer en El Mundo (que ahora se han puesto otra vez de moda, pero además en El Mundo las meten en la página cuatro o cinco). Era el presidente de Vallehermoso o algo así. Y después, justo antes de pasar la página veo «Fallecidos en Madrid» y de refilón unos códigos y pienso «no puede ser». Mi cerebro razona en una décima de segundo que, de ser, será para enterarte de dónde es el funeral o algo como de Estado. Pero debajo viene la aclaración. Envía M PESAME, espacio y el código al sietecinconosequé y le llega a la familia un mensaje de pésame. Fuerte, no?

La vendimia

Pagaban cinco mil pesetas por día. Yo ya tenía mis exámenes de septiembre aprobados y mi matrícula hecha, así que me fui pensando que en un par de semanas me sacaría 70.000 pesetas (una barbaridad) con la que afrontar el curso 97/98. Duré dos un día. El domingo por la noche nos fuimos pronto a la cama porque al día siguiente había que levantarse a las seven para estar a las ocho «en el campo» (aún sonrío al recordarlo). Soy un patoso para todo, generalmente, pero hacia el mediodía había conseguido cogerle el truco a la navajilla y al proceso de agacharse, cortar el racimo, echarlo a la espuerta y, una vez llena, vaciarla en el remolque. Hasta ahí bien. Más o menos. Terminamos, volvimos a Fuensa, dimos una vuelta y nos fuimos pronto a dormir para repetir el proceso al día siguiente, como auténticos temporeros en Francia. El Rodol me despertó y entonces lo noté. Noté una sensación extraña: noté la nada. No era capaz de sentir mis manos, ni mis piernas, ni nada que estuviera por debajo del cuello. Creí que esa noche me había quedado tetraplejico. Pero eran agujetas. Las peores y mayores agujetas que he sufrido nunca. A duras penas llegué a la viña del Señor e intenté mantener el ritmo que imprimía el Rodol a la vendimia, pero yo era un cadáver rodeado de uvas. Ni las tabletas de glucosa del lunes, consumidas en cantidades cercanas a la sobredosis, habían conseguido librarme de ellas. Esa tarde volví a Madrid. El Rodol me excusó al día siguiente diciendo que mi abuelo se había puesto malo y había tenido que volver a casa, aunque todos sabían que el madrileño no había soportado el esfuerzo. Y era cierto. Saqué sólo diez mil pelas y me compré unos náuticos Snipe. Dice el Rodol que, todavía hoy, cuando se cruza con el dueño de la viña le pregunta por mi abuelo… Hoy esperaba levantarme así, pero por suerte, y dopado con Gelocatil, aquí estoy. Mis triceps (si es que yo tengo de eso) pesan, pero no duelen. Menos mal, porque esta vez no me llevo ni las diez mil pelas.

Newtons

El martes jugué un partido amistoso de pádel previo al campeonato de la Copisa, que empieza el día 6. Normalmente corro bastante de lado a lado de la pista porque mi compañero me dobla en peso y el que cubre por detrás soy yo, pero a veces no controlo la frenada y tengo que pararme contra el muro haciendo una flexión de rodilla y poniendo las piernas como un 4, de forma que el impacto final es el de la planta de mi pie contra el muro. En ocasiones no da tiempo a colocar la pierna o no queda sitio o no se puede y en esos casos, como el martes, impacto contra el muro. Bam! Teniendo en cuenta que, como dice la canción, un alto porcentaje de mi cuerpo son «huesos, unidos por muy poca piel» y que el muro de hormigón armado tiene una resistencia al impacto muy superior a mi peso, me llevé un golpe de 686,46 newtons como reacción del muro al impacto de mi peso, concentrados en la cadera. No tengo moretón, pero me duele, sobre todo cuando me tumbo de lado o boca abajo en la cama para dormir (mi postura perfecta) y todo mi peso (sic) recae sobre ese hueso. Y me duele!! Anoche me chiné un poco pensando en que igual tantos newtons sobre mis delicados huesitos habían provocado una microfisura en mi cadera, porque se me hace raro que no tenga moretón y me duela. Por suerte, el niño del vecino se puso a corretear por el piso a las doce y media de la noche y mi imaginación pasó de creerse un caso de House a otras cosas… pero hoy me sigue doliendo. Y esta noche salgo. Y me toca estar un buen rato de pie… Jo!

News

Ayer cuando llegaba a casa me encontré en la puerta con el vecino. Yo soy más bien sieso y no suelo pasar del «hola» y «adios» a menos que tengamos una rata en común. Así que hablé con él, pero por última vez, porque en la conversación me contó que ya no tenemos una rata en común: se la cargaron el lunes. Mejor. Yo ayer llegaba un poco cabreado porque los ghostsbusters tuvieron a mis padres cuatro horas esperando en mi casa para luego no presentarse. Y me sentó mal, a mí y a ellos; por mi y por ellos. Hoy han ido a nada, porque no tenemos «lugares donde puedan criar» (sólo faltaba!) y las bolsas que reparten no actúan si no hay una madriguera… a veces me pregunto el por qué de las cosas, pero en esta ocasión voy a pasar. Voy a darle a este episodio la misma importancia que le di el año pasado, con la diferencia de que este año ya me he excedido en días y en posts sobre este tema. La rata ha muerto. La segunda rata ha muerto. Fin. Al entrar en casa se me pasó un poco el cabreo cuando descubrí que mi madre me había recogido los cacharros del fregadero… aunque la ropa seguía en la cuerda…

No news

Al despertarme el sábado, lo primero que hice fue ir a la puerta del patio, a mirar. Quería ver una rata muerta en mi cepo, pero encontré esto: Es lista, y yo no tanto como pensaba. La cosa es que saltó el cepo (los dos) pero no la cazó y, sorprendentemente, aún quedando la brocheta a la vista, no la picoteó siquiera. Así que el joven ingeniero volvió a calzar el cepo pero contra la pared, para que este fuera menos vulnerable. Así pasó todo el sábado, la noche y el domingo. Nada de nada. Y mientras tanto en el patio de al lado… el domingo por la tarde oigo a mis vecinos decir (yo tras la persiana bajada, para poder abrir un poquito y ventilar sin miedo) que la rata le ha mordido el cable eléctrico de la caldera… Por lo pronto ellos han puesto una chapa que impide que, si está en mi patio, pase al suyo. Muy listos. Esa misma barrera hará que si entra al suyo tenga más difícil la salida, pero en fin… Así amaneció ayer lunes un cepo saltado, otro no. Pero sin rastro de la puta rata. Luego me llamó la Administradora para decirme que van a desratizar. Que al vecino de al lado casi se le mete en casa… A mi!!! Me lo viene a contar a mi!!! «A mi se me metió el año pasado una en casa, pero no dije nada. La cacé y ya», le he dicho, para que aún le queden superhéroes referentes en esta comunidad… Hoy a las 2 van unos desratizadores (que se me lengua la traba) a echar nosequé. Estará mi padre (que tiene instrucciones precisas) y yo no lo voy a ver… Mejor. Porque seguro que me decepcionan: me los espero un poco (léase cantando) Ghostbusters!

Season 2

Era cuestión de tiempo que el post más visitado ever en LZM continuara. Vuelve… Intrusos. Serían las siete de la tarde cuando, estando tumbado y medio sobado en el sofá, llaman al timbre. No habían pasado ni 24 horas desde que viera Los extraños. Allí llamaban a la puerta a las cuatro de la mañana y después de unas horas de infierno, los protas acababan muriendo muy mal. Yo había quedado con mis amigos bolos a las 9 para tomar unas cañas y no quería faltar, pero aún así abrí. «Serán vecinos», pensé. Y lo eran. Ante mi puerta mi vecino de medianería y, bajo el umbral de su puerta, mi vecino del A. «Perdona que te moleste pero es que tienes tenemos un problema… creo que hay una rata en tu patio». Me cuenta que esta mañana en el suyo, que está arrinconado al fondo del mío, moviendo un armario que tiene, le ha salido una rata de detrás y ha saltado el murete de separación y se ha colado bajo la mampara de cristal, al mío. Eso esta mañana, igual está en mi patio o igual ha saltado a los de otras fincas y ya no está. Se nos añade a la conversación uno del primero que ha entrado y se queda a escuchar. Y lo que ellos pensaban que era el episodio más importante de la comunidad se convierte en una anécdota cuando les digo, con total tranquilidad, que el año pasado yo ya tuve una y además dentro de casa. El del primero toma la palabra usando sustantivos como administradora, desratización y derrama, verbos como llamar y pagar, y la expresión «cuanto antes». Yo les he dicho, enseñándoselo, que iba a volver a poner mi cepo-para-dos, que lleva en el patio desde el año pasado, porsi. Que se fueran tranquilos, que no abrieran las ventanas y que caería. «Igual esta tarde no, pero esta noche, o mañana». En algún momento olerá la comida. Yo me encargo de todo. Y ya hablaremos, cuando toque la junta, de las palabras de Paco (porque a mí me viene fatal pagar nada ahora). Se van a la calle y yo vuelvo al salón, pero en la calle ya se ha formado un corrillo de vecinos que cuentan el suceso al pie de mi ventana. Así que escucho. «Este chaval dice que ya tuvo una el año pasado. Y dentro de la casa! Que oyó las pisaditas cuando estaba en la cama y consiguió arrinconarla en la cocina toda la noche hasta que la cazó al día siguiente». Yo ya era un superhéroe. «Mira el calvo, qué valiente!» habrán pensado sin duda. Así que, muy concienciado con el papel que tengo que desempeñar en ésta, mi comunidad, con mucho esmero he preparado el cepo. Lo he limpiado un poco y he buscado en la nevera qué poner de señuelo. Por suerte en mi nevera siempre hay agua fría y cosas caducadas. El resultado: una brocheta de salchicha viena de Eroski y un quesito del refresco del día de la Virgen de Butarque, que para eso sigo pagando mi cuota. Iba a poner queso queso, pero tenía que abrirlo y pasé. Hice un par de pruebas de funcionamiento en las que descubrí que tanta lluvia de todo el año había oxidado un poco la máquina, así que le di aceite en las zonas que tenían que ser más sensibles al movimiento para que funcionara bien, no tuviera rozamiento (que para algo es uno casi ingeniero) y pudiera pillar a la bicha. Y ahí está, en mitad del patio, esperando cazar su segunda rata en un año. Yo he activado el Protocolo Anti Intrusos Nivel Cero, que creé tras la experiencia del año pasado y me he bajado a las cañas. To be continued…

Los extraños

Anoche invité a nedrosed al preestreno de Los extraños, cortesía de elpais.com. Y por preestreno me refiero a ver al película antes del estreno oficial, que es hoy, porque ni alfombra roja, ni actores, ni casi gente, ni nada de nada. Solo palpitaciones. Y sustos; a un paso de la taquicardia. Y un mal cuerpo al terminar… como dice mi madre «también son ganas las que tenéis de ir a pasarlo mal». Y no le falta razón. Dura una hora y poco. Yo miré el reloj por primera vez cuando llevábamos cuarenta minutos. Y quería que acabara ya. Estaba tan agarrado al brazo de la butaca y tan en tensión, que acabé levantándola de su sitio. Y luego, en casa, de imaginaria, claro.

Marcas

Mis Munich y mi tarima no se llevan bien. Y, la verdad, es una pena. Cuando el sábado por la mañana salió el sol y mi casa se llenó de luz pude comprobar como toda la tarima de toda la casa estaba salpicada de marcas, rectas, finas, negras y grises. «Y todo esto? Si yo fregué el martes!!» Y analizando llegué a la conclusión de que habían sido mis Munich que añoran el nivel del mar y protestan por los 600 metros de altitud de Madrid dejando marcas por toda la casa. O igual es que no levanto el talón lo suficiente al andar?

Confessions

El miércoles 3 de septiembre tuve que confesarme. Mi hermana se casaba dos días después y había que ensayar la boda. Ahora subes tú, lees esto, bajas, luego fulana, mengano se pone aquí y esas cosas. Eso creía yo, que iba en calidad de lector de la primera lectura del libro de Tobías y del salmo. Pero resultó que aquel ensayo era una confesión encubierta a la que me llevaron algo engañado. En lo que esperábamos a reunirnos con el cura pude verle en la distancia hablando con otro grupo. Tenía cara de cura, gafas y un aspecto que no me gustaba. Por el nombre me había imaginado un cura joven, de esos que van de jóvenes pero llevan alzacuellos todo el día. Pero no era así. Entramos a los salones parroquiales, donde no entraba desde hacía cienes de años, y entonces me encontré allí en la encrucijada. Entre un pasado y el presente. No quería confesar. Puedo asistir a cualquier ceremonia con respeto, aún mayor por haber sido parte de ella en el pasado, pero no quiero volver a integrarme en el sistema. Así que me debatía entre decirle abiertamente que no quería confesar, incluso no entrar, o dejarle hacer, confiando en que no fuera una confesión como tal sino una absolución (como la que me da Muse semanalmente). Al final entré. —Te llamas… —me pregunta mientras cierro la puerta. Dudé en darle la mano porque aquello parecía cualquier cosa menos un confesionario. —RMN. —Y eres… —El hermano de la novia —le dije mientras me sentaba frente a él en un despacho parecido a una consulta del médico. —El hermano… —y aquí hizo una pausa muy peliculera en la que estuvo eligiendo entre guapo, moreno, delgado, calvo o marica, para quedarse con— el hermano mayor de la novia. —El único hermano de la novia —rematé, para que fuera al grano. En ese momento debí decirle «el hermano agnóstico de la novia que no quiere confesarse y que está aquí porque ella ha elegido este rito», pero le dejé hacer. Me pregunta por mis errores y mis faltas. Intuyo que la cosa va a ir mal así que me pongo a la defensiva diciéndole que, como todos, cometo errores, de los que tomo conciencia y nota para solventarlos. «Por ejemplo?» No voy a entrar al trapo, pero es tarde para irme o cortar la confesión, así que toreo sin ejemplos concretos diciéndole que en general todos esos errores tienden a hacernos mejores. Mi planteamiento es que Dios, de exisitir, me ayuda poco en el día a día y por eso no cuento con él tanto como conmigo mismo. El suyo es buscarme puntos flacos. «Falta de paciencia, tal vez?» me insiste. En ese momento le aparté la mirada tratando de que notara mi indiferencia en la conversación. «Tal vez». La notó, porque acto seguido levantó sus manos hacia mi, como si yo estuviera poseído y pidió a Dios varias cosas para mi, mientras yo observaba la habitación aprovechando que sus manos quedaban entre mis ojos y los suyos y no me veía. Quizás en una iglesia, dentro, o en un confesionario de madera, con enrejado y cortinilla como toda la vida, hubiera puesto algo de interés. Pero en una habitación con tubo fluorescente en el techo, una virgen de Fátima de medio metro a un lado de la mesa, y una mochila de Puma y una bolsa de Los Guerrilleros a los pies no era capaz. —En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo —y me levanté, dándole las gracias y saliendo por la puerta. Cuando por fin se produjo el encuentro que yo esperaba sin confesiones comenzamos a hablar de cómo sería la ceremonia. Para entonces él estaba absolutamente convencido de que yo sobraba en esa reunión. Lo estaba porque se mostró sorprendido de que yo fuera quien haría la primera lectura y el salmo. Y más aún cuando supo que el ritual que se repartiría entre los asistentes y que él tenía entre las manos lo había escrito, diseñado y encuadernado yo. —Que no practique no significa que no me documente para hacer las cosas —le dije, pedantemente, desde el rencor que su cara de sorpresa me provocaba. Dos días después, en la boda, me saludó y me dió la enhorabuena por la boda y por lo bien que había «sabido transmitir la palabra de Dios». No hay que prejuzgar a la gente por unos pantalones pitillo, padre.

Start over

Let’s start over I’ll try to do it right this time around It’s not over / Daughtry / Daughtry / 2006 Al llegar esta mañana a la Copisa escuché el enésimo «qué moreno estás» y, algo que me desconcierta un poco, el enésimo «estás más delgado». Fue el top #1 en la boda, pero no esperaba que aquí, en cuatro tres semanas, fueran a notar diferencia entre el yo que se fue de vacaciones y el yo que vuelve. Pero parece que la hay; aunque el yo que vuelve no va a consentir que se siga cuestionando su delgadez. Acaso alguna vez me he parecido a Piraña? Nunca. Pues eso. Envidia. En la oficina iban a hacer obra pero a fecha de hoy solo ha desaparecido un tabique del sótano. Me ha tocado cambiar el rollo del ploter, igual que el día que me fui, y ya me han programado para mañana el primer amistoso previo a la Copa Copisa de Pádel, edición 2008. Lo malo de volver de vacaciones es que en cosa de dos horas tus compañeros ya te han pisoteado los recuerdos de tus calitas, de tus playas, de tu pereza estival, de levantarte y ver el horizonte azul del mar, de «la ràdio musical de Catalunya-ràdio Flaixbac» y de todas esas cosas que hacían que la vida fuera completa, perfecta, y que hay que abandonar en favor de los viajes en metro, la jornada partida, «tus números uno de ayer y de hoy» y la vida normal… Relax. Take it eeeeeeeasy…

Ironic

El calor era insoportable fuera. Lo comprobé al volver del cumpleaños de mi padre, primero, y en el manguerazo diario, después. Tanto calor hizo ayer que durante el manguerazo se me presentaran tres salamanquesas diferentes, de tamaños L, M y S, detrás de diversas plantas. La familia Pelaez de las salamanquesas. Dejé la ventana cerrada, porque dentro se estaba más fresco, bastante más. Acerté. A las dos de la mañana, cuando me iba para la cama, tenía un zoo volador al otro lado del cristal. La luz de mi flexo debía ser la única que iluminaba el patio común de la manzana. Me ahorré molestias y picaduras. No voy a quejarme de acostarme casi a las dos de la mañana por terminar una obra. Ni del trajín y las carreras de esta mañana por la oficina. Ni voy a hablar de la grandísima mano que me han echado dos compañeras para terminar, ni del diagrama de Gantt valorado que no he presentado porque no había tiempo para más. Ni siquiera del dolor de estómago que se me ha encajado y que no sé si responde al pincho de tortilla del desayuno, a los nervios, a las carreras, a la presencia de mi jefe preguntando «cómo vas?» cada tres minutos o a las cuatro míseras horas de sueño de anoche. Sólo quiero irme a mi casa; salir a la calle y derretirme bajo el incesante calor del día de la Vírgen de las Nieves. Isn’t it ironic, don’t you think?

Aire

Después de cantar puente linea la semana pasada, s seguimos para vacaciones bingo con otro fin de semana currando en casa; y van… Sé que no debo pensarlo, porque así se me hace aún más cuesta arriba, pero es que no llego. Es de estas veces que ves el bordillo del final ahí, a nada, pero sientes que no te queda más aire en el pecho ni fuerzas para sacar el brazo y dar la brazada final. Una monitora me dijo una vez que «siempre queda aire. Aunque creas que vas a explotar, siempre queda un poco más de aire.» Y debe ser ese aire el que estoy consumiendo últimamente porque creo que no llego. Esta piscina debe medir más de 50 metros.