Invisible

Si alguien tuviera algún interés en secuestrarme no lo tendría muy difícil. Todos los días, de domingo a viernes, desde hace más de un año realizo el mismo itinerario de ida y de vuelta desde mi casa a casa de mis padres, a comer. Todos los días a la misma hora, excepto los martes, que voy a cenar. Todos los días recorro 850 metros doblando las mismas esquinas, cruzando los mismos pasos de cebra, pisando las mismas aceras. Un día tras otro.

Se genera así una falsa sensación de vivir en el día de la Marmota. Todos los días me cruzo con una vecina nada más dar la vuelta a la primera esquina; con otra unos metros más adelante, frente a la antigua casa cuartel; después la mujer musulmana con hijab y sus dos hijas sin hijab; el empleado de la tienda de fotografía que regresa tras cerrar; los dos adolescentes con granos que me sacan una cabeza pero que abultan la mitad que yo; la empleada de la limpieza del centro de salud que sale por la puerta histórica del edificio con dos grandes bolsas de basura negras camino del contenedor; el ciego que cierra el quiosco de los cupones, el ciclista que pasa, las peluqueras que se fuman el cigarro tras salir de la peluquería sentadas en un banco; el chino que fuma también en la puerta de su bazar; los adolescentes que se lían canutos sentados en un banco de la plaza tras salir del instituto; la moto que llega para entrar en el garaje del callejón; el señor con quien comparto el primer apellido, pero cuyo parentesco conmigo se pierde en la línea de nuestros antepasados; la empleada de la autoescuela que cierra la puerta de la sucursal; el hombre trajeado que cada día lleva acompañantes diferentes; la empleada de la Fundación, que avanza por la acera con su obesidad mórbida. Todos se repiten, uno a uno, día tras día. Les veo pero no les oigo. La escena cambia cada día gracias a la música que suena en los auriculares de mi iPod. La escena cambia cada día, porque en este día de la Marmota no amanece siempre nevando. La diferencia es que en mi día de la Marmota el tiempo sí avanza. Les veo con paraguas, con abrigos y bufandas, en manga corta, con botas y con sandalias, con el suelo mojado, con el suelo nevado. Bajo un cielo gris, bajo un cielo azul, bajo el tenue sol de invierno, bajo el incesante sol de verano.

Cuando llevo gafas de sol me siento invisible. No les miro, mi cabeza mira al frente; pero mis ojos se mueven a velocidad REM tras los cristales marrones de las gafas analizando cada detalle de la escena. No les oigo, hago que no les veo, intento ser invisible; a fuerza de estar siempre presente en su rutina diaria, pretendo desaparecer de ella. No existir. Volver a recordarme que yo no debería estar aquí.

5 thoughts on “Invisible

  1. Pues te podías dar alguna alegría y pasearte por aquí un poco, ¿no?.

    Superbonito, darling.

  2. Extrañamente, esto es una serendipia o algo de eso, hace un par de días pensé en que, pese a que los días y las circunstancias eran distintas, siempre hacía lo mismo durante ciertas horas del día y me encontraba exactamente a las mismas personas. Yo tampoco las oigo, ya que me pongo música también mientras camino, pero la sensación fue bastante agobiante.
    Pensé en correr un día hacia el lado contrario y ver qué me encontraría, o me pregunté si para ellos yo también era parte de su rutina..
    El gato de la papelería está ahí siempre, al principio me huía, luego ni se inmutaba y ahora, si me da y lo acaricio, el tipo se deja. Aunque con cara de estar haciéndome el favor.

    ME ha encantado tu entrada, como todas, porque le das un toque hermoso a las cosas que cuentas ^_^

    Un saludete!

  3. A mí también me ha gustado la entrada, aunque el final es un poco angustiante…

    De todas formas, supongo que el día que falte alguno de los personajes de tu rutina, lo echarás de menos y te preguntarás que ha sido de él.

  4. Te entiendo perfectamente, mi día de la marmota dura ya 5 años casi 🙁
    Y bueno, es angustiante, vale, pero la cosa está en que nosotros desde dentro no notamos esos pequeños cambios que se producen casi imperceptiblemente día a día. Ya verás, al final todo pasa … aunque tarde … bueno, eso, que ánimo, que seguro que tú vas a tener más suerte que yo 😉

    Besicos!

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