Que empiece la fiesta

Nunca pensé que me alegraría tanto de que llegara el 8 de enero. Por fin!!! Atrás quedan casi dos meses (que ya está bien) de navidades, y de lo que no son navidades. Y aunque por delante nos queden 3 meses para la Semana Santa, sin fiestas, sin puentes, sin nada más que días laborables, me da igual: estaba deseando que terminaran.

El resumen navideño es simple: tres semanas (si me ciño estrictamente a la campaña 2006) con pocos festivos y muchos laborables. Los laborables un lujo: la M30 despejada, el aparcamiento con plazas donde elegir, 20 minutos de viaje (en coche), cuatro gatos en la oficina, que si hoy una copita de cava y un pinchito de tortilla, que si nos vamos a las 6, que si un rosconcito de reyes… Los festivos peores. La tele el coñazo de siempre, las fiestas en fin de semana (para ahorrarnos gastos), no ha llovido, no ha nevado, me he ahorrado varias cenas, no he visto ni un solo belén, no he visto Cortylandia, pasé de ese-eme-eses de feliz navidad y feliz año; no he sentido la navidad como otras veces, no tenía ganas. Puse mi arbolito de navidad a estrenar en casa (medio obligado) y disfruté más guardándolo ayer que montándolo el día 15.

Mención especial para el amigo invisible, papá Noel y los Reyes. Fui malo en 2006, me consta, lo sé. Pero he pillado por todos los lados. El amigo invisible se portó, el gordito de rojo me trajo un paraguas y un juego de café (supongo para mi casa) que no había pedido. Y los Reyes me trajeron unos pantalones, ECDL Episodio 1 y mi flamante iPod nano silver con el que estoy como un niño con zapatos nuevos… Me quedo con eso; con la ilusión que me hizo abrir los regalos que quería, pero que nunca espero, y con las dos horas de caramelazos en plena Castellana viendo a los Reyes. Trataré de recibir la próxima navidad con otro espíritu.