Un mes de mundo

Un mes de mundo. Eso es todo los que nos queda. No de la existencia real de El Mundo, sino del fin del mundo tal y como lo conocemos según la famosa teoría de los mayas y la alineación planetaria del sistema solar prevista para el 21 de diciembre de 2012. 30 días. Ahí queda eso. Yo llevo dándole vueltas desde que me enteré hace varios años al tema. Al principio sonaba como las famosas profecías de Nostradamus, el efecto 2000 o el menda aquel americano (nada religioso) que lo previó para hace un año. Durante el avanzar de los años he pasado de darle cero importancia a casi querer que ocurra. Y si esa es la solución a la crisi (Fátima Báñez dixit), a la deuda, a la prima de riesgo, al paro, al vivir por encima de nuestras posibilidades, a los recortes, a las mentiras y a algo que, ciertamente, nadie sobre la faz de la tierra sabe cómo va a terminar.  Y si necesitamos un reboot? Hace un par de años filmaron, cómo no, una pelicula que, of course, fui a ver al cine. La película no supera a mis queridas Armageddon o El día de mañana. Es más, para mi gusto es demasiado fantástica pero se deja ver aunque es muy larga. El argumento, como en Rey de Reyes o Titanic, ya lo conoces de antemano. Pero aquí lo importante es saber (a saber): – cómo termina el mundo: qué tipo de catástrofe se nos viene encima. En este caso una tormenta de neutrinos hace que la corteza de la tierra se desplace libremente, haya terremotos por doquier y tsunamis que arrasan con todo. – qué vamos a hacer nosotros, Estados Unidos más concretamente, para evitar que ocurra. En este caso son los países del G8 los que encargan a los chinos que preparen unas arcas para evacuar a la gente. Los chinos, quién si no? –  si sobreviviremos, la humanidad en general, y el protagonista-padre de familia desestructurada que salva a su familia en el último suspiro, en particular. Nosotros (yo al menos) no tenemos mil millones de euros para conseguir una plaza en el arca, así que recomiendo que disfrutéis del mes que tenemos por delante. Tal y como pintan las cosas, ya no aquí, sino en Israel mismamente, nadie tiene la certeza de que el día 21 de diciembre a algún zumbado no se le ocurra apretar un botoncito rojo. Por si despertamos el día 22 de diciembre como si nada, suerte en la Lotería.