Mucho por hacer

Porque de ti volví a aprender el nombre de las cosas,
porque de ti volví a aprender lo necesario: pan, casa, destino, camino.
De ti volví a aprender, del bosque de tu alegría,
de manos de tu sereno misterio.

Aprendí a sumar lo lógico y lo incierto, a poner la mesa.
Aprendí a tolerar la presencia necesaria de las arañas.
Aprendí a soportar sólo lo soportable.
Y quedaba mucho por hacer,
rechazar el tedio, luchar contra él.
Y quedaba mucho por hacer…
Limpiar de malas hierbas el prado, arrancar las rejas y cercados,
hacer montones: perros con gatos, hacer montones: soles y estrellas,
borrar las señales de vuelo para que los pájaros sean dueños del cielo.
Y quedaba mucho por hacer.

Del bosque de tu alegría
Manolo García
1998, Arena en los bolsillos

Suerte

En la primera entrada de este año contaba que tenía la sensación de haber vuelto a una época pasada, como diez años atrás. La describí como una suerte de flashback, aunque en el fondo estaba describiendo el flashforward de este año 2009. No presentía en ese momento que la sensación no terminaría al escribir aquellas líneas, sino que se mantendría durante todo el año.

Este año en el que los ingresos son escasos, aunque superiores a los de hace diez, hay que reducir gastos innecesarios. Es tal el recorte que este año es uno de los que menos dinero he jugado a la Lotería de Navidad, aunque aún así jugaba hoy más dinero que hace diez años, con casi la misma gente que entonces. Poco más de 52 euros, con los que aspiraba a un potencial máximo de algo más de 260 mil.

El resultado: 60 euros, en dos premios, que me dejan un balance positivo de siete euros. Beneficio mínimo, compromiso solventado y otra cruz en el calendario, al que ya le quedan menos de diez casillas por tachar. Por suerte.

Un poco más

Cuando yo era pequeño el uno de noviembre era un día gris y frío en el que íbamos al cementerio. Yo no entendía muy bien por qué íbamos, nosotros y la gente en general, al cementerio el día uno de noviembre, fiesta de Todos los Santos (el mío, el tuyo, el de todos, pensaba entonces —pienso ahora—) en lugar de ir el día dos que es el día de Todos los Difuntos. No lo entendía entonces, ni lo entiendo ahora. Pero siempre o casi siempre era gris y, sobre todo, frío. Y alrededor de ese día siempre había huesos de santo de postre. Los huesos de santo me gustaban entonces, y ahora, porque están hechos de mazapán, que me gusta, y que además me evocaba antes, y ahora, aunque menos, que la navidad se acercaba y por navidad los mazapanes se servían a diario.

Ahora que soy mayor el día uno de noviembre es un día espléndido y hace calor. El termómetro marca 20,7º a las cuatro y media de la tarde. Y en mi patio ya no da el sol desde hace varias semanas y no tiene opción de calentarse en exceso. Pero hace calor. Y ocurren más cosas, que no sé a qué se deben. Cosas como acceder un 31 de octubre, Halloween, a las seis y media de la tarde, mientras se hace de noche y en manga corta, al Hipercor y encontrármelo adornado de navidad, cuando aún no he saboreado un hueso de santo ni su mazapán ni su evocación navideña, cuando aún no he usado un jersey de lana o una bufanda o unos guantes.

Por no hablar de que tengo todas las plantas en flor, como en abril, pero en noviembre. Así no es muy difícil volverse un poco más loco.

Antojo

Antojo de helado a las once y media de la noche y nada en el congelador. La solución de este problema pasa por una gasolinera, un Opencor o un chino de barrio. La opción a priori más barata y más rápida es esta última. Dando la vuelta a la manzana se podían encontrar hasta tres, uno en cada lateral de la misma. El primero cerrado, el segundo abierto.

En la puerta de la calle cuelga un cartel de Nestlé con sus helados de palo y sus precios. Yo busco tarrinas. En el segundo arcón encuentro lo que busco. Y más. Junto a los helados de Nestlé se amontonan barras de helado al corte y tarrinas de litro, ambas de la marca Hacendado. Tomo sorprendido una tarrina de leche merengada. Debajo hay magnums. Cojo una caja de 6 minis. Y pago en el mostrador: 9,50. En la página de Mercadona la tarrina de helado cuesta 1,60; en la de El Corte Inglés los magnums valen 3,39. El antojo ha salido cuatro euros y medio más caro que si hubiera estado previsto. Pero me da un poco igual.

Lo que no me deja vivir ahora es si un chino puede vender productos del Mercadona, así de alegremente, un 50% más caros…

Rodeado

Mi vecino de medianería, con el que comparto toda una pared de salón, baño y dormitorio, pertenece al portal de al lado. En la carrera nos enseñaron que, generalmente, los muros medianeros llevan doble espesor de tabiquería, por aquello de que cada uno tenga su pared, pero además porque, generalmente otra vez, suele ser el lugar idóneo para, en proyecto, colocar juntas de construcción o dilatación. Cuando tal junta no existe, como es el caso de mi casa, se debe (aunque pocas veces se hace) colocar un aislamiento acústico que desde la aprobación del CTE es obligatorio. Aquí no lo hay. Por este motivo sé que mi vecino tiene un hijo, de nombre Lucas, de menos de dos años y al que no he visto, creo, jamás, pero al que he oído correr, llorar, gritar y berrear, y por ende a sus padres reprimiéndole, pasada la medianoche en muchos casos. De hecho, el año pasado (y lo recuerdo porque estaba febril) tuve que tocar la pared del cabecero de mi cama a las doce y media de la noche, para que cesara el numerito que había al otro lado del doble tabicón y Luquitas, por fin, fuera acostado (Supernanny, come to me!!!). El hecho de que pase muchas más horas en casa que lo que debería ser normal hace que sufra a Luquitas desde primera hora de la mañana hasta la última de la noche; no queda otra.

Ayer, al salir por la puerta, bajaba andando las escaleras la vecina del primero, la que vive encima de mi. Llevaba tiempo sin verla y al hacerlo mi gesto se torció y empecé a reconsiderar la posibilidad de irme a trabajar al extranjero: está embarazada!

Lisboas

La semana pasada cascaron las dos máquinas de afeitar que uso. La que me trajeron los Reyes se quedó con el interruptor hacia dentro, haciendo falso contacto, de forma que se encendía cuando le venía bien. La que me tuve que comprar en vacaciones (que también es fatalidad que te vayas de vacaciones y se te rompa la máquina… suerte que en Lisboa hay un corteinglés) funciona bien, pero una piececilla que lleva un muelle (se supone que oculto) ha perdido el muelle y ahora afeita como cualquiera, esto es, poniéndo el baño perdido lleno de pequeñísimos pelos, mientras que con la nueva y su sistema de aspiración quedaba todo en el cajetín (una cosa supermoderna y superútil).

En El Corte Inglés me han cambiado, así sin más preguntas, la de los Reyes por una nueva, entre risas de las dependientas que veían avanzar la máquina sola sobre el mostrador (para mi suerte, a la máquina le ha venido bien encenderse al presionar la chica el botón, pero ha decidido no apagarse). La metió en un cajón y me dió una nueva. Pero para la portuguesa me ha dado un número de teléfono del servicio post-venta de Philips porque este modelo «en este centro no lo tenemos».

Llamo al número gratuito y un chaval algo empanado me empieza a hacer preguntas. Después de darle el número de centro, de operación, mi DNI, mi código postal, mi dirección, mi móvil, la fecha de compra, mi nombre y apellidos, el modelo del barbero, el número de serie (oculto debajo del cabezal) y casi hasta mi talla de calzoncillos, me pregunta:

— En qué centro de El Corte Inglés lo compró?
— En Lisboa —le digo, algo temeroso de encontrarme problemas a nivel internacional.
— Espere un momento —me dice; y tras unos diez segundos de silencio, me pregunta:
— ¿Lo compró usted en Portugal?

He respirado, he sonreido y he acertado a decirle «claro, claro, en Portugal…». Cuántas Lisboas más hay en el mundo??

Cambios

El tiempo no pasa en balde. Cada día que pasa cambiamos un poquito más, crecemos un poquito más. Existe un problema: como nos vemos a diario no somos conscientes del cambio hasta cierto tiempo después. Pero crecemos y cambiamos.

En estos últimos meses yo he crecido, aunque no a lo alto (no más, por favor!) y he cambiado, añadiendo la jardinería a mi lista de entretenimientos (por ejemplo). Y para dar fe, aquí una muestra de que el tiempo pasa y de que las cosas cambian y crecen.

Mi ventana el 23 de junio y hoy.

Mi triste patio el 22 de mayo y mi frondoso patio hoy.

Alcorcón

Siempre había pensado que Alcorcón estaba ahí detrás. De hecho, juraría que el viernes, cuando monté en el metro, vi ese nombre en la lista de estaciones que suceden a la mía, en la misma línea en la que yo viajaba. No recuerdo exactamente cuándo fue la última vez que estuve allí, pero sí recuerdo que no hacía falta pasaporte, ni salir del país.

Todo eso cambió anoche cuando recibí un mail del Portal de Empleo de la Comunidad de Madrid con una oferta de trabajo. Soy escéptico ante estos, pocos, correos que he recibido de este destinatario en los meses que llevo desempleado, pero aún así, lo abrí para comprobar qué se me ofrecía. Me equivocaba porque, a priori, con la información básica que ofrecía el mail, tenía buena pinta; la oferta era ahí detrás, en Alcorcón.

Cuando abrí la ficha mi concepto de la geografía local cambió y decidí que Alcorcón se me hace muy lejano para ir todos los días a trabajar. (Los subrayados en rojo son míos).

Uprising

A veces desaparezco. Me pasa con cierta asiduidad; de repente un día no estoy, ni al siguiente, ni al otro. Y pasada una semana o dos, me doy cuenta, asombrado, de que he desaparecido de algún sitio, en algún entorno, en algún círculo. Sólo que ya no son dos semanas. Ya es medio mes, o el mes completo. O dos meses, incluso más. Pocas veces me secuestran ideas o personas; una o dos veces soy capaz de recordar. La mayoría de las veces soy yo el que se aisla, dejando de lado otras cosas, algunas veces pocas, otras veces muchas, demasiadas quizás. Ahora soy capaz de reconocer estados de éxito o fracaso, relativos siempre, en la mayoría de esas ausencias. Estados de euforia o de depresión que me conducen irremediablemente a la desaparición.

Cuando por fin alcanzo mi objetivo, la situación tampoco me satisface porque descubro que no estoy solo. En ese momento empiezan a aparecer por todos los lados miles de ideas: en los cajones, bajo la cama, en la nevera, encima de la mesa, en el buzón… y, sobre todo, en mi cabeza. Algunas son muy ruidosas, pocas aparecen y se van, la mayoría se quedan y convierten la vida en algo muy doloroso, además de hacerme sentir inseguro, desconfiado, inferior y desgraciado. Ideas, absurdas la mayoría, que emborronan mi mirada, mi camino y mi existencia y que me impiden moverme y tomar decisiones, haciendo que no tenga casi capacidad de reacción a nada.

Las he dejado estar, seguramente en algún caso erróneamente, para poder escucharlas a todas, de forma casi individual, y poder así analizarlas y descartarlas o aceptarlas. Así han desaparecido la mayoría, por descarte, y así se han integrado otras muchas nuevas, por aceptación, quizás el paso final de este largo proceso. Aceptación de conceptos que eran ajenos a mi vida, pero que, lo quiera o no, están ahí. Porque solo así puedo ahora, al final, reivindicarme como nunca debí dejar de hacerlo.

Muchísimas gracias a todos por la espera.
Nos espera un curso de lo más interesante…

Aprovecho la ocasión para felicitar a los Gabrieles, los Rafaeles y los Migueles.
Y en general a todos aquellos que se sean (o se crean) ángeles (o arcángeles).
Felicidades a todos!

Pinocho

Las termitas son unos insectos sociales que atacan la madera y que, al contrario que el resto de los insectos xilófagos, no abandonan el interior de la madera al convertirse en adultos, lo que hace difícil su detección hasta que el daño es profundo. En primavera, una pareja sexuada abandona el termitero original para crear una nueva colonia. Para ello atraviesan en su camino materiales de gran resistencia como la cerámica y el hormigón. Una vez dentro de la madera la reina deposita un gran número de huevos, superior a 1000 diarios, dando origen a un enorme número de individuos, llamados obreros o soldados, ciegos y con fuertes mandíbulas. Los soldados perforan galerías paralelas de sección constante, dejando finas láminas de madera entre ellas, pero manteniendo intacta la cara exterior del elemento de madera, para aislarse de la luz. La apariencia final del elemento atacado se conoce como «hojas de libro» por su similitud con un libro entreabierto.

Tengo que retroceder hasta 1979 para poder fijar un período de 200 días consecutivos sin hacer nada, sin tener nada que hacer, sean estudios o trabajo. Nunca antes en mi vida había pasado tanto tiempo en barbecho. Y  me veo como un Pinocho de casi dos metros dentro de la ballena de la crisis, acostumbrado a vivir aquí, y descubriendo que, al ser de madera, me han atacado las termitas de la incertidumbre, del no saber qué pasará mañana. Necesito encontrar una solución a la sangría de días que sufro; necesito parar la hemorragia y recuperar objetivos. Dejar de dar vueltas en la glorieta en la que me encuentro, a la que llegué cuando me obligaron a dejar la autopista, y en la que tengo que decidir por donde sigo.

Nos veremos en septiembre.
Feliz verano!

 

Cine

Taberna gallega en la calle Martín de los Heros; entramos para rellenar los veinte minutos que quedaban para que empezara la película. La taberna es oscura, con poca luz natural (aun siendo de noche), con  ese olor de taberna, de chigre, pero sin el aroma de la sidra, y esa sensación de suciedad, de que al ser oscura no se ve nada de nada. Vacía, dos personas al fondo, y el típico dueño/camarero distante, serio y raro. Esta es una transcripción literal de la conversación que tuvimos al pedir la cuenta:

—Qué te debo?
—Todo; porque aún no has pagado nada —aquí he sonreído desconcertado. —Tres con cincuenta, al contado.

Dejo en la barra un billete de cinco. Lo coge, se va y vuelve con un plato de café con un euro y medio de vuelta.

—Y esto hace un millón —me dice al dejar el plato en la barra.

En la acera de enfrente, donde el Plan E aún no ha puesto el granito y las aceras están cubiertas de arena (que se metía por mis alpargatas sin piedad), estaba una de las pocas salas de cine que no proyecta Harry Potters, Transformers y otras obras maestras parecidas. Allí vimos No mires para abajo, una película que parecía picantona pero que terminó siendo un grato descubrimiento, sin excesivas connotaciones sexuales y con un fondo tremendamente útil en estos días de desconcierto social (y en mi caso personal).

Pre-inscrito

Fui al dentista a las diez, porque tenía cita para la revisión de la férula. Después de mirarme las encías y comprobar que están perfectamente y que mi sensibilidad ha desaparecido, el dentista procedió a examinar la férula. Hasta cuatro personas miraron asombradas las marcas de todas mis piezas inferiores en la férula, algunas con más de un milímetro de profundidad.

—Sueñas cuando duermes? —me pregunta el dentista.
—Me supongo, pero no lo recuerdo.
—Mejor, porque con estos mordiscos…

Salí del dentista y me subí a Madrid. Tenía que recoger una documentación cerca de Sarajevo la calle Serrano, de donde conseguí salir entre tanta valla «tipo Ayuntamiento», tanta pilotadora de pantallas y tanto newjersey de plástico. Alcalá, Gran Vía y Princesa. En esta última un Peugeot 107 azul marino, nuevo, con un peluche en la bandeja trasera y una L resplandecientemente nueva, formaba un espectacular atasco. La pobre conductora no era capaz de echar andar el coche calle arriba frente al hotel Meliá. Lo calaba una y otra vez. Y otra más. Y otra. Cuando conseguí adelantarle recordé mi primera experiencia en hora punta en la cuesta de san Vicente, que fue bastante parecida, pero con un Renault 7.

Llegué a la Escuela de Aparejadores, mi escuela, con mucha seguridad (toda la que me faltó en anteriores visitas) a solicitar mi expediente académico. Yo pensaba que ser antiguo alumno tendría alguna ventaja, pero no: me tocó aguantar pacientemente la cola de secretaría como toda la vida, entre alumnos con matrículas y mucho jovenzuelo. Al llegar a la puerta descubrí otro motivo de desesperación más: la Ley de Protección de Datos.

Al entrar me encontré con «las pilinguis». Aún hay dos de las tres que conocí. «Las pilinguis» son las funcionarias de secretaría y las llamábamos así porque su estilismo en los noventa era aún ochentero: mini-minifaldas de cuero, vaqueras, pelos cardados, abuso de la laca, tintes rubios con raíces negras… Ahora ya no llevan tanto retraso temporal en su indumentaria y vestían ropa perfectamente de moda a primeros de siglo. La rubita (de bote con raíces negras) de siempre me atendió.

—Es por lo de la Ingeniería de Edificación? —me dice sonriendo.
—Sí —le digo yo sonriendo más.
—Dame tu DNI.

Se lo doy y lo teclea en la base de datos. En ese momento aparece mi ficha en pantalla y, lo peor, mi foto, una foto de 1996. Ella ha mirado la foto y después ha cotejado la del DNI. Y después se ha girado para mirarme la cara mientras yo sonreía y le ponía ojitos de «no-hagas-comentarios-sobre-el-pelo, porfa«. Me entrega mi expediente, me sonríe de nuevo, le doy las gracias y me voy al Rectorado de la Universidad Politécnica a entregar el expediente y el resto de la documentación.

Allí había otra cola más, esta más heterogénea, porque los papeles que la gente entregaba eran variados y con diferentes colores. Me entretengo leyendo el periódico en el móvil mientras la cola avanza y llega mi turno.

—Vengo para la presentar la pre-inscripción en el Grado —le digo a la chiquilla del mostrador.
—Muy bien. Déjame la documentación.

Le hago un par de preguntas sobre una fecha que no tenía clara y que tenía que rellenar y me dejo a propósito una casilla sin rellenar. Entonces me entero de que hay un examen, «una prueba» (como me dice ella) la semana que viene. Así que sí. El próximo miércoles tengo que ir a la Escuela ha hacer un examen de inglés, del que aún no han colgado nada en la página y que creo que no me voy a preparar.

Y sí, ya estoy pre-inscrito para poder matricularme en septiembre en la Universidad y sacarme el Grado en Ingeniería de Edificación. Veremos si paso la prueba de inglés, si paso la ecuación de baremo (que incluye la nota de Selectividad), si consigo plaza y si al final me matriculo o no…