FlashForward

En uno de los viajes que he realizado a Sevilla en las últimas semanas salí de Atocha a las 7 de la mañana. Eso me hizo levantarme muy pronto en casa para estar a tiempo en la estación, con lo que el sueño que viaja en los bolsillos es considerable. Al poco de arrancar el tren, por Entrevías o así, caí roque contra la ventanilla y estuve durmiendo durante casi dos horas, hasta Córdoba. En Córdoba desperté al parar el tren y ya no volví a dormirme. Aproveché entonces para contemplar el paisaje durante la media hora que quedaba de recorrido.

A medio camino, todavía medio dormido, divisé al fondo sobre el horizonte una luz muy potente y bastante lejana, que me recordó instantáneamente a FlashForward, la serie, y al aparato que generó el desvanecimiento. También pensé en ovnis aterrizando en plena mañana en Córdoba, pero me gustó más la primera idea. En sucesivos viajes he buscado esa luz, que aparece por la ventanilla de la izquierda.

Hoy Pepa ha contado en el Telediario que lo ha inaugurado el Rey. Es una planta solar, al más puro estilo Sim City. A 30 kilómetros de la vía del AVE y en servicio desde mayo. Al verlo, la idea del desvanecimiento mundial se ha ido al garete, hoy que tan bien me hubiera venido el desvanecimiento y la visión del futuro.

El final del verano

Mañana viernes por la mañana, antes del mediodía, se acaba el verano.
Cuando llegue la hora del Ángelus ya estaremos en otoño, la última estación meteorológica que nos queda por vivir completa en este año 2011, en el que las estaciones, esos antiguos períodos de tres meses, siguen durando 3 meses, pero cuya sensación de duración real es de años completos. Este verano ha sido muy largo; larguísimo. No por tener que trabajar, que es algo que en general se agradece, sino por haber tenido que hacerlo a diario hasta las siete de la tarde, de lunes a viernes, sin excepciones, sin jornadas intensivas, incluso en muchos días sin absolutamente nada que tener que hacer en horas, pero teniendo que estar físicamente allí, en el trabajo. Se genera así una sensación de cansancio y de escasez de tiempo libre que me ha traído hasta aquí, sintiendo que las últimas navidades fueron hace 30 meses o más…

La llegada de la nueva estación me pillará, además, fuera de mi ciudad, concretamente en Sevilla, donde últimamente he tenido que viajar bastante para terminar una obra. Cuando esté volviendo en el AVE en algún lugar entre el paralelo 57º Norte y el Sur está previsto que se estrelle un satélite, del tamaño de un autobús, que la NASA sabe que cae mañana, pero no dónde, ni exactamente cuándo. A mi todo esto me crea incertidumbre; desde cuándo la NASA no sabe dónde ni a qué hora aproximada va a caer el bicho? Desde cuando la NASA da esos intervalos tan abiertos? Porque el 57º Norte está al norte de Canadá y el 57º Sur al sur de Chile y Argentina. Eso en mi pueblo es no tener ni idea de nada. Y el bicho es suyo, lo lanzaron ellos hace años y ahora nos puede caer a cualquiera encima, por mucho que se vaya a desintegrar en 26 fragmentos y por mucho que la probabilidad de que caiga sobre alguien sea de 1 entre 3200.

Personalmente yo ya tengo una lista de lugares y personas sobre las que podían caer algunos de esos 26 fragmentos, pero por lo pronto me conformaré con que no caigan encima de mí o del tren que me traerá de vuelta a Madrid.

Give up

Mañana a estas horas estará terminando una sesión de hipnosis a la que me apunté a primeros de agosto, al volver de las vacaciones y, tras la cual, espero (y deseo) se cumpla el propósito de los organizadores tanto como el mío propio. Y es que, tras salir de esa sesión de hipnosis se supone (ocurrirá) que ya no fumaré más; así, casi por arte de magia, se esfumará el mono y la dependencia que durante 20 años me ha tenido agarrado al tabaco. Así sin más. Sin dormirte ni perder la conciencia, colectivamente; se supone que mañana a estas horas no sólo ya no fumaré sino que posiblemente me convierta en un talibán en la cruzada anti-tabaco.

Cómo se hace? Cómo es posible que yo deje de fumar y nada cambie? Esas mismas preguntas aparecían en mi cabeza los días siguientes a la inscripción. Cómo es posible que el viernes, al día siguiente, me levante y no tenga ganas de fumar? Qué haré después de comer, de desayunar, de cenar, de tomarme el café, cuando esté de copas, en un atasco, a la salida del cine o en cualquiera de esas situaciones en las que se fuma, más por inercia que por necesidad? Qué haré cuando, después de escribir la entrada siguiente a ésta (que ya escribiré como ex-fumador), la relea sin fumar (no como ahora) antes de darle al botón publicar? Me agobiaban tanto esas preguntas que preferí obviarlas, incluso la fecha misma de la cita; no intentar adelantarme a lo que vaya a pasar.

En su lugar empecé a pensar en todo el tiempo que ahora gasto en fumar, y en el dinero que eso supone, y que cambiarán mi tiempo y mi economía. Y me gustó; me gustó pensar que en unas semanas o unos meses mi catarro y mi moqueo crónico desaparecerán, volveré a recuperar el olfato con más intensidad, el gusto y, por qué no, la teoría de que dejando de fumar se engorda. Por no hablar de los cerca de 1400 euros que ahorraré durante el primer año…  He gastado el último mes en suponerme en un escenario mucho más favorable que el actual. No pienso en el fracaso, si ocurre. Sólo pienso en el éxito, que ocurrirá, y en cómo esto puede cambiarme la forma de ser. En fin, que esta es mi última entrada como fumador. Wish me luck!

Αθήνα

30 horas en Atenas es un tiempo más que considerable para concebir una opinión de la ciudad, para decidir si te gusta o no, para clasificarla entre todas las que conoces y, por qué no, para ponerte del lado de los griegos o de los alemanes (con el tema de la deuda; ahora entiendo un poco a Angela Merkel), para comparar a nuestro país, del que yo siempre he tenido dudas, y al que volveré el domingo pensando como ZP: somos un gran país; no somos Francia o Alemania pero somos un gran país.

La pregunta persistente que suena en mi cabeza desde que llevaba aquí un par de horas es ¿En qué se ha gastado esta gente el dinero de los fondos europeos hasta que se ha cortado el grifo? ¿En qué? Todo el mundo despotricando de Lisboa hace dos años cuando fui (que si es vieja, que si está descuidada, que si parece España en los 60) y resulta que al lado de esta gente (que además han organizado en los últimos diez años unos Juegos Olímpicos y una Eurocopa) parece otro gran país.

El sur no es el norte, eso es evidente, pero sin conocer Italia diré que también hay varios «sures», y el nuestro no es el mismo que este. Además es rara. Mucho. Aquí mi lista de cosas llamativas:

– Chalecos antibalas. Los llevan muchos polis y todos los seguratas (el de Zara, el del McDonald’s…).
– Las calles no tienen líneas, ni contínuas ni discontínuas. Ni pasos de cebra pintados. Y algunos semáforos duran diez segundos para los peatones.
– Cruzas algunas calles y parece que has cambiado de ciudad y hasta de país.
– En general está descuidada y dejada. Los edificios poco o nada mantenidos. Y el conjunto es un poco deprimente. Esto va por zonas.

– Está poco iluminada. Y no será por ahorro energético: hay terrazas con ventiladores en la calle y las tiendas tienen el aire acondicionado a tope con las puertas abiertas. Además muchas líneas de autobuses van electrificadas.

– Las luces de navidad siguen puestas en algunas calles (hoy es 25 de julio).
– Uno de cada tres motoristas va sin casco.
– El Parlamento es como el Palacio de Riofrío (esto es una opinión personal mía).
– Las tiendas (algunas) abren a las 6 y cierran a las 9 de la noche. Otras siguen abiertas a las once y pico.
– Hay perros por todos los lados, dormidos. Y ademas con pinta de vagabundos, que lo serán.
– Los nombres de los sitios son como formulas fisicas, todo lleno de alfas, deltas, epsilons y nuestro querido número pi, en mayúsculas y en minúsculas.

– Hay zonas que parecen soviéticas, la calle del hotel, Pireos, sin ir más lejos.
– Y en el metro nada de dejen salir antes de entrar. Esto es más achacable a los guiris, aunque yo aquí lo sea.
– No hay papeleras en el metro, aunque el suelo no esta sucio; y aunque en general es antiguo y sin ningun alarde de cartelería, está bastante limpio.
– No he visto ninguna oficina del Banco Santander. A cambio vi tres Zaras, dos Bershkas y un Stradivarius.
– Puedes encontrarte con polis sentados en una terraza, de uniforme y casualmente sin chaleco antibalas.

Dicho esto diré que vine a ver la ciudad que existía hace 2500 años, aunque haya tenido que alojarme en la actual. Mañana, por fin, a la playa.

Terremoto

Anoche estuve viendo Comando Actualidad, que era monográfico sobre el terremoto de Lorca. No vi más allá de la primera media hora, la que recogía impresiones de vecinos, técnicos y UMEs y las imágenes más impactantes de los edificios más afectados, históricos por un lado y de viviendas por otro, algunos más antiguos y otros relativamente modernos: todos afectados. Viéndolo recordé los años de carrera, cuando nos contaban lo que se debía y, sobre todo, lo que no se debía hacer.

Me llamaron la tención dos cosas. La primera es que ninguna de las dos reporteras del programa llevaban casco, ni cuando grababan en la calle ni cuando lo hacían dentro de los edificios. Pero ni ellas ni los militares de la UME con los que charlaban. Estos iban edificio por edificio revisando estructura y acabados y terminaban la visita marcando con un spray de color en el portal el estado del inmueble, de una forma fácil y sencilla, como la que yo uso para clasificar las celdas de mis exceles, a lo semáforo: verde bien, amarillo regular y rojo fatal. Los militares llevaban la boina de su uniforme pero tampoco llevaban casco, al menos no los que salieron en imagen. Sí lo vestían un grupo de «técnicos multidisciplinares» con los que se cruzó una de las reporteras. La acompañó una colega aparejadora para enseñarle varias patologías de varios edificios y llegar a la conclusión a la que llega cualquiera sin ser «técnico multidisciplinar»: se ha construido mal, muy mal; un terremoto de 5 no puede tirar abajo edificios de estructura de hormigón relativamente jóvenes. En uno de los que apareció en pantalla solo quedaban tres o cuatro forjados, apilados uno encima de otro, a modo de tres o cuatro rebanadas de pan de molde, aplastando entre ellos todo lo que antes configuraba los soportes, la tabiquería, las fachadas y el amueblamiento interior. No daba la sensación de ser el país que se autodenominaba «la octava potencia del mundo» cuando se construyeron muchas de esas edificaciones.

Lo segundo más llamativo era el orgullo, rayano con la pedantería, de aquellos cuyas casas no habían sido afectadas por el terremoto, como si de eso se desprendiera que ellos son mejores que los demás, que compraron con criterio; para mi opinión simplemente tuvieron fortuna al adquirir su vivienda en la ruleta de la suerte que supone y suponía comprarse un piso. Si nunca hubiera habido un terremoto sus casas hubieran sido igual de buenas, o de malas, que cualquier otra. Especial mención hago a una señora que presumía de casa intacta, con 300 años de antigüedad. Simplemente defendía que antes se construía mejor, no que su casa lo fuera.

Con independencia del año de construcción, lo más importante que merece un edificio (o un coche o una amistad) es su mantenimiento en el tiempo. Algunas de esas iglesias que se vinieron abajo en Lorca, y gran parte de sus edifcios, no lo hubieran hecho si se hubieran mantenido correctamente. Sirva este terremoto para advertirnos de que dentro de veinte o treinta años, si no menos, y sin necesidad de terremotos, muchos edificios construidos en tiempo y con beneficios record sufriran alguna de estas patologías. Tendremos entonces una nueva burbuja, la de la rehabilitación y el mantenimiento, que será necesaria si no queremos encontrarnos con un parque de viviendas en semi-ruina.

Demolición

Cualquier persona que se dedique o quiera dedicarse a la construcción (a pesar de los tiempos que corren en todo y aquí más) debería acercarse a echar un vistazo a la obra de demolición más grande que se puede ver ahora mismo en Madrid, la de la antigua fábrica de cerveza Mahou junto al estadio Vicente Calderón, entre el paseo de los Pontones y el paseo Imperial. A veces, muchas veces, un proyecto de esta envergadura puede llegar a ser más interesante y más ambicioso que un proyecto de obra nueva.

Cuando termine la demolición, que al paso que lleva será por el verano, se habrán liberado más de 60.000 metros cuadrados de superficie en pleno centro de Madrid, lo que viene siendo la extensión de la Puerta del Sol, pero multiplicada por 6, o la de la Plaza Mayor, multiplicada por 6,5. Ahí es nada.

Lo que más me ha llamado la atención de esta demolición en concreto, además de las máquinas, de los hierros que sobresalen del hormigón o de los esqueletos de las estructuras que aún quedan en pie, son los depósitos de la cerveza, que por algún motivo desconocido suponía de acero o prefabricado, pero que en la realidad están seccionados por la mitad dejando ver el espesor cerámico del interior del muro. Y como gran cambio en el paisaje, desde ya, Carabanchel es visible desde la intersección de los dos paseos antes mencionados, solo eclipsado por el Calderón, que también tiene sus días contados.

Soria

Nunca había pisado la provincia de Soria. Los neumáticos del alfita sí habían tenido contacto con ella, A2 mediante, pero mis pies no la habían pisado nunca. Hasta el viernes pasado, cuando llegué a Ucero, un coqueto pueblo al norte de El Burgo de Osma, donde arranca el cañón del río Lobos, un pequeño río que año tras año ha ido abriendo un cañón de dimensiones considerables. El sábado por la tarde lo recorrimos andando hasta llegar a la ermita de San Bartolomé y la cueva, mientras los buitres sobrevolaban nuesras cabezas. En la Edad del Bronce ya habitaban allí nuestros antepasados, pero sus descendientes sólo van de visita rural.

Durante la mañana habíamos subido a la Laguna Negra. Ascendimos en coche hasta la cota máxima permitida y de allí, siguiendo las huellas de todos aquellos que nos precedían, llegamos, pisando nieve y hielo, hasta la laguna. Lo de «negra» es un decir. Por un lado la superficie del agua lucía una considerable capa de nieve y hielo de más de 10 centímetros. Por otro lado las paredes circundantes también nevadas, lucían poca negrura. Y para terminar, sobre el blanco inmaculado de la nieve, se veían un sinfín de puntos de colores, uno por cada forro polar colorido de cada uno de los numerosos visitantes que nos acompañaban.

El domingo entre chaparrones visitamos El Burgo de Osma. Llovía, pero apenas nos mojamos porque la configuración porticada de sus calles nos permitió movernos con soltura sin tener casi que pisar zonas descubiertas. Expliqué así a mis acompañanates el sentido de los soportales de las ciudades, principalmente castellanas, que la mayoría cree estético. Y tras zamparnos un solomillo de la tierra regresamos a la ciudad. Una provincia más tachada en el mapa.

Primavera

Ayer domingo, último día del invierno, aparqué el coche en la calle Claudio Coello y eché a andar calle abajo camino del parque de El Retiro. Apenas diez pasos después decidí que estaba siendo un atrevido yendo simplemente con una camiseta de manga corta y un jersey de punto fino, así que di la vuelta y cogí del coche la cazadora, que había dejado en el maletero pensando que no me haría falta. El sol calentaba, pero esos pasos por la acera en sombra me hicieron dudar. Doblé la cazadora en cuatro y la metí entre el semanal y el diario que llevaba en la mano, por si la acababa necesitando.

Diez minutos más tarde, tras cruzar el subterráneo de la calle Alcalá y llegar al lateral del embarcadero del estanque, ya me sobraba la cazadora, que seguía doblada entre el periódico bajo mi brazo, el jersey de punto fino y casi hasta los vaqueros. La primavera había llegado a Madrid. Y la gente lo sabía, porque inundaba cada rincón del parque, sus paseos, sus plazas, el embarcadero, el Palacio de Cristal, las terrazas y cualquier trocito verde donde calentara el sol. El paseo de coches parecía un domingo de Feria del Libro, pero sin casetas. Hordas de gente montadas en bicicletas y patines se mezclaban con familias de domingo, corredores entrenando y toda suerte de personajes. Se hacía difícil andar por allí y huir a la vez del sol, pero finalmente, después de zigzaguear un poco acabamos en el Bosque de los Ausentes. Allí había menos gente y menos bullicio, y más bancos vacíos y más sombras en los alrededores, así que acampamos para leer la prensa y darnos un descanso entre el gentío. Una hora después abandonábamos el parque buscando algún sitio donde comer antes de volver a casa.

Anoche, antes de meterme en la cama comprobé como una marca roja surcaba mi nuca y mi cuello, diferenciando las partes que habían estado expuestas al sol de las protegidas; y como mi cara tenía un tono rojizo que hoy se ha convertido en un coloreo moreno. Pero por desgracia, aunque la primavera astronómica ya esté entre nosotros, la meteorológica parece que va a tardar en venir para quedarse. Y es una pena, porque tras muchos fines de semana de nublados, lluvias y frío, lo de ayer fue un día extraordinario en medio de este largo, larguísimo trimestre cuatrimestre inicial del año, que queremos que se repita pronto y de contínuo.

20 años

El tren salía de la estación de Chamartín a eso de las nueve de la noche, compuesto por una máquina tractora y seis coches-cama, con diez compartimentos por coche y seis literas en cada compartimento. Habíamos llegado allí en autocares y ahora ocupábamos los coches del tren. Los dos primeros y algo más de la mitad del tercero iban llenos de chicos y los otros tres coches y pico de chicas, ordenados por el mismo orden alfabético que seguían nuestros cursos, de la A a la M. Aquella era la primera excursión del Bachillerato y no era una excursión convencional. Para empezar se hacía en tren, que arrancaba de Chamartín y enfilaba dirección sur para llegar a Sevilla a las 8 de la mañana del día siguiente, lunes 11 de marzo de 1991. El día se pasaba en Sevilla, visitando (las obras de) la Expo, un recorrido en autobús por la ciudad y la visita a la plaza de España, para terminar de nuevo a las 9 de la noche en la estación de Camas, de donde partía un nuevo Talgo dirección Madrid, que nos devolvería a Chamartín, y de allí a la puerta del Instituto.

Han pasado veinte años de aquel día, que no recuerdo fresco y que he tenido que consultar en viejos libros con anotaciones. Recuerdo al guía contándonos desde el autocar de qué país era éste o aquel pabellón, o mejor, las obras de construcción de esos pabellones. Recuerdo que entramos en el pabellón que después se incendiaría, y que vimos una proyección en 3D con unas gafas de cartón que aún conservo en una caja de zapatos. Recuerdo un Curro, lleno del aire que le generaba un ventilador interior, dándonos la bienvenida y haciendo aquellos aspavientos que nunca llegué a creer saludos. Recuerdo subir a la torre del Banesto, que giraba mientras ascendía y que después aparecería al final de Nadie conoce a nadie; recuerdo lo acogedora que me pareció la vista de Sevilla desde el aire. Y recuerdo lo imponente que me pareció la Plaza de España y lo majestuosa de su planta.

Pero por encima de esos recuerdos permanecen dos sentimientos más. Primero una suposición: la creencia de que aquel día, en medio de tanta grúa, hormigonera y casco blanco, inconscientemente me enamoré de la construcción.  Y segundo una realidad, que son las tres personas que, después de pasar un día en Sevilla conmigo hace veinte años, aún hoy siguen a mi lado.

Éramos

Si alguien me hubiera preguntado en la nochevieja de 2000 dónde estaría el día en que terminara la década, quién sería o cómo sería mi vida por entonces y yo lo hubiera apuntado en un papel, hoy, al abrir el sobre, estaríamos ante el mayor fracaso de adivinación de la historia.

Por suerte la vida se ha presentado completamente diferente e incluso mucho más interesante. Espero que sea igual dentro de otros diez años. O mejor.

Feliz 2011 a todos!

Seis

Era el último domingo del año, un día 26 de diciembre, como hoy. Ya había hecho varias pruebas con plantillas pero antes de dar el paso quería averiguar para qué me iba a servir, qué me podría aportar. Finalmente, sin saber muy bien la respuesta para esta última pregunta me animé y le dí al botón publicar. Así apareció, en otra ubicación y con otro aspecto, la primera entrada de este blog, El piloto. Por entonces yo era un joven soltero que vivía en casa de sus padres, al que ya le picaba el gusanillo de la independencia, y que trabajaba en la primera constructora del país. Por delante me esperaba un año nuevo, 2005, lleno de retos profesionales y personales. Necesitaba algo nuevo, algo secreto y, de alguna forma, privado, donde desahogarme, expresarme, compartir o simplemente escribir. Ahora creo que la mayor parte de aquellas entradas fueron bastante tontas, insulsas y sin gran sentido, pero me amparaba en un cierto anonimato y en el convencimiento de que no me leía ni Perry.

Seis años después, otro domingo 26 de diciembre, hoy, La Zona Mixta cumple seis años. En este período de tiempo no he sido capaz de dar sentido a aquella pregunta que me agobiaba por estar sin resolver; aún sigue sin estar resuelta, pero el tiempo me ha demostrado que signifique lo que signifique, este blog ya está unido a mí, de forma que existe si yo existo y es activo si yo lo soy. En los últimos dos años las entradas han sido más bien escasas, incluso con meses en blanco, algo que no había ocurrido nunca. Si mi vida no es mi vida, poco o nada de ella pueden aparecer aquí. Ya no tiene sentido seguir con él puesto que la vida real a la que estaba vinculado ya no existe como tal, ni como era entonces ni como esperaba que fuera ahora.

Quizá el error ha sido aferrarme a algo que ya no existe; aunque aún no es tarde. Por delante viene otro año, 2011, que vuelve a estar lleno de retos personales y profesionales, todos distintos e insospechados hace seis años. Quizá no tiene sentido seguir pensando en este blog como lo que era o lo que fue, porque ya nada parece que vaya a volver a ser como antes. Quizá haya que redefinir todos los conceptos para que todo pueda ser útil. Me queda esa esperanza, ser capaz de integrarlo de nuevo en mi vida actual, o en mi nueva vida, la que venga, sea como sea. Nunca quise utilizar esto para contar penas, sino para que fuera mi mejor cara. Si no soy capaz de conseguirlo en el próximo año, este puede que sea nuestro último aniversario.

Calvo

Participo desde hace años como panelista de dos empresas. Con una de ellas me relaciono a través de un pequeño software que, instalado en mi equipo, proporciona datos acerca de mi navegación por internet; algo parecido a los audímetros que algunas personas tienen en sus casas y con las que se establecen las audiencias de la tele. No hago nada más. A cambio recibía mensualmente la revista El Mueble, que yo había elegido previamente, de un catálogo de publicaciones. Hace unos meses decidí cambiarla por la revista deViajes, y ahora recibo las dos.

Con la segunda la relación es mucho más interactiva. Con una frecuencia variable recibo en mi correo encuestas sobre temas y productos, la gran mayoría, muy variados; incluso en alguna ocasión he visto y conocido productos antes incluso de que se pusieran a la venta, y en algunos casos el resultado de la encuesta ha debido ser tan sumamente malo que no se han llegado a  comercializar. Completarlas lleva una media de diez a quince minutos y a cambio genero puntos que puedo canjear por vales de descuento en algunos comercios o donaciones a ONGs.

Una de las últimas que me ha llegado ha sido imposible completarla, ya que mis respuestas eran siempre del tipo «no», «no uso» o similares…

72%

Si tuviera los ingresos brutos de María Dolores de Cospedal en un año (ojo, que yo no los quiero para toda la vida, sólo para un año) podría presentarme en mi oficina de la Kutxa y hacer la tan anhelada gracia de preguntar «cuánto se debe aquí?» Patricia echaría cuentas mientras que yo echaría un vistazo a la vajilla que regalan esta temporada por abrir un depósito y cuando me dijera lo que debo y pagara a tocateja aún me sobrarían casi dos mil euros para gastarme en huesos de santo en la pastelería de enfrente.

Pero yo no soy María Dolores de Cospedal. Para empezar no tengo esa melena y a mi nadie me paga por inventarme historias frente a un micrófono de la Agencia EFE con la playa a mis espaldas, así que tendrá que ser en otra ocasión lo de pagar a tocateja. María Dolores se incluye siempre en la clase media sin darse cuenta de que un día salió de ella hacia las esferas superiores como otros salimos hacia las inferiores. Alguien de su entorno debería decírselo. O recordárselo. A mi me lo dirá y recordará, otra vez, Patricia, cuando me llame el viernes y me diga que sólo he pagado la mitad de la mensualidad de la hipoteca que debo.

Cómo no van a ser nuestros bancos los mejores de Europa cuando, después de cinco años pagando una hipoteca te das cuenta de que, de los 66 mil euros que ya has pagado (y que suponen una cuarta parte del dinero que pediste y te dieron) sólo has amortizado 18 mil y el resto (el 72%; el 72%!!!) son intereses. Y aún así no hay dinero ni crédito. En qué han invertido los bancos ese 72% de más? Con las actuales Leyes sobre ejecuciones de hipotecas, en prever impagos masivos parece que no.

Smelly cat

Hace dos semanas vi un documental del Canal Historia titulado La vida sin nosotros, siguiendo mi tradición catastrófica. El supuesto de partida es que el hombre, como especie, desaparece por completo de la Tierra, se extingue, sin dejar rastro, como desaparecida en un truco de magia. Pero quedan el resto de especies animales y vegetales, así como toda aquella transformación de la naturaleza realizada por el hombre, ciudades, infraestructuras y demás. El documental llega a predecir que se borraría todo rastro de la civilización sin mantenimiento y debido a la erosión y el trabajo de los agentes atmosféricos. Eso, y que crecería vegetación en sitios ahora inimaginables.

En este punto sobre el crecimiento de la vegetación, sobre el que ya he reparado en otras ocasiones, siento especial interés por una serie de plantas que conviven conmigo y a las que veo morir en invierno y resucitar en primavera, o simplemente crecer y avanzar, lo cual me hace sentir que cada día que pasa no es casual. Después de cuatro veranos he conseguido que cuatro ramitas raquíticas de enredadera lleguen a cubrir casi la totalidad del muro.

Junio 2008

Abril 2009

Junio 2009

Diciembre 2009

Junio 2010

Al mirar por la ventana ya no veía ladrillo sino una maraña de ramas verdes. Y eso reconforta. Pero, para no variar, la perfección, la calma, no podía durar mucho. Este verano no ha habido visitas indeseables, al contrario, disfrutamos de una aparente tranquilidad gracias a unos gatos, del patio contiguo al muro verde. Los gatos primero maullaban a horas intempestivas, pero no era grave; después empezaron a asomarse sobre el remate del muro y a avanzar sobre él, arrojando al suelo dos macetas; finalmente, como me temía, uno de ellos se ha colado en el patio, le he descubierto por casualidad y en su afán apresurado por salir de allí se ha encaramado como ha podido al muro, dejando este rastro destructor:

Sé que los gatos no pueden leerme, pero advierto: no sería el primero que me cargara…
Alguien sabe como deshacerse de este pequeño inconveniente?