Bluff

Una lluviosa mañana de sábado de 2004 llegué en cercanías a la estación de Atocha y, después de llenarme los zapatos de barro, conseguí acceder a la caseta de obra donde me esperaba mi compañero Ingeniero de Obras Públicas con un casco, un impermeable y unas botas de ingeniero. «A buenas horas», pensé mientras me las calzaba. De allí salimos para montarnos en un trenecito de tamaño XS que nos llevó hasta un lugar indeterminado bajo la calle Hortaleza por donde avanzaba a buen ritmo la tuneladora que horadaba el segundo túnel de la risa. No sé si ya por entonces la empresa adjudicataria de la construcción de la estación de Sol (distinta de la nuestra) había empezado la obra o no. Lo que recuerdo es que cuando el túnel entró en servicio el año pasado hice un viaje por él para mirar, como un niño con la nariz pegada al cristal, lo que se intuía desde el túnel de la futura estación. Pero hoy, cuando he salido del tren y he llegado al final de las escaleras mecánicas de subida he pensado que la estación era un gran bluff. No sé qué esperaba; realmente nada, puesto que ya la había visto por la tele y en internet; quizás que al verla en directo me impresionara algo más. Pero nada de nada. Me ha parecido una estación de cercanías subterránea más. Ni joya de la corona, ni joya siquiera. Arquitectónicamente. Como obra es, evidentemente, un obrón de campeonato que ha dejado la Puerta del Sol y la calle Montera más huecas aún de lo que ya lo estaban. Y como infraestructura es algo que a la ciudad le va a venir muy bien (como esa línea que quieres hacer, Pepiño, transversal a las de la risa. Sácala a concurso ya!!). upongo que eso es lo que me hace diferente: todo el mundo despotrica sobre la salida acristalada y poliédrica y a mí es lo único que me gusta…

Biribiribiribiri

Sonó el telefonillo del portal esta mañana y para allá que me fui esperando encontrar a mi interlocutor de siempre. Nuestra conversación es parca en palabras pero muy tradicional, nunca innovamos, ni él ni yo, parece que repetimos un guión de alguna forma institucionalizado: —Biribiribiribiri [sonido del telefonillo]. —Sí —digo yo siempre al descolgar. —Cartero de Correos, me abre? —dice siempre él. —Puerta abierta [esto lo dice la voz autómata de la mujer que vive dentro de la botonera del telefonillo]. —Gracias —grita el cartero, de forma que le oigo por una oreja a través del auricular del telefonillo y por la otra a través de la puerta de mi casa. Pero esta mañana no era él. Era una voz de mujer. —Buenos días, me puede abrir? —Quién es? —pregunto para saber si debo o no. —Somos Testigos de Jehová y queríamos charlar con los vecinos y con usted también… Pienso durante dos segundos en la contestación que voy a dar y respondo: —Yo no os voy a abrir, no me interesa; probad en otro piso a ver si os abren. —De acuerdo, gracias. —A tí —y cuelgo. De vuelta al sofá, en donde veía en diferido la esperpéntica gala de Operación Triunfo de anoche, antes de dar al play he escuchado por la ventana como probaban suerte en otos pisos. Creo que finalmente no ha habido éxito, así que he privado a esta mi comunidad de ser evangelizada.

Dónde

Este fin de semana he compartido ratos con mucha gente: amigos y conocidos; con algunos, a los que no he visto, he hablado por teléfono, mi nuevo teléfono (que no es un iPhone). Pero una de las personas que más presente ha estado este fin de semana en mi cabeza ha sido alguien a quien no veo desde hace veinte años. Cosas del remember. El sábado mientras hacía la casa y deambulaba, mientras ponía lavadoras y preparaba la comida, en la radio sonaba la discografía ochentera de Michael Jackson. Y entonces apareció ella en cada uno de esos temas. Apareció aquella cinta de vídeo beta donde su hermana grababa vídeos de la tele, aquel vídeo que nuestros padres no nos dejaban ver «porque era de miedo», nuestras teorías sobre llamar dirty a Diana Ross en una canción «con lo amigos que eran» o nuestras imitaciones del We are the wolrd. Pero también aparecieron mis primos, en aquellas tardes de año nuevo en las que imitábamos el moonwalk o aquel Annie are you ok? en el que se perdía la verticalidad sin levantar los pies del suelo. Y más y más recuerdos a cada canción, todos diferentes, algunos casi olvidados. Y estos te llevaban a otros, y estos a su vez a otros más lejanos… Cuando alguien que ha estado tan presente en tu vida, sin casi notarlo, desaparece y todos esos recuerdos emergen desde el fondo de la memoria hasta la superficie, aunque sea para volver a hundirse después, es imposible no sentir el paso del tiempo en toda su magnitud, sentirte envejecido en un momento y darte cuenta una vez más de dónde estabas, dónde querías estar y dónde estás.

Jardinero

Antes de que se me echara encima la noche más corta del año (la primera de unas cuantas, porque aunque la fama se la lleva esta, las próximas noches y los próximos días serán igual de cortas y largos, respectivamente) me puse a exterminar, algo que últimamente se está volviendo costumbre, varios insectos, arácnidos y otras especies de esas que me sobran en la cadena evolutiva, y a arreglar algunas plantas a las que les hacía falta poda y/o limpieza. Si el domingo presentaba el primer tomate cherry de la tomatera, hoy presento el primer pimiento: Dice mi madre que tengo buena mano para las plantas. No sé yo. Lo que tengo de forma limitada, hasta septiembre, es sol; así que con sol, riego casi diario y unas gotitas de fertilizante una vez por semana he conseguido potenciar todas las plantas que ya tenía y mantener las nuevas de este año, a excepción de los pensamientos que se me han ahogado porque la jardinera no drenaba bien… Si llego a saber de este éxito planto marihuana 🙂 Al otro lado de estas florecillas está el monitor del ordenador (que se intuye en la foto) desde donde os escribo estas líneas. Compramos ocho el mismo día: cuatro para mi y cuatro para mi madre. Las mías están tres veces más grandes y con más flores, y a estas no les da el sol! Además de todos esos bichos habituales, de las salamanquesas turistas y de los pajaros que bajan a beber agua en los platos de las plantas y a pillar hormigas, creo que alguien más habita entre nosotros. O al menos se acerca a comerse las hojas de los alhelíes a bocados. Mientras no se meta en casa, que haga lo que quiera. Para finalizar, nada mejor que inmortalizar el trabajo de uno, para que conste: Nótese que hay dos cilindros de cristal en las jardineras de la izquierda: son luces solares, que se encienden al anochecer. Las compré en el flamante nuevo Carreful hace un par de semanas. No dan mucha luz, pero tienen su toque. Y desde hoy todas las fotos a 3,2 megapixels, que estreno móvil.

Quiche

Desde que me independicé rara es la semana en la que no ceno, al menos una vez, en casa de mis padres. Desde que se casó mi hermana el problema fue cuadrar su visita con la mía y así cenar all together now (como diría una amiga mía). Así que un día en semana, generalmente lunes o martes, cenamos juntos. El mes pasado se me ocurrió la idea de cambiar el lugar de celebración de esa cena, al menos en verano, para así poder disfrutar de esa misma cena pero en la calle: en mi patio, por todos conocido, o en la terraza del ático donde vive mi hermana. A mí solo me ha tocado de anfitrión una vez, la semana pasada, aunque terminamos cenando dentro por el fresquete y la amenaza de lluvia, y la cena la trajo toda mi madre, postre incluído. Mi hermana se lo curra más y cocina. Hoy hemos cenado quiche, que ha preparado con ayuda de un juego de la DS que, como si fueras medio memo, te va contando paso a paso todo el proceso. Después de 40 minutos de horno, esto es un quiche: Ha salido un poquito soso, pero buenísimo anyway. Mientras cenábamos frente a nosotros se formó este impresionante cumulonimbus (que derivó, anochecido, en relámpagos) que voy a mandar a los de El Tiempo a ver si mañana sacan la foto.

Un jueves más

Casper llegó a la puerta grande a las siete y veinticinco de la tarde, con lo que nos perdimos paseillo y primero de la tarde; el segundo, por los pelos, nos dejaron verlo desde el vomitorio porque el toro acababa de salir del corral. Allí nos t0mamos una cervecita que, como se aprecia a continuación, cuesta 2,50 euros. No voy a contaros la corrida de ayer porque aunque la vi parcialmente, anduve más atento a todo lo que me contaba Casper que al desarrollo de la lidia en sí. No fue una gran corrida, pero para combinarla con un rato de charla, a una temperatura agradable, es un buen plan. A las 9, mientras se toreaba el sexto, caímos en que habría empezado el partido del Barça. Cargué la página del periódico en el móvil y asombrados comprobamos que ya ganaba por un gol. Unos minutos después pasó algo terrible, algo que es parte de la fiesta, pero que no había vivido nunca antes: con la espada aún en la mano, saliendo de matar, Israel Lancho fue corneado por el toro. Desde el tendido alto en donde estábamos hoy no éramos capaces de saber si era grave o no, pero las repeticiones en la tele mientras salíamos de la plaza despejaron las peores dudas: le había corneado y bien. Según El País su pronóstico es «muy grave». La foto no la publico, la veis allí. Con el mal rollo aún en el cuerpo nos fuimos a un Cañas y Tapas a cenar y a ver el partido, aunque seguía más atento a la conversación que a una final que estaba prácticamente decidida. Mañana Barcelona será el centro internacional del buen rollo y aquí sólo será jueves, un jueves más. Esperemos que para Israel Lancho también.

Fuera de abono

Esta tarde he estado a ver la corrida de la Prensa, fuera de abono, en la plaza de Las Ventas (por la pati, of course). Fui con americana, además de porque pensé que a la sombra pasaría fresquito, porque la corrida de hoy suele ser uno de esos festejos de postín y si iba a salir por el plus en algún plano después de que enfocaran a la Infanta, al menos que saliera guapete. Acerté de pleno porque no solo pasé fresquito sino que pasé e hizo frío. Todo por culpa de un viento que se levantó y que hizo peligrosa la lidia en general. Toreaban Uceda Leal, El Fandi y (un desconocido para mi) Daniel Luque, que confirmaba alternativa (y cómo), de tan sólo 19 años, que me hizo sonreir varias veces, con simpatia, con admiración, como lo consiguen las personas en las que se ve empeño y esmero, ganas de conseguir la victoria. Se llevó una oreja y una ovación cerrada de un público que, como yo, sonreía ante su esfuerzo. Vimos estocadas sin acierto en el primero, unas banderillas fenomenales de El Fandi en el segundo, un capote rajado y enredado entre los cuernos del tercero, prisas por terminar el cuarto, otras fenomenales banderillas, incluido un violín, de El Fandi al quinto y un sexto que partió la vara del picador en tres, echó a éste al suelo y anduvo embistiendo al caballo (sin picador) durante casi dos minutos, con el que Luque consiguió el triunfo. Mañana vuelvo.

Dios existe

Hace varios años me di cuenta de que Dios, de existir, se preocupaba poco por mi. Durante algunos años quizás sí mostró algo de interés en mi persona pero algo debí hacerle, a él que dicen que todo lo ve, y se enfadó, supongo, de forma que empezó a tenerme cada vez menos en cuenta. Yo he llegado a pensar que realmente pasa absolutamente de mi, pero de vez en cuando se manifiesta de alguna forma para que me de cuenta de que no y vuelva a contar con él, pero yo me resisto, empezando por el hecho de referirme a él como él y no Él. Bueno, la cosa es que el otro día iba caminando por la calle con cierto amigo bloguero de provincias, que de vez en cuando viene a Madrid, cuando de repente nos vemos inmersos en un acto de campaña electoral. Sabíamos de la existencia de ese acto porque íbamos buscándolo a propósito, pero simplemente para encontrar a otros dos amigos blogueros más que sabíamos que andaban por allí. Nada más girar la esquina y entrar en la plaza yo puse el escáner visual en marcha para localizarlos as fast as possible porque estos gentíos generalmente me agobian. Pero lejos de eso nos encontramos un corrillo de no más de veinte personas. Mientras realizo el segundo barrido visual a la plaza se nos acerca una chica para entregarnos un panfleto y una sonrisa, y tras ella un chaval bajito. Normalmente las conversaciones que empiezan con «perdonad que os moleste» no suelen traer cosas buenas. El amigo bloguero le escucha mientras yo sigo escaneando por tercera vez la plaza por encima de su cabeza;  nos pide que nos acerquemos al stand a contar (delante de una cámara) qué es Europa para nosotros (o algo así, porque yo estaba escaneando y le oía de fondo). «Va a ser un momento» decía el bajito mientras a mi amigo bloguero le cambiaba el color de la cara ante la idea de ponerse ante una cámara que vete tú a saber dónde acaba lo que graba. Yo andaba un poco más tranquilo porque cuatro segundos antes de que el bajito terminara el speech ya sabía que no íbamos a grabar nada. Es la diferencia entre llevar gorra y no llevarla (y ser calvo, claro), porque de la primera forma no desarrollas el sensor de lluvia de la cabeza que te advierte, con cuatro segundos de adelanto que al resto, de que está lloviendo. Cuando pasaron esos cuatro segundos mi amigo bloguero le dijo a modo de excusa respuesta que se iba a poner a llover. Cuatro segundos más tarde la gente ya salía despavorida a encontrar refugio mientras otros desmontaban la cámara y el chiringuito a toda velocidad. Nosotros, mientras, nos mezclamos con la gente y desaparecimos.

Ya está aquí

Debía una foto desde que hace más de un mes escribiera «en un mes la foto debería estar llena de puntos naranjas, morados y rojos«, pero se me pasó. Esta mañana lo recordé, me dispuse a hacer la foto y entonces me lleve una sorpresa, como en las fotos con fantasmas: Vienen todos los años, aunque más tarde, en julio, y de noche. Es la primera vez que nos encontramos de día, creo, al menos de mañana. Pero claro, qué iba a esperar después de anunciar a bombo y platillo que en mis plantas hay hormigas? No sé si es la misma de siempre o una sucesora, pero hoy he visto la primera salamanquesa de este adelanto salvaje del verano que estamos sufriendo.

Día de la madre

En 1982 el día de la madre se celebró el domingo 2 de mayo. Yo tenía seis años, estaba en segundo de preescolar y, como regalo, la profe nos hizo pasar uno a uno por su mesa para que estampáramos la huella de nuestra mano derecha sobre un pegote de arcilla en el que ella escribía nuestro nombre y la fecha y al que después pintaríamos el contorno de rojo y envolveríamos como si se tratara de un auténtico tesoro. Hoy domingo 3 de mayo de 2009, 27 años y un día después, hemos vuelto a celebrar el día de la madre, y me he reencontrado con mi huella hollywoodiense, que mi madre conserva desde entonces como lo que es: un auténtico tesoro. Feliz día a las madres! Feliz día a todos!

Mi barba tiene tres pelos

Cuando voy a un Museo de Ciencias o a una exposición científica mi edad real, la del DNI, se divide por tres y vuelvo a ser un niño (aunque a veces creo que nunca he dejado de serlo). Si el Museo o la exposición es interactiva, que ahora se lleva mucho, además se me enciende la mirada y mis dedos no pueden estarse quitos ante botones y artilugios que, sin ayudar en exceso a comprender lo que realmente se muestra, se disponen ante mí. Hace dos fines de semana, el último de marzo, fui a Valencia a ver el Oceanográfico y el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe con unas invitaciones por la pati que consiguió un amigo. Él quería ver el acuario y yo el Museo y el conjunto calatravesco que, sin ser santo de mi devoción, me apetecía ver y fotografiar; así que repartimos mañana y tarde en sendas visitas. El Museo tiene tres plantas de exposición. La primera era l’espai dels xiquets, que omitimos porque aunque mi edad ya era un tercio de la real mi altura no y no era plan de llamar más la atención. Junto a ésta, una zona dedicada a los superhéroes de Marvel (que hubiera encantado a más de un lector) y en la planta superior una zona dedicada a varios premios Nobel. Y llegamos a la definitiva planta tercera donde estaba el tomate: una chorradita sobre drogas que vimos en cinco minutos, una zona dedicada al cambio climático, que omitimos también porque la noche anterior ya nos habíamos tragado la peli de Al Gore en Cuatro, y el bosque de Cromosomas: 23 pares de cromosomas gigantes a través de los cuales, y toqueteando, se pueden aprender muchas cosas del genoma humano. Generalizadas, claro, a nivel especie y sin tener en cuenta algunos ejemplares excepcionales de la especie humana (como yo) que no cumplen a pies juntillas los postulados del genoma. Junto a este panel había un artilugio con una cámara de vídeo con aumentos para que comprobaras in situ que tus folículos pilosos están allá donde pongas la cámara: en el brazo, en el dorso de la mano,… Yo fui más allá y coloqué la cámara sobre mi cabeza calvorota y mi rubia barba, afeitadas ambas tres días antes. Cuál es cuál? Feliz Easter! Yo me las piro a Santander.

Bruxismo nocturno

El mes pasado acudí por primera y única vez al podólogo. Te sientas en un sillón como el del dentista y de repente empiezas a elevarte hasta estar sentado a más de un metro del suelo, sin posibilidad de bajarte a menos que saltes. Fui porque algunos días al descalzarme por la noche tenía los pies, las plantas sobre todo, un poco hinchadas y como mojadas, como si acabara de salir de la ducha. Una desconocida hipocondría me hizo pensar que en alguno de los procesos me descalzo/nado/me ducho/me calzo again había cogido hongos o algo en los pies. Pero el podólogo, sentado en una silla al nivel del suelo y con mis pies frente a su cara, me dijo que no, que todo estaba correcto. «Te sudan las manos?» me preguntó. En mi boca estaban ya los términos «generalmente» y «no», pero en ese momento comprobé que, efectivamente, me sudaban las manos, así que añadí «aunque ahora mismo, por ejemplo, sí». El podólogo me contó que a veces el organismo, ante situaciones de tensión, nervios o ansiedad, hace sudar las manos como forma de escape y los pies, en el fondo, son otras manos; así que, aunque no lo notara, las plantas de los pies podían sudar también en esos casos extremos. Hoy fui al dentista como colofón a la revisión anual: un empaste roto y arreglado la semana pasada y una limpieza hoy. Advertí al dentista de que una muela aparentemente sana me dolía, sobre todo con líquidos fríos o calientes, aunque también muchas veces sólo al contacto con el aire. Me radiografía la pieza en cuestión, me la muestra en la pantalla del portátil a los 30 segundos y descarta cualquier caries oculta. «Eres nervioso?» me pregunta. En mi boca recién limpiada esperaban, otra vez, los términos «generalmente» y «no», pero el movimiento compulsivo de mi pie me delató sin llegar a poder usarlos. Así que ya hemos resuelto el misterio de mi extraña sensibilidad dental: rechino los dientes por la noche, durmiendo (algo que me dijeron hace años, pero que yo, evidentemente, soy incapaz de comprobar), de forma que presiono las piezas superiores contra las inferiores y, además de levantarme con un extraño dolor en las articulaciones de la mandíbula que no había relacionado con esto, he reventado el cuello de varias piezas de mi boca, de forma que el esmalte y la dentina que protege la zona intermedia ha desaparecido y mis piezas son más sensibles a todo. Por delante cuatro reconstrucciones del cuello de la encía o del diente (no se ya de quién es el maldito cuello roto) a 50 pavos each y una férula de descarga para dormir a partir del mes que viene. Con todo, lo peor es descubrir que dos personas que no me conocen de nada, ni se conocen entre ellas, hayan llegado a la conclusión de que soy nervioso cuando yo creía que no lo era.

Seminarista

La capacidad del flamante nuevo auditorio del Colegio debe rondar las 100 personas y estaba lleno, más o menos, al 80-90%. A mi me invitaron por estar dado de alta en la Bolsa de Trabajo del Colegio y desempleado, como casi todos los asistentes. Por delante cuatro horas de seminario gratuito (un detalle para las circunstancias) bajo el título Técnicas de actuación ante la nueva situación del mercado laboral, cuatro horas, una detrás de la otra. Primero nos hablaron dos abogados sobre temas jurídicos y legales que ya conocía casi en su totalidad, al menos en lo que me incumbe. Uno de ellos era externo y el otro del Colegio. Un crack este último porque gracias a frases como «la cámara de fotos es tu mejor amigo, ni perro ni nada»,  «los autónomos en teoría estáis trabajando, aunque no trabajéis. Para la Administración, no trabajáis porque no quereis» ó «para que te concedan un aval hoy en día hay que estar emparentado con el Vaticano» consiguió que no cayera roque en la delicada primera hora de un curso vespertino, que siempre coincide con la digestión. Luego habló una mujer sobre líneas de crédito y creación de empresas y, mientras, hojeé un libro que nos han editado para la ocasión, una especie de Guía para sobrevivir al desempleo en la construcción en el nuevo siglo. Cuando terminó la mujer nos dejaron quince minutos para descansar. Y fumar; casi no he fumado hoy entre curso y piscina. En lugar de bajarme a la calle, que estaba dos plantas por debajo, me subí a la azotea, que estaba dos plantas por encima. Siempre es mejor fumar viendo cosas así: Después del parón la responsable de la Bolsa de Trabajo nos contó por enésima cómo se hace un currículum y una carta de presentación y cómo se afronta un proceso de selección y una entrevista y esas cosas de siempre, aunque en el fondo fueran divertidas sus anécdotas y útiles sus consejos. Y quedaba una última hora, reservada para otra de recursos humanos que yo pensaba que nos iba a contar más de lo mismo. Pero no. Con ella tuvimos que pensar; hubo que aparcar a un lado términos técnicos, económicos y jurídicos, por otros, más difíciles de asumir y de decir en alto: frustración, incertidumbre, fracaso, culpa, decepción, miedo, ansiedad, estrés, angustia, palabras que salían de boca de gente que las sentía, como las he sentido yo. Elena nos ayudó a decirlas en alto y a afrontarlas, como el resto de problemas. Y nos dijo que habláramos, que no lo guardáramos, porque «cuando uno habla [o escribe], ordena sus pensamientos».