Primavera

Los meteorólogos están viviendo su mejor momento, se les ve en las caras. Este invierno ha sido el momento de lucirse con sus modelos y sus pronósticos, de sacar gráficos y mapas de canales visibles e invisibles que proporciona el Meteosat y de disfrutar de su trabajo, a excepción de la famosa nevada, de cuyo nombre y consecuencias para mi no quiero acordarme más. El lunes volvieron a insistir en la idea de que todo lo que pasa pasa porque es primavera y la primavera es así, voluble. En un huequito de este enésimo temporal de frío fuera de temporada, el lunes arreglé mis macetas para adelantarme a los bichos de otras ocasiones y tener algo más con lo que entretenerme. El primer macetero blanco tiene dos pensamientos, el segundo cuatro alhelíes sin florecer, la maceta roja otro más y la última blanca una planta que aguantó del año pasado pero que debe resucitar. Entre los maceteros de barro del suelo he metido unas margaritas a tresbolillo para que crezcan como el año pasado. En un mes la foto debería estar llena de puntos naranjas, morados y rojos. Ahora sólo necesito que el sol, que ya llega a esta zona del patio durante la mañana y unos minutos a última hora de la tarde, no se encuentre nubes en su camino hasta mi casa. Y no olvidarme de regarlas, claro.

Solterón

El ‘single’ vuelve a ser un simple solterón La opción vital de la soledad que proliferó en tiempos de bonanza vive horas bajas El paro y las dificultades le han quitado todo encanto Amanda Mars 27/03/2009 – El País Se le estropea a usted la comida en la nevera. No tiene pareja, vive en una ciudad y tiene un trabajo que le permite mantenerse a sí mismo. Los estadounidenses, que lo rebautizan todo, dijeron hace cinco años que no era un solterón, que era un single, que los hombres eran metrosexuales y las mujeres freemales (libres o sin hombres). Dijeron que era usted el niño bonito del departamento de marketing de cualquier multinacional, porque gastaba un 40% más que el miembro de cualquier familia. Que es hedonista, porque como no tiene a nadie que dependa de usted, viaja varias veces al año y sale a cenar fuera cada semana. Que hace 18 años, su grupo representaba el 13% de la población española y que hoy ya son el 22%, hasta 3,5 millones de hogares. Que se iba usted a comer el mundo. Pero la crisis no perdona, y ejercer hoy de single en España es más difícil. Los solos -o impares, como se suele traducir en España-, no sufren la crisis más que los demás. Pero la sufren. Hay 155.700 hogares formados por una sola persona que está en el paro, un 74% más que hace un año. El número de quienes buscan compañeros de piso, a la vista de algunos portales de Internet, casi se ha duplicado. El crecimiento de hogares unipersonales después del incremento trepidante, echa el freno. Y las separaciones, esa fábrica de singles que trabajó a pleno rendimiento con el divorcio exprés, ha bajado ahora el ritmo, por el fin de ese efecto y también por la crisis económica. Eso sí, su consumo es el que mejor aguantó el tipo el año pasado. «Es que el del single ha sido un fenómeno económico en España. Hemos vivido 10 años de casi pleno empleo en el que la gente ha podido emprender proyectos individuales y los han llevado a su máxima expresión social. Después de haber estado estigmatizado, ha habido cierta glorificación del soltero, la imagen de que tenía el mundo a sus pies», reflexiona el profesor de marketing de IESE José Luis Nueno, experto analista de consumo. Patricia F. reniega de la etiqueta que las consultoras de consumo han decidido colgarle. Aunque por sus condiciones de vida es una single de libro. Soltera, con 40 años y 12 de experiencia en el sector, la empresa de informática en la que trabajaba dio un tijeretazo a su plantilla el pasado enero y decidió prescindir de ella, que cobraba 3.000 euros brutos al mes y podía vivir sola en su piso alquilado en Barcelona. «Porque con el paro, no tengo ni para la mitad de mis gastos. Lo he recortado todo: salía a cenar fuera como mínimo dos veces por semana, y ahora sólo salgo si se organiza la fiesta en casa de amigos. No soy de comprar mucha ropa, pero si algo me gustaba, no tenía que pensarlo. En momentos así trabajas para ti, vives como te apetece, pero ahora no», resume esta licenciada en Filosofía y Sociología, dentro de su nueva economía de guerra. De vivir sola, también ha pasado a buscar un compañero de piso para ayudarse a pagar los 600 euros de alquiler. «Pero eso tampoco es tan fácil ya como antes, porque ahora hay mucha gente alquilando habitaciones que le sobran para pagar la hipoteca, y los precios bajan», asegura. (…) Además de económico, el de los singles ha sido un fenómeno demográfico, alentado por el baby boom (nacidos durante la explosión demográfica de entre 1960 y 1975). De ahí la explosión de nuevos productos (minienvases para personas que viven solas) o negocios (agencias de viajes especializadas) a las que ha dado lugar. El de los solos es también el único sector cuyo consumo creció el año pasado, según los datos de TNS Worldpanel. Sus compras en alimentación, bebidas o droguería subieron un 2,3%, cuando el resto del grupo formados por parejas con hijos o personas solas con descendencia bajaron. Pero cuando un hogar formado por una sola persona entra en crisis, la estructura se tambalea. Una opción, en ocasiones, es regresar al hogar paterno. Y no es un trago fácil. A Rosa Alonso le acaba de ocurrir, a los pocos meses de estrenar su soltería. Dentro del microcosmos del single, ella, con 23 años, pertenece al sector más joven. Vivía en un piso de alquiler con su pareja, compañero de trabajo de una de esas firmas intermediarias de hipotecas que brotaron como setas con el boom del mercado del ladrillo, hasta que rompió hace unos meses. El pasado febrero, la compañía, caída en desgracia, cerró y dejó a ambos sin trabajo. Acaba de volver a casa de sus padres. «Y no me siento muy single ahora, claro». «Esto es algo que ocurre en las recesiones, suelen servir para la cohesión familiar. Porque al final, en momentos así, sale la familia al rescate, ésa es la red en países como España. Las otras redes, las sociales, son más para chatear», apunta Nueno. (…) A la nueva situación mundial se añade la dificultad consustancial a la naturaleza del solo: «Los costes de la vida, como la comida o el mantenimiento del hogar, son más altos por cabeza para las personas que viven solas». «Y también pagamos más impuestos que nadie, porque no nos desgrava nada», se queja Patricia. Ejercer del single prototípico requiere que a uno le vayan bien las cosas. Martín Vivancos, profesor de la escuela de negocios EADA, va a la esencia básica: «Podemos decir que hoy son dos las clases de single: el que no está afectado por la crisis y el que sí lo está, y éste ve su nivel de consumo afectado». Es uno de los motivos por los que el turismo de fin de semana, la restauración y los locales nocturnos, los lugares de recreo habituales de grupos de impares, ven adelgazar sus ingresos. Como en el caso de Patricia y sus fiestas caseras en casa de amigos. Según Vivancos, «hay una propensión a ello. Cada vez más aparece el hogar como centro de ocio, con DVD, videoconsolas Wii… Es algo muy afianzado en otros países europeos, pero en España no lo era tanto». «Y el gran peligro de éstos», añade, «es que la gente descubra que se lo pasa bien en casa. Es interesante y amenazante al mismo tiempo para el consumo». Los restaurantes han visto caer sus ingresos en general. José Luis Guerra, presidente de la Federación Española de Hostelería, explica que «no se puede distinguir entre todos esos singles y el público en general, pero la caída ha sido generalizada. En lo que va de año, el gasto está cayendo entre un 9% y un 10% mes a mes». No bajan las visitas a los restaurantes, pero sí el gasto: de los dos platos se pasa al primero a compartir, y del postre, al café directamente. (…) Vicente Pizcueta, que es portavoz de Empresarios por la Calidad del Ocio Nocturno, admite que la frecuencia de las salidas nocturnas ha bajado, de seis mensuales a una, y que las ventas -de entradas y bebidas, cuando uno habla del mundo de la noche- bajan un 10%, además de que está migrando la diversión dentro de los hogares. Pero lo enmarca en una tendencia que percibe desde la última década, no vinculada con la crisis. Pizcueta advierte de que ha trabajado muchos años en el sector de los locales nocturnos para dar una versión muy diferente de José Luis Nueno y su teoría económica de los singles. «Pero, a ver, ¿qué es in single? Es una persona que busca una segunda juventud con mayor poder adquisitivo. Y lo que ocurrió en España es que pasó de estar mal visto a estar de moda. Sin más, pero sólo son personas que buscan conocer a otras personas, así que seguirán saliendo por la noche a poco que puedan», apunta Pizcueta. Lo mismo piensa el dueño del bar Minusa, en Barcelona. «Están fallando más las parejas que los solteros; éstos salen siempre, por fuerza. Al resto hay que estimularles con precios más bajos». Pizcueta sentencia: «Algunos saldrán menos, pero para otros las noches no se pueden acabar. Con crisis o sin ella, el single sólo es alguien que sale a buscar contacto con el sexo opuesto». O con el propio.

A ciegas

La semana pasada estuve a ver The Reader. La película, y el cómo se te queda el cuerpo, merece una entrada aparte, pero lo anoto aquí porque antes, en los tráilers, empecé a ver imágenes de algo que me resultaba conocido, familiar. Hasta que giré la cabeza y decidí no seguir mirando la pantalla. Justifiqué mi extraña actitud en que estoy leyéndome un libro, ese libro, y no quiero saber nada de esa película, que desconocía hasta ese momento; hasta que lo termine al menos. Esta mañana me encuentro en El País la noticia de la presentación de la película en Madrid. Sobre el papel las cosas parecen más asépticas, sin imágenes, así que lo leí. Pero después, mientras comía, y casi a bocajarro, Ana Blanco (por la que recibo bastantes visitas, por cierto) nos ofrece esa misma noticia no sólo con las imágenes de la presentación sino con imágenes de la película. Y ya mal. Mal, porque en mi cabeza ya había creado todo un universo en torno a la historia y sus personajes y ahora, lo quiera o no, veré las caras de  Julianne Moore y Gael García Bernal en lugar de las mías cuando mañana, de camino a la piscina, vuelva a abrir las hojas de «Ensayo sobre la cegera» de José Saramago. Esto me demuestra que no se puede, por mucho que se intente, ser ciego ante determinadas cosas, noticias, situaciones o circunstancias. Antes o después, acabas por verlas, lo quieras o no.

La puja

Llegué por casualidad, después de ver cosas muy guapas, pero muy caras para un desempleado como yo. Nunca antes había entrado, seguramente por desconocimiento o vete a saber por qué, pero el martes pasado acabé registrándome en eBay y participando en una de sus pujas. El precio de salida era de 1 euro. A mi me pareció como de chiste, pero aún así pujé con 10. Dos días después un correo me avisa de que he sido sobrepujado. Sobrepujado, una palabra que suena realmente mal; significaba no solo que ya no lideraba la puja sino que además si quería hacerme con la compra tendría que ofrecer más dinero aún y no sabía cuánto. No seguí; me puse una alarma en el móvil para que me avisara diez minutos antes de que terminara la puja y ver entonces si me interesaba o no. Y a la una menos cinco de esta mañana el teléfono sonó. La puja estaba alta, había llegado a los 30 euros y llegaba el momento de pujar. Lo hice, pero el sistema me sobrepujó de nuevo. Volví a pujar y me volvió a sobrepujar. Empezaba a ponerme nervioso y a sentir la necesidad de seguir pujando sin parar hasta hacerme con él, quería hacerme con él, pero no sabía cuánto dinero se había ofrecido ya. Cuando llegué a 48 euros quedé en primer lugar; faltaban 3 minutos y me quedaban dos euros de mi presupuesto para repujar en caso de que me volvieran a subir la oferta. Actualicé, actualicé, actualicé. Ahí estaba la sobrepuja: 50 euros. Quedaban dos minutos. Me dije que no pasaría de 55 y ofrecí 52. Actualicé. Quedaba un minuto y pico. Clic de nuevo en actualizar. Clic! Clic! Clic! Cliqueaba cada segundo mirando con un ojo el precio y con otro los segundos restantes. Tres. Dos. Uno. Respiré. El reproductor mp3 para usar dentro de la piscina en unos días (espero) estará en mis manos.

Documentales

Seré honesto: no veo los documentales de la 2. Ni de la dos, ni de la tres, ni de ningún sitio, porque no me llaman la atención, no me atraen. Prefiero otros documentales, de hábitats más cercanos, en los que vea cómo se desenvuelven esos otros animales con los que tratamos a diario; de nada me sirve saber cómo se comporta un oso en montañas lejanas o desiertos remotos, como decía el otro; prefiero el comportamiento de la especie que tengo enfrente. Será porque siempre que he visto alguno acaban saliendo bichos asquerosos ampliados mil veces que me provocan picores sólo con verlos. O será porque mi recuerdo más antiguo, con tres años, es el de la vieja televisión en blanco y negro, con Félix Rodríguez de la Fuente mostrando imágenes del águila real cazando un cervatillo en los Picos de Europa, cuando de repente, pum!, la tele explota delante de mi y mi tortilla francesa y se queda en negro. Sea por lo que sea no suelo verlos. Pero a veces se dan varios factores independientes entre sí que hacen que lo imposible se convierta en posible. Y esto ha sucedido con un documental de la BBC, que da la 1 los domingos a mediodía y que, gracias a mis Reyes, grabo y veo después del telediario. Claro, no es lo mismo ver un cocodrilo atacando un rebaño de ñus bebiendo en el Nilo en 32 pulgadas panorámicas, mientras el pobre ñu grita de dolor por los cinco altavoces que conforman el sonido sorround. Nada que ver. Me acuerdo de mi hermana que, cuando lo vea, que es la segunda finalidad de grabarlo, pensará «y esto cómo lo habrán conseguido grabar así?» Lo cierto es que es impresionante: cuatro años de rodaje, 200 localizaciones diferentes alrededor de todo el planeta y algo que me parece muy difícil de conseguir: no mostrar huellas del hombre, sus ciudades y su impacto en el medio ambiente; será que todavía quedan zonas vírgenes. La respuesta a la pregunta son 26 millones de euros, muy bien invertidos en mi opinión.

La hemeroteca

Me ha costado dos días, pero he terminado de unificar (primero), filtrar (después) y ordenar (finalmente) la hemeroteca. La hemeroteca no es otra cosa que el resultado de un poco de diógenes, falta de tiempo para leer y mucha prensa. Que no te da tiempo a leerte ese par de artículos o ese reportaje que te gustaba? Pues se arranca la página (en revistas) o se separa (en periódicos, no los leo con grapas) y en otro momento… qué momento? La experiencia me ha demostrado que ese momento no existe; es decir, que o lo lees ese día o en los treinta o cuarenta sucesivos o no lo leerás jamas. A menos que te quedes en el paro, claro. Con mucha paciencia y la compañía omnipresente ayer de Obama me los volví a revisar e hice criba. Resulta un ejercicio ciertamente desconcertante el saber por qué guardaba tantos recortes de determinados temas que ahora me interesan más bien poco. O curioso ir descubriendo proyectos e incios de obras que ya están terminadas, o que nunca se llegaron a ejecutar; incluso obras en las que trabajé yo personalmente o algun amigo y conocido. Sin querer ves la evolución de la tipografía de un periódico, las mejoras, los cambios de diseño y de maquetación y, como no, de la publicidad, de cómo éramos y vestíamos hace no tanto. Sólo un tercio aproximadamente del total se ha salvado de la criba. Hoy los he ordenado en orden cronológico con la idea de echar todos los días una horita o dos, y quitármelos de encima cuanto antes. El paquete más antiguo, y por el primero que empezaré, es de 1995. En el peor de los casos la lectura aclarará algún punto de la Historia desconocido o anecdótico. En el mejor, haré un breve repaso por aquello que me llamó la atención del periódico durante casi quince años, pero en un momento atemporal desconcertante.

Líneas

A la línea roja le da igual tu estado, le da igual si trabajas o no, si vienes o vas, si estás en casa o te vas fuera. Ella no entiende de situaciones, sólo la suya, que es aparecer todos los meses y hacer limpia de dinero en el banco. A ella se suma la naranja, más comedida, y controlable. Ambas forman el conjunto de gastos  y para hacerles frente está la línea azul… azul, cuál si no? La línea azul se amolda, ahora, a las circunstancias de la vida. Ella es condescendiente con la situación actual y ofrece felxibilidad, pero con fecha. Esa misión es de la línea azul claro, esa línea es la que en realidad dice qué cantidad de la azul oscura es realmente necesaria y qué otra prescindible. Y el día que esa línea azul claro cruce con el eje del tiempo ya no habrá marcha atrás. Ese es el plazo que tengo para modificar este gráfico y conseguir que todas las líneas, con independencia del color que tengan, estén por encima del cero. Gracias a todos, habituales de aquí o no, por los ánimos, los emilios, los esemeses y los mensajes del feisbuk. Gracias!

Te gusta conducir?

El chavalito que me atendió ayer en la oficina del INEM (chavalito porque era más pequeño, bastante más, que yo) me aseguró con cara de qué-suerte! que me correspondía «el máximo» en concepto de prestación por desempleo. Ese máximo no llega a la mitad del sueldo que yo tenía la semana pasada, pero al menos es algo. Anteriormente una compañera suya, que rozaba la perfección en su trabajo, intentó sin éxito que mi nombre no fuera mi primer apellido y mi segundo apellido mi nombre en la ficha que de mí tiene el Ministerio de Trabajo. Pero no fue capaz. Y antes de tratar con cada uno de ellos me dio tiempo a hojear enteros y a leer varios artículos y reportajes de El País del domingo y El País Semanal, respectivamente, que me había llevado en previsión de una larga espera. Gracias al iPod, una vez más, me abstraje del sonido ambiente de la sala de espera en donde además de lenguas diversas se oían de vez en cuándo voces demasiado altas. Por la tarde aproveché para ir a ese sitio donde se pueden cambiar los regalos de los Reyes que te vienen mal. Cambié un libro que le dejaron a mi prima en casa y que, casualmente, ya se había leído y mi juego de la Wii. Ya que estaba me metí en las dos o tres tiendas de siempre a mirar las rebajas, o lo que quedara de ellas. Al final cayeron unas zapatillas que costaban 39,95, marcaban 29,95 y por las que pagué finalmente 19,95. No lo llevaba en mente, pero cualquier excusa es buena y además, me da la gana. Algo más contento, con zapatillas nuevas y todos los recados del día hechos me fui para casa. Y aunque volví a aparcar el alfita en la puerta de casa me he pasado gran parte del tiempo desde entonces hasta ahora conduciendo, aunque dentro.

Año nuevo…

Estaba totalmente convencido de que el año en el que entrábamos era 2009. De hecho, me comí las uvas y allí estaba Anne, altiva, con su palabra de honor; y bajó la bola y se encendió el feo neón con la fea tipografía en la que se lee Feliz 2009. Todo parecía normal, pero, tras el primer amanecer del año nuevo me encontré en la mañana del primero de enero de 1999. Y así varios días. Y todo porque mi ordenador decidió morir en la última madrugada del año. Así, sin más. Así que los primeros seis días del año, todos festivos para mí, estaban inéditos y sin ordenador. Y no supe qué hacer hasta que empecé. Me senté y empecé a hacer listas, esa vieja costumbre dosmilcinquera que casi me vuelve loco. Listas de cosas sin hacer, de cosas pendientes, de cosas necesarias, de cosas que por hache o por be se dejan sin hacer y que la práctica ha demostrado que serían necesarias para un mejor día a día. Y me puse al tema. Tanto me puse, que hasta yo estoy gratamente sorprendido. El sábado el destornillador me trajo el ordenador de vuelta, limpito, con tarjeta gráfica nueva, pero no lo monté. Lo dejé ahí, en un lado, y escribí su nombre en un par de listas, en esas mismas en las que empezaban a verse líneas tachadas. Anoche, antes de que llegaran los Reyes y con la casa totalmente maqueada y renovada, monté el equipo. Y entonces empezó a llegar el año nuevo. O yo empecé a sentirme dentro de algo nuevo, diferente, si no lo sentía ya al ver mi casa de otra forma. Primero el equipo, que va a la velocidad de la luz, claro (gracias dextor!!). Eché un vistazo a lo que ya traía instalado (el Nero, un antivirus, un Office como del futuro), bajé lo último del iTunes, del Suite del teléfono y descubro que todas las interfaces son nuevas. Recoloco las viejas carpetas en su sitio y todo cobra un nuevo sentido. Y después, hoy, los Reyes. Me desconciertan tanto… este año han debido valorar mi papel de hormiga de la fábula durante el año pasado o «el resultado de tu esfuerzo», como alguien me dijo el año pasado. Sea como fuere la cosa es que me han dejado muchas cositas: un pedazo de tele de impresión, una cajita que hace maravillas y graba y almacena y reproduce y de todo, un bañador, unas gafas y un gorro, ahora que el contador de la natación ha echado a andar otra vez, una máquina de afeitar, porque no me deben ver lo suficientemente guapo, un juego para la Wii (que en la tele nueva se debe ver de miedo), un par de alfombras que terminan de completar mi casa y, por si fuera poco, un pellizquito en metálico. Y se han llevado casi todas las listas, todo un alivio! Si esto no es empezar el año con fuerza, aunque a partir de mañana toque madrugón forever, que alguien me lo explique!

Cubo

Parte del ejercicio ya está hech0. Es la que me corresponde a mí. La fui realizando a ratos, en trozos de tarde de sábado y de domingo; en ratos perdidos en la noche, con flashazos de nuevas ideas, con borrados totales y parciales y vuelta a empezar. Y así durante semanas. Ahora, igual ya desde ayer o desde el lunes, está en tu mano hacer la otra parte. Es más rápida y más fácil, depende de lo mañoso que seas. El fondo es que pases diez minutos entretenidos, sin pensar en nada más. Y que al terminar sientas satisfacción por el trabajo realizado y por el objeto conseguido. No importa la dificultad, por pequeña o grande que sea, siempre podremos ser capaces de solventarla o, en el peor de los casos, de asumirla. Si lo terminas tendrás en tus manos un hexaedro regular, un cubo: seis caras, ocho vértices y doce aristas. A veces la geometría ayuda a ver las cosas, a comprender, que una simple arista puede separar cosas que no pueden estar en el mismo plano, pero que de alguna forma han de convivir juntas. O que caras paralelas lo estarán así por siempre, lo quieran o no, porque jamás podrán juntarse. O que un vértice es el único punto entre los infinitos que suman tres planos diferentes y contiguos, el único, en común. La geometría ayuda a ver las cosas que tenemos en común y a minimizar las que nos separan. Y ayuda a ver que lo que sobre el papel es visible, en la realidad, en las tres dimensiones se nos escapa de la vista. Por eso conviene dar vueltas a las figuras geométricas, al cubo, a sus caras y a sus vértices, para no perder nada de vista, para saber que, aunque no las veamos, hay otras caras y otras aristas y que, además, todas son iguales. Feliz Navidad!

Perdido

Andaba apático; quizás resacoso de unas vacaciones de invierno con frío, agua, lluvia, nieve, ganas de quedarse en la cama calentito hasta mediodía, sin prisas. Y en esas despiertas un lunes, te reincorporas de buen rollo, pero algo lo complica. Un malestar, décimas de fiebre, paracetamol, ibuprofeno, amoxicilina, más cama y hoy el segundo intento de volver al día a día. Pero ni con esas. Llego a casa y descubro el bote del Nesquik sobre la encimera y destapado. Eso significa algo. Efectivamente: que no hay, que hay que recargarlo y que esta mañana no daba tiempo. Echo mano a la despensa y… no hay. Vuelvo a ponerme el abrigo y bajo a la calle. Giro la esquina y entonces, pum! la navidad. Este año han adornado las calles que rodean el mercado, con seis guirnaldas de calle y otras tantas en farolas. No sé quien paga, ni me importa, pero vuelvo a ver la navidad al salir a la calle, cosa que pasaba en casa de mis padres y que aquí no. Porque las que ya he visto en Madrid o en Barcelona llevan tanto puestas que pasan algo desapercibidas. Pero estas vuelven a estar cerca. Descubro de camino al super que mañana tengo la cena comida de empresa, que el viernes he quedado con mis amigos y no sé si el domingo también tengo planes. Pero estoy perdido. Al llegar a casa, mientras recargo el bote del Nesquik miro en el calendario. Dos semanas. A contar a partir de mañana. Dos semanas y se termina el año. El primer año par que no es un absoluto desastre. Aunque haya días o semanas que lo parezca. Y por «vuelvo a ver la navidad al salir a la calle» no me estoy refiriendo a esto, claro:

Exactly

Podría ser una noche cualquiera, una noche más. Pero no lo será. Por un lado hoy empiezo vacaciones, otra vez. Ni tres meses han pasado desde que me incorporara de las de verano cuando empiezan las de invierno. O las de otoño, porque cuando entre el invierno volveré a estar trabajando. Tampoco son vacaciones de navidad; de pre-navidad, tal vez. La cosa es que hoy empiezan; cuando salga por la puerta esta tarde tendré por delante diez días completos. Tendría que estar contento porque empiezan, pero esta noche, la mañana de mañana eclipsa el resto: las vacaciones, el viaje, el finde rural, todo. Todo queda en un segundo plano ante la noche de hoy. Esta noche es como la de Reyes. Una noche en la que dormiré sabiendo que al levantarme me espera una sorpresa. La esperaba con anterioridad; esperaba que me mandaran un carta advirtiéndome, que el susto, que el paro cardiaco se diera unos días antes y que el día 5 de diciembre apenas sintiera dolor. Pero no será así. Mañana, cuando me despierte, me lanzaré ávido a consultar en la página del banco el nuevo importe de mi hipoteca. La cifra. Ese número que llevo queriendo saber desde hace meses y del que he hecho tantas conjeturas y aproximaciones que puede que hasta acierte. Pero siempre es preferible saberlo exactly. Mañana el desayuno desde luego que no será con diamantes.

Objetivo o reto

Llevaba anudada a mi muñeca izquierda más de seis años, como seis y medio, algo así y anoche de repente, se rompió. Me di cuenta esta mañana en la ducha al ver que no estaba pero no la encontré por la cama, ni por el suelo. Dudé haberla perdido antes, en la calle, pero llevaba metido en casa desde la noche del viernes y la recordaba conmigo. Incluso pensé que estaba dormido, que aquello era un sueño porque yo, sin la pulsera, no era del todo real. Esta tarde al entrar a casa la he visto en el suelo. Me la hizo la novia del capataz de mi primera obra. Una novia que no le acabaría durando, pero la pulserita sí ha durado. Un día me dije que no me la quitaría en tanto, en cuanto no hubiera conseguido un objetivo que me puse. Y ahora se rompe. Se rompe el reto o quizá es que he llegado al objetivo y no acabo de conseguirlo…