Pinocho

Las termitas son unos insectos sociales que atacan la madera y que, al contrario que el resto de los insectos xilófagos, no abandonan el interior de la madera al convertirse en adultos, lo que hace difícil su detección hasta que el daño es profundo. En primavera, una pareja sexuada abandona el termitero original para crear una nueva colonia. Para ello atraviesan en su camino materiales de gran resistencia como la cerámica y el hormigón. Una vez dentro de la madera la reina deposita un gran número de huevos, superior a 1000 diarios, dando origen a un enorme número de individuos, llamados obreros o soldados, ciegos y con fuertes mandíbulas. Los soldados perforan galerías paralelas de sección constante, dejando finas láminas de madera entre ellas, pero manteniendo intacta la cara exterior del elemento de madera, para aislarse de la luz. La apariencia final del elemento atacado se conoce como «hojas de libro» por su similitud con un libro entreabierto. Tengo que retroceder hasta 1979 para poder fijar un período de 200 días consecutivos sin hacer nada, sin tener nada que hacer, sean estudios o trabajo. Nunca antes en mi vida había pasado tanto tiempo en barbecho. Y  me veo como un Pinocho de casi dos metros dentro de la ballena de la crisis, acostumbrado a vivir aquí, y descubriendo que, al ser de madera, me han atacado las termitas de la incertidumbre, del no saber qué pasará mañana. Necesito encontrar una solución a la sangría de días que sufro; necesito parar la hemorragia y recuperar objetivos. Dejar de dar vueltas en la glorieta en la que me encuentro, a la que llegué cuando me obligaron a dejar la autopista, y en la que tengo que decidir por donde sigo. Nos veremos en septiembre. Feliz verano!  

Cine

Taberna gallega en la calle Martín de los Heros; entramos para rellenar los veinte minutos que quedaban para que empezara la película. La taberna es oscura, con poca luz natural (aun siendo de noche), con  ese olor de taberna, de chigre, pero sin el aroma de la sidra, y esa sensación de suciedad, de que al ser oscura no se ve nada de nada. Vacía, dos personas al fondo, y el típico dueño/camarero distante, serio y raro. Esta es una transcripción literal de la conversación que tuvimos al pedir la cuenta: —Qué te debo? —Todo; porque aún no has pagado nada —aquí he sonreído desconcertado. —Tres con cincuenta, al contado. Dejo en la barra un billete de cinco. Lo coge, se va y vuelve con un plato de café con un euro y medio de vuelta. —Y esto hace un millón —me dice al dejar el plato en la barra. En la acera de enfrente, donde el Plan E aún no ha puesto el granito y las aceras están cubiertas de arena (que se metía por mis alpargatas sin piedad), estaba una de las pocas salas de cine que no proyecta Harry Potters, Transformers y otras obras maestras parecidas. Allí vimos No mires para abajo, una película que parecía picantona pero que terminó siendo un grato descubrimiento, sin excesivas connotaciones sexuales y con un fondo tremendamente útil en estos días de desconcierto social (y en mi caso personal).

Pre-inscrito

Fui al dentista a las diez, porque tenía cita para la revisión de la férula. Después de mirarme las encías y comprobar que están perfectamente y que mi sensibilidad ha desaparecido, el dentista procedió a examinar la férula. Hasta cuatro personas miraron asombradas las marcas de todas mis piezas inferiores en la férula, algunas con más de un milímetro de profundidad. —Sueñas cuando duermes? —me pregunta el dentista. —Me supongo, pero no lo recuerdo. —Mejor, porque con estos mordiscos… Salí del dentista y me subí a Madrid. Tenía que recoger una documentación cerca de Sarajevo la calle Serrano, de donde conseguí salir entre tanta valla «tipo Ayuntamiento», tanta pilotadora de pantallas y tanto newjersey de plástico. Alcalá, Gran Vía y Princesa. En esta última un Peugeot 107 azul marino, nuevo, con un peluche en la bandeja trasera y una L resplandecientemente nueva, formaba un espectacular atasco. La pobre conductora no era capaz de echar andar el coche calle arriba frente al hotel Meliá. Lo calaba una y otra vez. Y otra más. Y otra. Cuando conseguí adelantarle recordé mi primera experiencia en hora punta en la cuesta de san Vicente, que fue bastante parecida, pero con un Renault 7. Llegué a la Escuela de Aparejadores, mi escuela, con mucha seguridad (toda la que me faltó en anteriores visitas) a solicitar mi expediente académico. Yo pensaba que ser antiguo alumno tendría alguna ventaja, pero no: me tocó aguantar pacientemente la cola de secretaría como toda la vida, entre alumnos con matrículas y mucho jovenzuelo. Al llegar a la puerta descubrí otro motivo de desesperación más: la Ley de Protección de Datos. Al entrar me encontré con «las pilinguis». Aún hay dos de las tres que conocí. «Las pilinguis» son las funcionarias de secretaría y las llamábamos así porque su estilismo en los noventa era aún ochentero: mini-minifaldas de cuero, vaqueras, pelos cardados, abuso de la laca, tintes rubios con raíces negras… Ahora ya no llevan tanto retraso temporal en su indumentaria y vestían ropa perfectamente de moda a primeros de siglo. La rubita (de bote con raíces negras) de siempre me atendió. —Es por lo de la Ingeniería de Edificación? —me dice sonriendo. —Sí —le digo yo sonriendo más. —Dame tu DNI. Se lo doy y lo teclea en la base de datos. En ese momento aparece mi ficha en pantalla y, lo peor, mi foto, una foto de 1996. Ella ha mirado la foto y después ha cotejado la del DNI. Y después se ha girado para mirarme la cara mientras yo sonreía y le ponía ojitos de «no-hagas-comentarios-sobre-el-pelo, porfa«. Me entrega mi expediente, me sonríe de nuevo, le doy las gracias y me voy al Rectorado de la Universidad Politécnica a entregar el expediente y el resto de la documentación. Allí había otra cola más, esta más heterogénea, porque los papeles que la gente entregaba eran variados y con diferentes colores. Me entretengo leyendo el periódico en el móvil mientras la cola avanza y llega mi turno. —Vengo para la presentar la pre-inscripción en el Grado —le digo a la chiquilla del mostrador. —Muy bien. Déjame la documentación. Le hago un par de preguntas sobre una fecha que no tenía clara y que tenía que rellenar y me dejo a propósito una casilla sin rellenar. Entonces me entero de que hay un examen, «una prueba» (como me dice ella) la semana que viene. Así que sí. El próximo miércoles tengo que ir a la Escuela ha hacer un examen de inglés, del que aún no han colgado nada en la página y que creo que no me voy a preparar. Y sí, ya estoy pre-inscrito para poder matricularme en septiembre en la Universidad y sacarme el Grado en Ingeniería de Edificación. Veremos si paso la prueba de inglés, si paso la ecuación de baremo (que incluye la nota de Selectividad), si consigo plaza y si al final me matriculo o no…

Bluff

Una lluviosa mañana de sábado de 2004 llegué en cercanías a la estación de Atocha y, después de llenarme los zapatos de barro, conseguí acceder a la caseta de obra donde me esperaba mi compañero Ingeniero de Obras Públicas con un casco, un impermeable y unas botas de ingeniero. «A buenas horas», pensé mientras me las calzaba. De allí salimos para montarnos en un trenecito de tamaño XS que nos llevó hasta un lugar indeterminado bajo la calle Hortaleza por donde avanzaba a buen ritmo la tuneladora que horadaba el segundo túnel de la risa. No sé si ya por entonces la empresa adjudicataria de la construcción de la estación de Sol (distinta de la nuestra) había empezado la obra o no. Lo que recuerdo es que cuando el túnel entró en servicio el año pasado hice un viaje por él para mirar, como un niño con la nariz pegada al cristal, lo que se intuía desde el túnel de la futura estación. Pero hoy, cuando he salido del tren y he llegado al final de las escaleras mecánicas de subida he pensado que la estación era un gran bluff. No sé qué esperaba; realmente nada, puesto que ya la había visto por la tele y en internet; quizás que al verla en directo me impresionara algo más. Pero nada de nada. Me ha parecido una estación de cercanías subterránea más. Ni joya de la corona, ni joya siquiera. Arquitectónicamente. Como obra es, evidentemente, un obrón de campeonato que ha dejado la Puerta del Sol y la calle Montera más huecas aún de lo que ya lo estaban. Y como infraestructura es algo que a la ciudad le va a venir muy bien (como esa línea que quieres hacer, Pepiño, transversal a las de la risa. Sácala a concurso ya!!). upongo que eso es lo que me hace diferente: todo el mundo despotrica sobre la salida acristalada y poliédrica y a mí es lo único que me gusta…

Dónde

Este fin de semana he compartido ratos con mucha gente: amigos y conocidos; con algunos, a los que no he visto, he hablado por teléfono, mi nuevo teléfono (que no es un iPhone). Pero una de las personas que más presente ha estado este fin de semana en mi cabeza ha sido alguien a quien no veo desde hace veinte años. Cosas del remember. El sábado mientras hacía la casa y deambulaba, mientras ponía lavadoras y preparaba la comida, en la radio sonaba la discografía ochentera de Michael Jackson. Y entonces apareció ella en cada uno de esos temas. Apareció aquella cinta de vídeo beta donde su hermana grababa vídeos de la tele, aquel vídeo que nuestros padres no nos dejaban ver «porque era de miedo», nuestras teorías sobre llamar dirty a Diana Ross en una canción «con lo amigos que eran» o nuestras imitaciones del We are the wolrd. Pero también aparecieron mis primos, en aquellas tardes de año nuevo en las que imitábamos el moonwalk o aquel Annie are you ok? en el que se perdía la verticalidad sin levantar los pies del suelo. Y más y más recuerdos a cada canción, todos diferentes, algunos casi olvidados. Y estos te llevaban a otros, y estos a su vez a otros más lejanos… Cuando alguien que ha estado tan presente en tu vida, sin casi notarlo, desaparece y todos esos recuerdos emergen desde el fondo de la memoria hasta la superficie, aunque sea para volver a hundirse después, es imposible no sentir el paso del tiempo en toda su magnitud, sentirte envejecido en un momento y darte cuenta una vez más de dónde estabas, dónde querías estar y dónde estás.

Fiesta

Como todos sabemos, en 1978 se aprobó la Constitución Española, vigente en la actualidad, que recoje en su artículo 16.2 que «ninguna confesión tendrá carácter estatal». Un año después, en 1979, se firmó un acuerdo entre el Estado y la Santa Sede, previo al desarrollo de la Ley 7/1980, de Libertad Religiosa, que articula ese punto de la Constitución. En el artículo 1.3 de la citada Ley se repite que «ninguna confesión tendrá carácter estatal». Durante la década de los ochenta, con los gobiernos socialistas de Felipe González, se acuerdan una serie de medidas entre la Igesia y el Estado, como desarrollo de esa Ley. Un ejemplo es la eliminación de determinadas fiestas religiosas del calendario que antaño lo fueron con carácter laboral, como San Pedro y San Pablo o el jueves del Corpus Christi, entre otras. Un amigo sacerdote me comentó una vez que, con toda la carga ideológica en contra, quienes más han hecho por la Iglesia en España fueron esos gobiernos, que además dejaron a la Iglesia (y eso se ha mantenido con los siguientes gobiernos de derecha e izquierda) en la mejor posición posible en comparación con el trato que reciben del Estado en otros países de la Unión, incluida Italia. Y la Iglesia aceptó, con todas sus consecuencias, de manera que el dicho «tres jueves hay en el año que deslumbran más que el Sol: Jueves Santo, Corpus Christi y la Ascensión del Señor» quedó a la altura de un solo jueves y como fiesta autonómica. Mi madre aún recuerda que el año que yo hice la comunión hubo procesión el jueves, pero ya no era fiesta. Ahora las fiestas son catorce y este año, por ejemplo, se configuran así: dos son locales (en Madrid son San Isidro 15/05 y La Almudena 09/11); hay otros siete festivos nacionales «no sustituibles» (Año Nuevo 01/01,  Viernes Santo 10/04, Día del Trabajo 01/05, la Asunción de la Virgen 15/08, la Fiesta Nacional de España 12/10, La Inmaculada Concepción 08/12  y Navidad 25/12). A continuación empieza la España de las Autonomías: la primera es la fiesta autonómica propiamente dicha (en Madrid, el 2 de mayo) y después el Ministerio de Trabajo ofrece varios festivos con caracter autonómico para que cada comunidad complete con cuatro más, e incluso las sustituya por sus fiestas tradicionales, hasta llegar a catorce. Una de esas fiestas autonómicas es el 6 de enero, Reyes, sólo que generalmente (este año también) ha sido elegido festivo en todas las comunidades. El problema es que este años se pierden Los Santos 01/11 y La Constitución 06/12 porque caen en domingo… nos faltan fiestas! Qué hacemos? Lo más sensato y fácil hubiera sido hacer festivo el lunes 2 de noviembre, como sugiere el Ministerio, porque el 7 de diciembre lo será en bastantes convenios y además no interesan muchas fiestas en diciembre, porque interesa abrir. Pero también podía ser festivo el 25 de julio Santiago, aunque es sábado y no mola y además… por qué no pasamos de una vez de las fiestas religiosas y colocamos ese día festivo que nos sobra un lunes o un viernes de alguno de esos meses tradicionalmente escasos en fiestas como febrero o septiembre? Tampoco es cuestión de hacer fiesta autonómica el Orgullo, pero por qué no somos más originales que nadie y damos como festivo el día de la Mujer Trabajadora (8 de marzo), o el día de la Tierra (22 de abril), o el día del libro (23 de abril), o el día de Europa (9 de mayo), o el día Sin Coches (22 de septiembre), o el día Internacional para la Erradicación de la Pobreza (17 de octubre), o el día de las Naciones Unidas (24 de octubre), o el día Universal del Niño (20 de noviembre), o el día Mundial de la lucha contra el VIH (1 de diciembre), o el día de los Derechos Humanos (10 de diciembre)? Hay 248 días en el calendario para elegir, pero nuestra Presidenta, Esperanza Aguirre, decidió convertir en festivo el jueves 11 de junio, San Bernabé. Y que no os cuenten milongas de que es el Corpus, porque el Corpus es el domingo 14, como lleva celebrándose desde que la Iglesia dijo sí al cambio del jueves al domingo en los ochenta, y como pone aquí en la página 19. Por qué esta fiesta? Para reirnos de quién? De los pobres curritos que mañana abrirán los cortesingleses y los carrefures? De los estudiantes que se examinan mañana porque nadie pensó en septiembre que ni  por asomo el 11 de junio fuera a ser festivo? De los católicos que mañana estarán en su casa esperando a que llegue el domingo y celebrar su fiesta de precepto el domingo sin haber perdido un día de trabajo? De algún colectivo más en particular o de todos en general? A veces, más de las que me gustaría, me avergüenza ser parte de este Madrid. Fiesta, fiesta, fiesta, fiesta! (Raffaella, un buen playback no es sólo mover la boca. Hay que acercarse el micrófono a la vez!!!!)

Un jueves más

Casper llegó a la puerta grande a las siete y veinticinco de la tarde, con lo que nos perdimos paseillo y primero de la tarde; el segundo, por los pelos, nos dejaron verlo desde el vomitorio porque el toro acababa de salir del corral. Allí nos t0mamos una cervecita que, como se aprecia a continuación, cuesta 2,50 euros. No voy a contaros la corrida de ayer porque aunque la vi parcialmente, anduve más atento a todo lo que me contaba Casper que al desarrollo de la lidia en sí. No fue una gran corrida, pero para combinarla con un rato de charla, a una temperatura agradable, es un buen plan. A las 9, mientras se toreaba el sexto, caímos en que habría empezado el partido del Barça. Cargué la página del periódico en el móvil y asombrados comprobamos que ya ganaba por un gol. Unos minutos después pasó algo terrible, algo que es parte de la fiesta, pero que no había vivido nunca antes: con la espada aún en la mano, saliendo de matar, Israel Lancho fue corneado por el toro. Desde el tendido alto en donde estábamos hoy no éramos capaces de saber si era grave o no, pero las repeticiones en la tele mientras salíamos de la plaza despejaron las peores dudas: le había corneado y bien. Según El País su pronóstico es «muy grave». La foto no la publico, la veis allí. Con el mal rollo aún en el cuerpo nos fuimos a un Cañas y Tapas a cenar y a ver el partido, aunque seguía más atento a la conversación que a una final que estaba prácticamente decidida. Mañana Barcelona será el centro internacional del buen rollo y aquí sólo será jueves, un jueves más. Esperemos que para Israel Lancho también.

Fuera de abono

Esta tarde he estado a ver la corrida de la Prensa, fuera de abono, en la plaza de Las Ventas (por la pati, of course). Fui con americana, además de porque pensé que a la sombra pasaría fresquito, porque la corrida de hoy suele ser uno de esos festejos de postín y si iba a salir por el plus en algún plano después de que enfocaran a la Infanta, al menos que saliera guapete. Acerté de pleno porque no solo pasé fresquito sino que pasé e hizo frío. Todo por culpa de un viento que se levantó y que hizo peligrosa la lidia en general. Toreaban Uceda Leal, El Fandi y (un desconocido para mi) Daniel Luque, que confirmaba alternativa (y cómo), de tan sólo 19 años, que me hizo sonreir varias veces, con simpatia, con admiración, como lo consiguen las personas en las que se ve empeño y esmero, ganas de conseguir la victoria. Se llevó una oreja y una ovación cerrada de un público que, como yo, sonreía ante su esfuerzo. Vimos estocadas sin acierto en el primero, unas banderillas fenomenales de El Fandi en el segundo, un capote rajado y enredado entre los cuernos del tercero, prisas por terminar el cuarto, otras fenomenales banderillas, incluido un violín, de El Fandi al quinto y un sexto que partió la vara del picador en tres, echó a éste al suelo y anduvo embistiendo al caballo (sin picador) durante casi dos minutos, con el que Luque consiguió el triunfo. Mañana vuelvo.

Merece unoohh!!

Ayer alguien hizo clic aquí en algún momento indeterminado de la mañana y con ese clic se alcanzaron las sesenta mil visitas. Yo me di cuenta por la tarde, cuando la cifra del 6 con muchos ceros quedaba rota por un 31. 60000 visitas! Eso, como decía Mayra, «merece un oohh!!» Estoy un poco perdido últimamente. Perdido no, escondido. Estoy viviendo una especie de crisis dentro de la crisis y me apetece pasarla en la intimidad, sin mucho ruido. Pero esta crisis dentro de la crisis acabará en el momento más inesperado. Algo hará clic y todo echará a andar otra vez. Para superarlo juego al SimCity compulsivamente hasta altas horas de la madrugada, más desde que he aprendido varios truquitos y me creo mis propias regiones, pero de esto hablaré otro día, que hoy no me apetece. Ahora me voy al dentista. El miércoles pasado me puso tanta anestesia que cuando sonreía después, solo sonreía media cara. La otra estaba anestesiada por completo. Aún así me dolió. Hoy intuyo que será peor; seguro que merece un oohh!!… pero de dolor.

Cien días

Como una luna nueva, como el metro de Madrid, negro como una caries o un septiembre estudiantil, como la certeza de que no sueñas conmigo, negro era aquel bar donde se esconden los malditos de los amaneceres, de los repartidores de periódicos, de las agujas del sol, del amor del prójimo; allí la encontré. (…). Alguien me contó que llevaba cien días encerrada en aquel bar pidiendo fuego, alguna pista, que le ayudara a encontrar la luz dentro del laberinto, el mapa donde está escondido el mar donde arden las promesas, donde solías naufragar. Cien días escondiéndose del gris cielo de marzo y sus atascos, tragando niebla por la nariz, soñando contigo en los lavabos, jurando no salir con vida, sellando todas las salidas, buscando en un mar de ginebra una playa en la que encallar. Besó una copa llena de cenizas, me miró, me dió el humo de sus manos, lo fumé; a cambio yo le conté que la ciudad la estaba esperando, que afuera llovían madreselvas, que se acercaba el verano; que qué iba a ser de nosotros si decidía no venir conmigo, que saliera a desafiar al alba y sus asesinos; así le hablé. Sonrió cansada y perdida, se abrió su boca azul, besó de nuevo la copa, se marchó y toda su luz fue devorada por la puerta de un servicio donde mujeres sin alma te empujan al precipicio. Serán 101 días encerrada en la negrura de este bar. Yo salí a la calle y olvidé pagar. Y me marché. Cien Días / Ismael Serrano / La traición de Wendy / 2002