Tres centímetros

Subía de guardar las cosas navideñas del trastero cuando empezó a nevar. Traía dos horas de retraso con la hora esperada, pero llegó, como una costumbre que no llega a apetecerme demasiado, como esas cosas que aceptas con más resignación que devoción. La nieve ha dejado de impactarme.

El día de navidad salí de casa y unas horas después, con un avión de por medio, estaba en algún lugar del país donde las navidades se pasan en bermudas y manga corta (cuando no en bañador). No sentía frío, aunque sí una sensación extraña por vestir esa ropa en navidad. Eso sí que es impactante. Una situación anómala que acarrea problemas a largo plazo, cuando regresas a casa después de pasar la última semana del año en bermudas y manga corta (cuando no en bañador) y te encuentras con unas temperaturas aún más bajas de las que dejaste y con los tiestos encharcados de agua de interminables lluvias. Yo pensaba que eso sería lo peor: la vuelta. Pero no, hay algo más peor: tener que planchar esas bermudas y esa manga corta mientras nieva, recordando que hace no muchos días vestía esa ropa agradecidamente frente al sol.

Al amanecer del lunes recordé, al ver el estado congelado de la calle, que en algún lugar del trastero había una caja con unas botas, unas Panama Jack, que deseché alguna vez al notar que pesaban más que yo. Bajé de nuevo al trastero y las subí. Al calzármelas noté algo diferente; anduve por casa para saber qué era y descubrí en primer lugar que estaba tres centímetros más alto que habitualmente, lo que me hizo sentir bien y mal, a partes iguales. La segunda era que, por primera vez en mucho tiempo, sentía que estaba sujeto al suelo; que hiciera lo que hiciera no me caería. Salí a la calle y comprobé que la segunda sensación era solamente eso, una sensación, porque ayudaban poco a no resbalar.

Durante este año pasado he comprobado que la nieve, como fenómeno meteorológico, ha conseguido el control sobre una parte de mi mente. Con los primeros copos se activa automáticamente el botón rewind, llevándome a un punto concreto desde el que partir mentalmente. Y en cada una de las nevadas me he resistido con fiereza a quedarme en ese punto nuevamente, terminando en un tercero, indeterminado, a medio camino. Pero esta vez no. Esta vez he decidido quedarme, consciente de que si vuelve a nevar el viaje será corto. Y de que si no nieva, al menos habré sido tres centímetros más alto.

4 thoughts on “Tres centímetros

  1. No te quejes tanto 😉
    Unas navidades en Gran Canaria, eso no lo podemos decir todos.
    Besicos!
    Ah, y muy bien por exorcizar el fantasma de las nieves pasadas, claro que sí!

  2. No me puedo creer que vinieras a la isla y no saludaras siquiera… qué vergüenza… Ttt. Pues sí, aunque no siempre hace tiempo de ir en pantalones cortos y eso, es nuestra tónica. Bañarte en navidad o en fin de año no tiene precio, sobre todo porque (al menos en lanzarote) el agua ta helada xD.
    En fin, espero que disfrutaras de tus navidades canarionas!!

  3. Tranquilo, creo que ya no volverá a nevar hasta el año que viene. Y si hay suerte, hasta dentro de cinco o seis años.

    ¿Tres centímetros más? ¿Qué quieres? ¿Ser tan alto como Gasol? 🙂

  4. Me alegra saber que disfrutaste del calor a finales de año! Y me alegra ver que nos deleitas de nuevo con tus textos, que ya se echaban de menos 🙂

Comments are closed.