La Irlandesa

Debía una entrada que versara sobre «La Irlandesa», el drugstore del barrio. No había entrado nunca porque las cosas que puedo necesitar de una droguería o las compro en otro sitio o se las encargo a mi madre. Pero el viernes necesitaba exterminar una colonia de hormigas y fui a por Cucal (previa recomendación de mi madre, claro).

«La Irlandesa» es una droguería autoservicio. Entras, pasas un acceso y todo está por estanterías. Esto me hizo perderme en los fertilizantes para las plantas y en los sustratos, cuando yo buscaba los insecticidas que estaban justo detrás. Es una mezcla de perfumería-droguería con cosas como mochilas para los niños, chándales y ropa interior y calcetines. Una cosa rara. No miré mucho más allá porque no quería entretenerme (la tarde estaba nublada y amenazante y quería terminar mi obra cuanto antes).

Pero el momento culminante llegó en la caja. Única caja. El cajero, un hombre con sus 50 ya, supongo propietario. Por delante de mi una mujer pagando y esperando una chica joven, un padre y su hijo y yo. En ese momento ocurre la catarsis, porque llega Doña Carmen, muy alterada e hiperventilando, contando que «ha perdido las gafas». El cajero/supuesto dueño le dice que nadie le ha devuelto unas gafas graduadas, pero que entre y mire y le aconseja que haga un repaso mental del día para ver por dónde ha estado. La mujer que si «sólo he estado aquí», que «qué día de nervios»; entra a mirar. Mientras, el cajero/supuesto dueño relata a la chica joven, a la que ya la toca pagar, con un tonito un poco Mariñas, que «claro, como no escucha, Doña Carmen, no se deja guiar y seguro que es más fácil encontrarlas así». La mujer nos arrasa para salir de la caja sin las gafas. Lejos de calmarse o callarse, que no hubiera estado de más, nos cuenta que lleva rezando todo el día «a San Fortunato, a San Jacinto, a San Judas, a San…» La lista era interminable. Yo no la miraba, para evitar darle coba y que pensara que todos la prestábamos atención, pero estuve a nada de decirle que se le olvidó rezarle a San Gabino, que en esto de las gafas tendrá algo que decir, digo yo…

Desde que llegué a la fila de la caja hasta que, protocolario, el cajero/supuesto dueño me dijo (como a todos mi predecesores) «así que son: dos ochenta y cinco», con el tonito Mariñas de antes, pasaron 10 minutos en los que me desesperé un poco. Entiendo que es el barrio y que la gente no tiene prisa y el cajero tampoco, pero hubiera tardado menos yendo en coche al Carreful.

Doña Carmen seguía allí cuando me fui. Debe ser que las gafas tampoco le importaban tanto.

8 thoughts on “La Irlandesa

  1. Jajajaja!!!

    Pero porqué te desesperaste?
    De verdad, como sois los de Madriz, os ponéis histéricos por cualquier cosa. La situación es cómica y además, carne de blog jejeje
    Ains, a ver si aprendemos a vivir más relajadamente 😉

    Y nada, que a mí me ha hecho mucha gracia y me he imaginado la situación con todo lujo de detalles.

    Besicos!

  2. Hay que calmarse, meditar e ir escribiendo mentalmente el post mientras vives la circunstacia sobre la que vas a escribir, jajaja!
    Voy a mirar si respondiste a mi segunda propuesta de matrimonio XD

  3. Es lo de siempre. Piensas «bajo en un momentito y lo compro». Media hora. Luego, cuando algo crees que se va a demorar pasa rápido. La Ley de Murphy.

    😉

  4. Es así Casta, el barrio es así. Vayas donde vayas siempre hay gente contandose cosas, que si a mi Maricarmen ya le han dado el piso, que si fíjate el tiempo qué loco está, que si vamos a ver si compramos harina para hacer unas galletas que me han dado una receta de una revista y la voy a probar…. Definitivamente estoy fuera de lugar 😉

    Ace, en la escena sólo faltaban Lina Morgan y Juanito Navarro. Y el cajero/supuesto dueño con el palique se confundió dos veces al cobrar a los de delante…

    Mandawebos, seguro que al final las tenía debajo de un cojín. Y seguro que bajó a contarlo xD

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