Momento redondo

Anoche cuando salí del metro estaba lloviendo. Había conseguido no mojarme en todo el día, incluso jugamos al pádel a mediodía, y cuando ya pensaba que me escaparía sin ver llover, se puso. Salí del metro y rápidamente enfilé sin paraguas al semi-súper que hay al lado de casa para pillar algo para cenar y para desayunar hoy porque recordé que estaba bajo mínimos. Al girar la esquina descubro que antes de que la Unión Europea nos cambie el sábado el horario de verano por el de invierno ellos han decidido cerrar ya a las ocho en lugar de a las ocho y media. Cerrado.

Seguía lloviendo, yo tenía frío y ni ganas ni tiempo para llegar al otro, al que sí cierra a las ocho y media todo el año. Así que me volví a casa con la idea de improvisar.

En casa decidí que la improvisación consistiría en llamar a Telepizza. Y eso hice. Mi interlocutora (Gladis) me advierte de que el encargo tardará dos horas en entregarse mientras que si lo paso a recoger serán solo 15 minutos. Es evidente que la diferencia de tiempos es importante pero la de precio no. Además si yo voy a recogerlo gasto tiempo y dinero en gasolina, así que al final me sale la pizza por un pico. Le digo que me da igual, que la traiga, que tengo toda la noche por delante. Al colgar recuerdo que juega el Madrid y que está lloviendo. Supongo que por eso tardan dos horas en el reparto…

De cualquier forma, y aquí está el truco, mienten. No es la primera vez que me informan de que el pedido se entregará con mucha demora. Al menos Gladis fue educada; otros/as me han dicho lo mismo de malas maneras, lo que me empuja a pedirles la pizza con más ahinco, porque sé que mienten. Nunca tardan tanto como dicen. Nunca. Es su estrategia para quitarse pedidos y echar atrás a la gente.

Finalmente la pizza llegó 65 minutos después de llamar, esto es, una hora, y no dos, después de hacer el pedido. Mientras, yo estuve viendo la tele porque ya había decidido que no haría nada más que esperarles y vaguear. Y de regalo, trufas.