Olímpico

Ya que el jurado que seleccionaba los logotipos olímpicos de Madrid 2016 decidió que el mío no iba a serlo, yo decidí que una parte de mí debía ser olímpica. Y por eso me matriculé en el polideportivo Chamartín para retomar mis ansiadas sesiones de natación. Las diferencias entre el año pasado y este son muchas y muy variadas, pero la principal es que la piscina de este año es olímpica.

El lunes, pertrechado con gorro y gafas nuevas, y lleno a rebosar de ilusión por la vuelta, caliento y me meto en la piscina; empiezo a nadar a crol y sigo nadando, y sigo y sigo y empiezo a cansarme y levanto la cabeza y no veo el fin de la calle; el bordillo es una fina línea blanca que, según avanzo, me parece más y más lejana. Creí morirme en el tercer largo.

Hoy finalmente, 3 días después, he sido capaz de hacerme 8 largos completos (400 metros) sin terminar teniendo que recoger la lengua del fondo. Mañana llegaré a los 500. El verano pasa su factura y hace que el reencuentro con la piscina haya sido más traumático de lo que esperaba. Pero en un par de semanas estaré funcionando a pleno rendimiento, y el año que viene cuando lleguen los Juegos de Pekín tutearé a Phelps. Y si no, al tiempo.

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