Intrusos

Episodio 1
La noche víspera del primer día de curro me la tomo en serio. Preparo la cena, ceno, veo la tele y me acuesto en hora para, si no dormir las horas necesarias, al menos estar descansado. No había pasado ni media hora cuando oigo un ruido raro que supongo es lluvia cayendo sobre una caja de cartón en el patio. No recordaba nubes, pero todo puede pasar. De repente el ruido se deja de oir por la derecha para oirse por la izquierda. Recuerdo haber dejado dos ventanas en batiente y deduzco que será el viento moviendo las persianas. No recordaba viento tampoco, pero ya digo que todo puede ser.

Y en ese momento, cuando cesan los ruidos, pasa por mi cabeza una idea no convencional: hay algo o alguien en mi casa. Abro los ojos, me acostumbro a la oscuridad y me incorporo en la cama buscando con la mirada el pasillo y el salón sin bajarme de la cama. Oigo un ruidito, que avanza en intensidad, y de repente intuyo un bulto en el suelo en mitad del salón. Saco la cabeza sin salirme de la cama, el bulto me presiente y desaparece.

No sin miedo y sin coraje por tener que ser hoy y no otro día, doy la luz, me calzo y voy avanzando dando las luces a mi paso. Nada. En el salón una bola negra como un conguito al lado del sofá. Eso no estaba ahí cuando me fui a la cama, ni durante el día (ayer pasé la aspiradora y fregué los suelos) y algo me dice que es una cagada de algo. Decido cerrar la puerta del salón; si está ahí de ahí no saldrá. Vuelvo a la cama y espero volver a oirlo. La lógica me dice que si está en el salón con la puerta cerrada no lo oiré moverse; todo lo más le oiré dar golpecitos contra la puerta intentando salir (si es que llega a razonar que ahí antes no había puerta).

Quince minutos más tarde vuelvo a oirlo. Deduzco que está al otro lado de la puerta. Enciendo la lámpara, me incorporo hacia los pies de la cama para ver la puerta y veo pasar, por delante y por este lado de la puerta un bulto oscuro y con cola. El salto que me dió el corazón fue merecedor de medalla de oro. Vuelvo a calzarme, saco del armario el mango de la aspiradora y empiezo a avanzar sin hacer ruido y dando luces. No estaba en el salón, que está cerrado, ni en el baño (que cierro a mi paso) ni en el pasillo, que está expedito. Así que decido cerrar las otras tres puertas (estudio, cocina y aseo) y volver a abrir el salón. En alguno de esos tres cuartos está el intruso, pero mi sistema de exclusas me permitirá dormir sin más sobresaltos. Son casi las dos de la mañana, a las seis y media suena mi despertador y aun no he dormido.

 

Episodio 2
Cuatro horas y media después suena el despertador. Me despierto y tomo conciencia de que es de noche, cerrada. Me levanto, me calzo y antes de meterme en la ducha echo un vistazo a las puertas cerradas. La de la cocina tiene cristalera. Doy la luz y pego el hocico a los cuarterones del cristal. Ha dormido aquí. Lo deduzco al ver el palo de la escoba por el suelo junto a dos botellas de CocaCola vacías que tenía para tirar. Y otra vez los conguitos, hasta tres veo por el suelo. Abro las puertas de las otras habitaciones y me meto a la ducha. Cuando terminé de vestirme me dí cuenta de que si quería desayunar tendría que entrar a la cocina antes o después. Me armo de valor (es solo un bicho, pero me da cierta cosa no saber cuál) y pienso. Doy una patada a la puerta cerrada, avisando, y giro el picaporte. Agarro el palo de la fregona, cruzado también tras la puerta y algo negro sale corriendo y se cuela bajo la nevera. Primer objetivo cumplido: está acorralado. Abro la puerta del todo, zapateo frente a la nevera mientras agarro el cartón de leche, una cucharilla del cajón, un vaso, las magdalenas y el bote del nesquick. Salgo de nuevo cerrando tras de mí. Durante la primera mañana de trabajo tras las vacaciones, y muerto de sueño, decido ir a comer a casa de mi madre en lo que resuelvo el problema de la caza.

 

Episodio 3
Doce horas después de que sonase el despertador aparece mi padre con la batería pesada y la logística. Confío en él. Se crió en un melonar en Polvoranca, así que sabe de bichos y de cómo cazarlos. Trae una ballesta, pero no la ballesta de arco de toda la vida con la que él cazaba pájaros cuando yo era pequeño. Trae una ballesta de ingeniería para varias cazas simultáneas que a su vez le había dejado con anterioridad mi cuñao, otro campero de pro. Colocamos (coloca, yo sólo miro) un trocito de pan y otro de queso que traía en cada trampa. Abrimos la puerta tras otra patada previa, dejamos la ballesta en el suelo y cerramos. Me dice que se marcha y que cuando pique le llame. A esperar. Me pongo a hacer cosas en el ordenador hasta que… Zas! Ya ha caído. Realmente desagradable. Una rata. Y grande. No quiero hacer un mundo de esto pero he cazado una rata en mi casa, una rata que se ha colado en mi casa.


La única conclusión que saco hoy es que a mi casa solo vienen ratas, salamanquesas y demás bichos de las familias de los roedores y los reptiles y siempre del género femenino. La próxima, por favor, que venga con algo de dinero si es que quiere vivir aquí. Que son muchos gastos para uno solo…

5 thoughts on “Intrusos

  1. Dios, qué ascazo! si me pasa a mí me marcho de casa! cómo pueden ser tan repugnantes! qué asquerosas!!!!

  2. Arrrgggg que asqueroso!!
    Yo no habría podido dormir sin saber que clase de bichejo era.
    Dale bien con lejía a todo… me pasa a mí y hasta que no termine con el dibujo del suelo no paro 😀

  3. al principio de la historia (episodio 1) parecía una pelicula de terror. Pero bueno, se positivo y piensa que no dormiste y solo, y como otros/as que tienen en casa un cerdo/a.

  4. Dios… pobrecilla…yo lo siento, sé que dan asco y que son malignas, pero me siguen dando penita. Ahora, seguro que cambiaba de opinión si ESO pasara la noche en mi cocina, más que nada porque la vida de mi gata correría peligro.

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