Todo acaba llegando

El 26 de agosto de 2002 llegué a Asturias por primera vez. Desembarcaba en una obra en Avilés y me había metido en una fenomenal experiencia al irme a trabajar fuera de casa, por mis fueros. Al llegar a la obra (a la que supuestamente le quedaban 6 semanas) además de darme cuenta de que allí ni de coña quedaban 6 semanas y de otras tropelías más, descubro que en medio de la urbanización hay una torre de alta tensión.

Se suponía que había un acuerdo entre Hidrocantábrico (HC), el Ayuntamiento de Corvera de Asturias y Tecsa (mi empresa entonces) para retirarla. Yo tenía guardaditos mis 180.000 euros para la aportación de retirada (dinero que luego me acusaron de haber utilizado en los remates de obra) y cada vez me daban una excusa, a mí a la empresa, la obra seguía y la torre por pitos o por flautas no se retiraba.

Llegó el momento de terminar de urbanizar y la torre seguía allí. Llegó el momento de conceder las licencias de primera ocupación y la torre seguía allí (las casitas que estaban en un radio de acción de 20 metros se quedaron con la licencia en suspenso hasta que se retirara la torre). Yo me fui de allí y la torre seguía. Volví varias veces después, de incógnito (por si me linchaban los vecinos), y la torre seguía allí. Le faltaba poco más que le hubieran plantado un jardín a sus pies. Se convirtió en algo normal. Era como si fuera el árbol de Gernika, había que respetarlo.


Hoy, cerca de cuatro años después de la primera fecha de desmontaje que nos dieron, leo esto:

Una empresa retira hoy la torre de alta tensión de El Bosquín (gracias Marián).

Algo se muere en el alma cuando un amigo se va.